Sí, es verdad, yo también me lo he pasado pipa escuchando los audios de Florentino Pérez laminando a sus jugadores. Oír con la lengua esturreante ... de exabruptos, baldones e insultos a quien nunca se le oyó ni un córcholis resulta gracioso, cómo no. Este señor, tan serio, comedido y encorbatado él, ha bajado del palco a la barra a las bravas, sin transiciones, con la lengua maldiciente y desenjaulada, maleducadamente, pero demostrando que también puede ser humano.
Como siempre, los 'torquemadas' del Twitter han salido con la guadaña. Ni caso. Quién no ha pensado lo mismo que él alguna vez viendo a los futbolistas, quizá la profesión más envidiada del mundo, celebridades que viven a cuerpo de rey, hacen lo que les gusta y encima parecen héroes. Si es que lo tienen todo: aplausos, fama y riqueza. Cristiano Ronaldo, que algo sabe de esto, lo dijo una vez: «Me envidian por ser rico, guapo y bueno». Qué divinismo y qué pretencioso, pero qué razón tiene el mamón, cómo jode. Ven, ya me está saliendo el Florentino que llevo dentro.
Pero esta moda de airear privacidades, qué quieren que les diga. Eso de que alguien te pueda grabar de incógnito y asperjar años después lo que dices de forma privada puede estar bien en los mundos de Orwell, pero no en el mío. ¿Se imaginan que alguien hubiese grabado todas nuestras conversaciones privadas en los diez últimos años? ¿De verdad estarían tranquilos? ¿Nunca han sacado los pies del tiesto? ¿Nunca han insultado y maldecido a nadie, aun a sabiendas de que era injusto o innecesario? ¿Nunca se han puesto chabacanos, aunque sea un poco? Hagan un repaso, diez años enteros, todas y cada una de sus conversaciones privadas. ¿Estarían tranquilos sabiendo que alguien las tiene y puede hacerlas públicas? No hay nada más pornográfico que la alegría, dice Ricardo Darín en 'El amor menos pensado'. Yo añado: ni nada más denigrante que se cuelen de rondón en tu intimidad y la hagan pública.
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