Palomar de Villa Carmen, 'La Adoración de los Reyes' y una escultura de José Planes
Una selección de piezas de arte y bienes patrimoniales para seguir descubriendo (y apreciando) la Región de Murcia
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Palomar de Villa Carmen (1929). . El Ranero, Murcia
La diminuta Torre del Oro
Los palomares están repartidos por toda España. De múltiples formas y materiales, forman parte del paisaje y del patrimonio popular. Lejos del palomar más grande ... del mundo, en La Breña (Barbate), el Palomar de Villa Carmen, en la pedanía murciana de El Ranero, es una pieza humilde pero valiosa de arquitectura vernácula. Levantado en 1929 -el mismo año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla-, evoca en su estética popular la silueta de la Torre del Oro. Este pequeño palomar es uno de los últimos vestigios de esta pedanía de la Murcia periférica, devorada hoy por el moderno urbanismo. Ya en desuso, representa una forma de construcción tradicional, adaptada al entorno y hecha con saberes locales. Su finalidad era práctica, la de proteger a las palomas, facilitar su cría, utilizar sus excrementos como abono (palomina) y aprovechar sus pichones como alimento, producto habitual en la dieta mediterránea desde tiempos romanos. La importancia del palomar no escapó a la literatura. En Don Quijote de la Mancha se dice: «Si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas», y el propio hidalgo, en su austero menú, reservaba para los domingos «algún palomino de añadidura», prueba de que este alimento formaba parte del imaginario gastronómico popular.
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'La Adoración de los Reyes' (1696) de Lucas Jordán o Luca Giornado (1634-1705). Museo de la Catedral de Murcia.
El virtuoso que pintaba con las dos manos
Los gustos cambian con el tiempo. Lo que hoy admiramos, en su momento pudo generar rechazo, como ocurrió con El Greco o con Luca Giordano, pintor napolitano activo en España durante el reinado de Carlos II. Su rapidez extraordinaria al pintar le valió el apodo de Luca fa Presto -«Lucas el rápido»-, y la leyenda asegura que era capaz de pintar con ambas manos a la vez. Como Leonardo, Benjamin Franklin o Paul McCartney, era ambidiestro. Giordano fue criticado por su estilo ecléctico, por imitar con soltura las maneras de todos los grandes maestros italianos. Muchos lo acusaban de carecer de voz propia, de ser más un hábil ejecutor que un verdadero creador. Tras su muerte, incluso se le responsabilizó del declive de la pintura española en el siglo XVIII. Con el tiempo, sin embargo, figuras como Goya lo defendieron, y hoy su obra se valora desde una perspectiva muy distinta. En el museo de la Catedral se conservan dos pinturas suyas: una Sagrada Familia y esta Adoración de los Reyes. La escena -vibrante, teatral- se organiza en torno a un núcleo de luz que baña al Niño y contrasta con las sombras que envuelven el resto de la composición. Es fácil imaginar a Giordano ejecutándola con vertiginosa energía, quizá incluso con un pincel en cada mano. Sea o no cierto, la imagen del artista trabajando así se antoja verosímil ante una pintura donde aún se percibe el pulso vivo de su gesto.
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'Desnudo' de José Planes (1891-1974). Colección particular, Murcia.
Entre la modernidad y la tradición
La labor del coleccionista privado resulta esencial. Paseando por las calles de Murcia no llegamos a imaginar, mirando las casas, las obras que han decidido conservar sus dueños y que permanecen ocultas a la mirada pública. Obras de Giacometti, Picasso, María Blanchard… En una de esas casas de Murcia 'reposa' esta escultura en madera de caoba, tallada por José Planes. Un escultor que merecería una revisión atenta y una exposición antológica que permitiera dimensionar su trayectoria, marcada por la búsqueda de la esencialidad. José Planes practicaba una escultura de síntesis. Eliminaba lo accesorio para dejar a la vista solo lo necesario. Curvas sinuosas, formas limpias, volúmenes reducidos a su mínima expresión... Lo complejo no era tallar, sino despojar y reducir la forma hasta casi perder su condición figurativa. En esa tensión se inscribe su lenguaje, entre modernidad y tradición. Aunque cercano a postulados de la vanguardia, nunca abandonó los encargos religiosos ni renunció al imaginario clásico. Este desnudo se mostró por primera vez en 1931, en el XI Salón de Otoño de Madrid, uno de los certámenes artísticos más antiguos del país, celebrado en el Parque del Retiro. Aquel año se expusieron doce obras de Planes. Esta figuraba entre ellas, con un precio de 650 pesetas.
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