Adriano y el Mar Menor
Noelia Ibáñez
Domingo, 31 de agosto 2025, 07:46
Una calurosa noche de verano en el Parque Almansa, al cobijo del Mar Menor, la voz de Lluís Homar me trajo al mismísimo Adriano. Las ... memorias del emperador nacido en Itálica terminaron por colocar las letras de ésta, mi última columna veraniega. El verano es ese momento que nos desconecta del ritmo habitual, un paréntesis preciso y necesario. Unos prefieren abandonarse al 'dolce far niente', la dulzura de no hacer nada, el placer de la ociosidad, la idea de disfrutar del tiempo libre y hallar alegría en la falta de obligaciones, disfrutando del momento presente y encontrando placer en la tranquilidad. Otros aprovechan para descubrir lugares, tener experiencias, viajar por el arte, a imagen y semejanza de El Gran Tour, aquel viaje de formación que entre los siglos XVII y XIX realizaban jóvenes aristócratas y de la alta burguesía, para completar su educación, con un recorrido por los principales centros culturales de Europa. Viajar por arte siempre ha sido una fascinación a lo largo de los siglos. Los romanos, los grandes ingenieros de obras públicas, crearon las calzadas, y con ellas la conexión de todas las urbes del imperio y así empezarían los viajes de aquellos 'turistas' que en época romana podían viajar. Pienso en el emperador Adriano, gran viajero que reconstruyó en Tivoli toda la belleza que a él le había impresionado a lo largo de sus viajes por Egipto y Grecia, creando Villa Adriana a unos 20 km de Roma.
Hoy las calzadas han dado paso a las rutas aéreas y ante nosotros se repiten estampas habituales de aeropuertos colapsados, ciudades y lugares icónicos cuya magia queda eclipsada por las riadas de turistas. Y entre tanto me pregunto si todavía quedan lugares en el mundo donde encontrar aquella fascinación que halló el emperador. Mientras escribo, rememoro en mi cabeza lo sentido en algunos de mis viajes por arte y me doy respuesta afirmativa, corran y vivan, viajen y sueñen, conozcan y sepan que hay muchos lugares donde sentir la fascinación de Adriano viajando por el arte. Y a la vuelta, abandónense en la suerte que para muchos supone vivir el 'dolce far niente', al regazo del Mar Menor. Ha estado bien asomarme por estas páginas este verano, inmensamente agradecida a Manuel Madrid.
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