Minuto y resultado, Viguri
Cuando la jefa Mar Saura me dice: «Última columna, Viguri» ya sé que el verano ha llegado a su fin. Un verano de reflexión, de ... descansar poco para lo que necesitaba, reír más de lo que lo estaba haciendo y de invertir en recuerdos. El del soporte incondicional de la familia, su presencia permanente y esas sobremesas arreglando el mundo desde Los Urrutias o el de la magia de un viaje que me dio un respiro necesario y me recordó la belleza del mundo y la importancia de detenerse a disfrutarla.
García Márquez decía que la realidad no es lo que pasa, es lo que tú recuerdas y, sobre todo, lo que cuentas. Así, he recordado todas las veces que he hecho el ridículo y me he dado cuenta que da igual el tiempo que haya pasado, esas anécdotas se han convertido en las grandes protagonistas de muchas comidas y cenas y me he vuelto a reír como la primera vez. La amistad verdadera es básicamente un contrato de risas continuas con cláusula de apoyo moral perpetuo. No importa cuántos veranos pasen, ellos siempre serán refugio.
También he practicado la eficiencia emocional garbillando amistades. Si no me escribes diciendo «Minuto y resultado, Viguri», si no me llevas todos los miércoles a merendar, o me haces patatas fritas porque sabes que no me gusta la verdura, no te quiero en mi vida. Entender que merezco rodearme de quienes realmente valoran mi presencia y se preocupan por mí es un acto de amor propio.
Y sobre todo he aprendido que hay que saber decir a tiempo «hasta aquí hemos llegado», y sonreír por haber tenido el valor de intentarlo. Abandonar no siempre es un fracaso, a veces el fracaso es seguir apostando. Válido para sueños, relaciones y querer entrar en una talla 38. Y cómo del verano se aprovecha hasta la raspa, vamos a por septiembre, el mes donde todo vuelve a empezar.
Hasta el verano que viene.
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