Yerai Cortés: «Me considero un aventurero de la guitarra»
El alicantino, que agotó entradas en La Mar de Músicas, recibirá este viernes el premio Castillete de Oro del Cante de las Minas, la máxima condecoración del festival flamenco
Pablo Montalbán Castilla
La Unión
Jueves, 31 de julio 2025, 01:36
Yerai Cortés (Alicante, 1995) ha llegado muy lejos, tal vez donde no se imaginaba. Se siente «muy afortunado y un privilegiado a quien la ... vida le ha tratado muy bien». El guitarrista reconoce por videollamada, desde una cafetería en Madrid, atravesar un momento de abundancia. Lo que es seguro es que a la fortuna le acompaña su indudable talento, que no deja de crecer. Empezó a los 14 años en el tablao de su tío en Alicante. Y, ahora, se ha convertido en el guitarrista de moda, sobre todo después de estrenar su película con el cantante -y ahora productor en Little Spain- C. Tangana, a quien llaman Pucho. La guitarra flamenca de Yerai Cortés le ha valido dos premios Goya, a mejor canción original y a mejor película documental. Cuenta la historia de su familia al hilo de la música y destapa secretos enquistados en el pecho de los protagonistas que, de alguna forma, salen del letargo doloroso para convertirse en una sanación regeneradora. Antón Álvarez (C. Tangana) se prendó de él tocando en una fiesta, y juntos armaron el proyecto.
Yerai es joven y guapo, también gitano y simpático. Disfruta de la vida desde el lugar del niño que se lo come todo y que no deja de aprender. Con cierto aire de humildad e ingenuidad, este músico con estilo propio también ambiciona, y parece llevar con bastante solera la fama que le ha otorgado el documental. Con su música y su historia ha conquistado el corazón de muchos en el último año, y ha llevado el flamenco a otros públicos más jóvenes y menos -o nada- habituales del género. Forma parte de la nueva generación de flamencos que vienen pisando fuerte y auguran un futuro prometedor.
«Antes de ponerme a componer escucho mucho piano: Sakamoto, Bill Evans... Hubiera querido ser pianista»
Actuó en esta edición de La Mar de Músicas, donde agotó las localidades del Auditorio Paco Martín, y mañana recogerá el premio Castillete de Oro del Festival del Cante de las Minas en la Casa del Piñón de La Unión, un galardón que recibieron, entre otros, Enrique Morente (2010) o Manolo Sanlúcar (el primero, en 1976). La Unión le ha otorgado su máxima condecoración por «la relevancia de su toque, su dilatada trayectoria a pesar de su corta edad y su defensa del flamenco». Y se premia la difusión. Joaquín Zapata, presidente de la Fundación Cante de las Minas, sostiene que «este reconocimiento va más allá de su excelencia como artista, porque La guitarra flamenca de Yerai Cortés ha trascendido al público flamenco y ha contribuido a un mayor conocimiento de nuestra cultura y nuestra música».
Lo que se lleva en el corazón
–En su actuación en La Mar de Músicas se palpó una energía electrizante entre el público y los artistas.
–Ha sido el concierto más especial, no solo por el escenario y porque es un festival increíble, sino porque además, vino toda mi familia, que son otros artistas en mi vida. Fue el primer show donde han estado mi madre y mi padre compartiendo espacio. La emoción estaba cargadísima. Pa' colmo, vino mi abuela, que estaba en primera fila porque no ve de un ojo. Esto me lo voy a llevar en el corazón. El auditorio estaba a rebosar.
–¿Qué relación tiene con el Cante de las Minas?
–Me llevó mi padrino Norman con 15 años, para tocar las palmas acompañando. Recuerdo ese día como si fuera cruzar el charco, tocar el cielo, y ahora tengo la suerte de volver a tocarlo desde otro lugar. Después, he vuelto acompañando a Farruquito, y a bailaoras y bailaores del concurso. He tenido un contacto muy cercano. Esta ya es la guinda que pones encima del pastel. Es una locura, todavía no me lo creo.
Curiosidad
–¿Cómo empezó con la guitarra?
–Mi padre ha tocado toda la vida, el instrumento siempre ha estado en la casa. Igual que aprendí a montar en bici, tenía una guitarra y la tocaba. Con 6 años, mi padre me la daba y no me molaba, me gustaba más la percusión, que era una respuesta más rápida y, para un niño, más accesible. Luego tuve curiosidad por el instrumento, quería parecerme a mi padre (la típica influencia), y me fui enganchando a la guitarra como un juego en casa. Aprendía los temas de Camarón, de Paco y de Tomate. Mi padrino, que es bailaor, me daba clases de cajón en una asociación de gitanos de mi barrio y empezó a profesionalizarme. Él tiene el tablao El Mentidero en Alicante. Antes tenía otro y comencé a trabajar allí por primera vez con 14 años, mi padre trabajaba en ese tablao también. Estuve hasta los 17, que me vine para Madrid.
«Ha sido el concierto más especial, no solo por el escenario y porque es un festival increíble, sino porque además, vino toda mi familia, que son otros artistas en mi vida»
–Como en la canción de Ketama, pero al revés, de Alicante se marchó pa' Madrid.
–Me vine por amor, pero amor por Tania, y en Madrid arranqué con otro circuito. Cada año conocía a músicos nuevos a los que admiraba.
[Y es que, para los que lo duden, Yerai y Tania siguen juntos: «Nunca lo hemos dejado, ella tiene su show y yo el mío. Seguimos siendo pareja y estamos enamorados. Hubo una época de duelo, pero hemos ido reconstruyendo lo nuestro»].
