Isabel Rubio: «Mi sueño es dirigir la Joven Orquesta Nacional; es un ejemplo de unión, ilusión y trabajo duro»
Estío a la murciana ·
«Siempre enriquece conectar con otras artes. Me gusta el cine y la pintura; y, sobre todo, la literatura»Alberto Alcázar
Viernes, 25 de julio 2025, 01:47
La enérgica batuta de Isabel Rubio (Abarán, 1989) ha marcado los compases de orquestas de toda la península y las islas, entre ellas, la Nacional ... de España, la Sinfónica de Radio y Televisión Española y la de la Región de Murcia. En realidad, podría pinchar con chinchetas casi todas las comunidades autónomas y buena parte de un mapamundi, rodeando con un circulito rojo Alemania, el país del que guarda un buen recuerdo. «Lo de Alemania fue un regalo. Me invitaron [en 2021] a participar en el concurso para ser asistente de director de la Orquesta Filarmónica de Berlín y quedé finalista, aproveché mucho la experiencia», evoca al teléfono desde Girona. Allí lleva toda la semana ensayando con la Jove Orquestra de les Comarques Gironines (JOCG), de la que es directora titular, para los conciertos que celebró esta misma semana en Girona y en el Palau de la Música Catalana de Barcelona.
La música baña a la «joven directora» –como se suelen dirigir a ella– desde que sus padres se mudaron a Águilas cuando tenía tan solo un año. Con cinco, experimentó una revelación, que empapó de lágrimas de emoción su merienda, «cuando sonó el tema 'This land', de Hans Zimmer [en la película 'El rey león'], y se proyectaba toda la sabana». A los siete, empezó en la banda municipal del pueblo, donde comenzó su carrera en la percusión y descubrió, a través de un curso, su vocación de directora.
Como un personaje itinerante, Isabel Rubio vive en Madrid para alcanzar cualquier orquesta del país que requiera de su batuta. En la capital, lejos del mar, lo evoca con la canción 'Mediterráneo' aunque, si tuviera que pedirle algo a la vida, serían otras aguas: «Una casa en una playa de Galicia. Trabajé allí durante tres años y medio y, para mí, es un paraíso».
–Mientras que otros ya han cogido vacaciones, usted trabaja a pleno rendimiento.
–Hace unos días estuve en el encuentro del año de la Jove Orquestra de les Comarques Gironines, que es mi orquesta, de la que soy titular. Llevamos toda esta semana de ensayos para los conciertos [el pasado domingo] en Girona y [este lunes] en el Palau de Barcelona. Para esos dos conciertos interpretamos la obra 'Los Planetas' de Gustav Holst; una pieza de estreno de Mariana Vila, que se llama 'Blau trencat' ('Azul roto') y el taller de improvisación 'Estuarium'. Además de una sardana popular. Es un repertorio muy completo en el que hay de todo: proyección, poesía, luces, un narrador... aunamos muchas artes en nuestro espectáculo.
–Le interesan todas las disciplinas artísticas.
–Siempre enriquece tener esa conexión con otras artes. Me gusta mucho el cine, la pintura. Pero, sobre todo, la literatura. Leo mucho y me gusta tener tiempo para ello. Es mi principal ocio.
«Antes de salir al escenario suelo comerme un plátano. Si no lo hago, parece que no saldrá bien»
–¿Qué le gusta leer?
–Cosas que no tenga que ver con lo que hago en el día a día. Últimamente estoy leyendo novelas de 'thriller' y policíacas. Pero he leído muchísima fantasía durante toda mi vida. Y la novela histórica me gusta muchísimo también.
–Cuando se baja del escenario, ¿consigue desconectar?
–Como la música es primero un 'hobby' y un arte, que al principio te engancha y después puede ser tu modo de vida, es fácil confudirlo todo. Cuesta desconectar, pero siendo director, todavía más. Porque tienes que controlar lo que va a pasar después, pensar qué ha ocurrido en el ensayo para mejorar... Los directores lo son a tiempo completo.
–¿Hasta cuándo va a estar viajando con la orquesta?
–He estado en Cataluña y luego voy a Galicia al festival 'Hércules Brass', de instrumentos metales y con mucha solera. Después cogeré vacaciones y empezaré el curso en octubre otra vez en Cataluña con la ópera 'Las bodas de Fígaro', de la mano de la orquesta del Vallés. Cada sitio me llama en un momento y donde me toca, voy.
–¿Cómo comenzó en la música?
