El camino puede ser de muchas formas, pero debes desear caminarlo. Es terriblemente complicado explicar a un niño o adolescente o joven o tonto adulto ... que el resultado es solo el final, que cuando algo se consigue desaparece, que como decían los antiguo egipcios y repetía una y otra vez Baudrillard, cuando algo ocurre desaparece, cuando algo se nombra comienza a desvanecerse, cuando se llega se comienza a morir. Y el camino es sinónimo de aprendizaje. El aprendizaje tiene dos patas: sobre una asumes que estás limpio, joven, diletante, que todo falta por saber, que el mundo es bello e infinito y que es una suerte ser neófito e inexperto. Y la otra, igual de importante, es entender que sin el entrenamiento, sin el estudio, sin el ensayo, no hay error, y el error lo es todo.
Si el pensamiento nos distingue del animal, el error nos distingue de la máquina. Solo seremos humanos si seguimos errando, y para errar hay que estudiar y ensayar. Porque en esos errores encontramos las sendas nuevas, creativas y distintas, en el error pensamos nuevas vías, sentimos lo nunca sentido y miramos en la dirección que nadie nos dijo.
No hay ningún método mejor ni más contundente para crear que estudiar. Nos bombardean con cursos hiperveloces que nos convierten en seres competentes y resolutivos sin necesidad de esfuerzo, con las mínimas horas posibles y el menor tiempo «perdido». Y nadie se levanta de la mesa y golpea con un palo a esa gente que nos empuja una y otra vez a perder lo importante. A enseñarnos que nada tiene la fuerza que nos muestra un camino. Queremos llegar a un sitio sin caminar hacia el. Y amor, solo importa caminar, cuando llegues al sitio solo podrás nombrarlo y verlo desaparecer.
El error nos distingue y nos dignifica, y para errar, toca probar, ensayar, estudiar e ir tentando las puertas cerradas, con amor, humildad y toda la curiosidad que nos quepa en el pecho.
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