Primitivo
–El espectáculo que está girando, 'Guitarra coral', es de su autoría. Fue el que interpretó en La Mar de Músicas y el que, como anuncia emocionado, interpretará en el Teatro Real de Madrid el 9 de noviembre. ¿Cómo surgió la idea?
–'Guitarra coral' nació en el festival Miradas Flamenkas de Vallecas (Madrid). En apenas tres semanas creamos el espectáculo. Para que el show tuviera algo primitivo y tradicional, debía meter la palma y el cante. Me gusta la idea de lo coral, que parezca un cante del pueblo. Empecé con 10 palmeras, luego 8, y al final se quedaron 6. Como vengo del tablao, eché en falta ese momento del estribillo donde todos corean, aunque no sean cantaores profesionales. No buscaba la entonación perfecta, como cuando se canta el cumpleaños feliz.
–Las canciones de Guitarra coral y de la película se han mezclado.
–Tenía composiciones a las que puse nombre y apellido, para mi madre, mi padre, mi hermana. Cuando comenzó a rodarse la película nos ceñimos a contar una historia que se convirtiera en canción. Conforme avanzábamos, fui sacando las letras. La película influyó bastante en el proceso creativo.
«Somos herederos de lo que hicieron los grandes»
–A raíz del documental, su fama ha crecido, y supongo que ahora le pararán por la calle, y antes no. ¿Qué tal lo gestiona?
–¡Bien! Es muy agradecido. El público no flamenco me ha conocido a raíz de la peli y de Pucho. Me dicen mucho 'no he escuchado nunca flamenco y después de verte estoy oyéndolo'. Es una bendición, conquistamos otros circuitos, hacemos que el flamenco se vea más.
–En la película comparte parte de su intimidad, secretos familiares oscuros. ¿Cómo ha sido compartirlo con el público? Y su familia, ¿cómo se lo ha tomado?
–Daba un poco de miedo meterse en camisa de once varas, evidentemente yo era el que provocaba eso, quien lo tenía medio claro, aunque no sabía qué iba a pasar y no quería que se sintieran incómodos. Durante el rodaje se fueron desatando muchos nudos, surgía el placer de un suspiro de desahogo cada vez que entablábamos una conversación bonita. Ha sido un viajazo.
Un lugar para el premio
–Su Goya, ¿tiene ya un hueco en tu casa?
–Está en la estantería, donde tengo un altar junto con Tania de sueños y de deseos que pides al universo y a Dios, y empecé a poner las cositas buenas que nos pasan. Ahí voy a poner el premio de La Unión. Me da cierto reparo, porque tengo una casa chiquitita y nada más entrar se ve.
–¿Qué distingue al toque de Yerai Cortés?
–Me cuesta definirme. Siento placer en el no reconocimiento de uno mismo, en saber que estoy en búsqueda, en intentar encontrar una identidad siendo natural. Me podría considerar un aventurero de la guitarra. Me gusta aprender de todo desde la consciencia de saber de dónde viene el flamenco y lo que representa.
–¿Quiénes son sus referentes flamencos?
–De los antiguos, he conectado con Pepe Marchena, Sabicas y el Niño Miguel. Evidentemente, los primeros que escuché de la mano de mi padre fueron Paco de Lucía, Tomatito, Vicente Amigo, Diego del Morao, verdaderos referentes. Empecé por ahí y luego me fui hacia atrás.
Ser libre
–¿Y qué otra música escucha?
–Antes de ponerme a componer o a escribir, siempre escucho mucho piano: Sakamoto, Bill Evans... Hubiera querido ser pianista. Muchos temas de la guitarra los saco primero con el piano y luego los paso. No tengo tanta exigencia con el piano y me permito ser un poquito más libre y luego al llevarlo a la guitarra siento que está en otro lugar.
–¿En qué momento se encuentra ahora el flamenco?
–El flamenco atraviesa un buen momento. Hay muchas campañas que lo ensalzan, y eso es positivo para nuestra cultura. Artistas como Ángeles Toledano, María Terremoto o Israel Fernández ofrecen flamenco de verdad. Hay mucha fusión, pero finalmente, en una fiesta por bulerías te barren el pecho, te emocionan. Con eso me basta. Mientras se canten un fandango y duelan, tienen toda la acreditación. Somos herederos de lo que hicieron los grandes y ahora nos toca representarlo de manera fiel.
Un lugar para el premio
El último tema del verano lleva por título Un puente por la bahía, una sofisticada publicidad de la cerveza Cruzcampo producida por Yerai, donde cantan Judeline y las palmeras de Guitarra coral. Se trata de un ¿homenaje? a Camarón, por aquello de que un día el cantaor le dedicó un verso a la Cruzcampo mientras grababa, aunque esto es más bien un homenaje a la marca de cerveza. Yerai ha arreglado la canción, para la que ha cogido letras populares como las alegrías homónimas gaditanas, que interpreta magistralmente una flamenca Rocío Jurado. Las alegrías de Cruzcampo terminan en bulería de Cádiz. Lo cierto es que el tema engancha y funciona bien. Este es Yerai Cortés, capaz de hacer arte de una publicidad, de ganar un Goya, de desatar los nudos familiares años ocultos o de emocionar a un auditorio con su sonido. Y lo que le echen. Porque es de los que tocan bien. Y ya saben, si algún día le ven perdío, amarrarle a su guitarra.
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