–Mi padre me apuntó a la escuela de mi pueblo, el Patronato Musical Aguileño, y ahí empecé con el instrumento de percusión. Después me fui a estudiar al conservatorio de Lorca, más tarde al de Murcia, e hice la carrera de percusión y dirección a la vez. Es un proceso que empecé desde pequeñita, desde los siete años, y me enganchó desde entonces.
–¿Cómo se le despertó ese deseo de dirigir?
–Me faltaba algo cuando estudiaba percusión y quise probar otro camino dentro de la música. Hubo un curso de dirección en mi pueblo, me subí a la tarima y desde el primer minuto en el que estuve allí arriba cambió algo en mí. Fue como una sensación incluso física. «Esto no lo había sentido antes», me dije. Y desde entonces no he querido bajarme.
Directora viajera
–Después de tener contacto con tantas orquestas de España, ¿qué ha aprendido?
–Sigo aprendiendo, porque cada orquesta me da su energía, cada una tiene su funcionamiento diferente. Esto es lo bonito: el camino del director es absorber situaciones para tener más experiencia y ofrecer más a los músicos en la siguiente ocasión. He aprendido que hay mucho talento en España y que, en ocasiones, este país se infravalora, pero hay muchos artistas en las orquestas que tienen un nivel muy alto.
«He aprendido que hay mucho talento en España pero, en ocasiones, este país se infravalora»
–¿Y en el extranjero?
–Desde que estudiaba, intento hacer muchos cursos de formación y he salido a países como Portugal, Holanda, Alemania, Francia, Turquía, Italia... Este arte se aprende visitando otros sitios: viajando, aprendiendo idiomas, conociendo a otros músicos con otras costumbres...
–¿La música une los territorios?
–Sí. Y debería serlo más. Por ejemplo, la novena sinfonía de Beethoven ha servido como himno en muchas ocasiones, tanto por el Partido Nazi como en la caída del Muro de Berlín, precisamente. El Himno de la Alegría es universal, considerado patrimonio de la humanidad y símbolo de unión y hermandad. Y estos son ejemplos muy concretos, pero la música une porque no tiene lenguaje. Es un lenguaje universal que no hay que entender; solo sentirlo.
–¿Se le queda pequeña España?
–Me gustaría dirigir más fuera, pero lo cierto es que España no se me queda pequeña. Así que cuanto más dirija, mejor. Podría seguir viviendo como vivo ahora perfectamente.
–¿Cómo vive un director autónomo o 'freelance'?
–De normal no hay nada [ríe]. Cada semana, cada día, es diferente. Digamos que tengo la rutina de la no rutina.
–Un trabajo complejo para poder conciliar.
–Es difícil. Yo vivo en Madrid y veo a muchos amigos que tengo en todo el país. Pero a Águilas voy poco. Cuadrar agenda es lo más complicado.
–Habrá sacrificado muchas cosas por la música.
–Sí. He sacrificado mucho porque se hagan bien las cosas y dedicado muchas horas al estudio para mejorar. Hay ocasiones en que me apetece no estudiar un día o dos, porque me lo merezco. Pero muchas otras no puedo. Al ser autónoma, como muchos otros músicos, hay que mantenerse en el camino para no quedarse atrás, porque una vez que se falla, puede ser que no vuelvan a llamar.
«Muchas personas tienen su único contacto con el arte en las bandas municipales»
–Si no hubiera sido directora de orquesta...
–Habría sido veterinaria. Me gustan muchísimo los animales.
–¿Cuándo dejan de considerarla a una directora joven?
–Pues yo no lo sé. El puesto de director de orquesta, como todas las direcciones de grupos grandes, exige una experiencia. El director tiene que dar su visión de la obra musical y que los músicos ejecuten esa versión. Pero el comienzo es difícil. Nos consideran jóvenes inexpertos y hay que demostrar que sabemos lo que queremos, aunque tarda en llegar. Es duro el camino inicial, pero también se aprende y hay gente que confía, lo cual siempre se agradece. Debe haber un equilibrio entre la juventud y la confianza, y eso no está reñido con la profesionalidad.
–El pasacalles de la banda municipal también curte.
–Absolutamente. Todo lo que sean experiencias vitales con grupos de gente heterogéneos nutre mucho. Curte el tener que enfrentarse a situaciones en las que no te respetan y de las que se tiene que salir; en un pasacalles, por ejemplo, te pueden empujar, golpearte el labio con el instrumento. Caminar al compás tampoco es fácil. Pero, a la vez, es un trabajo muy bonito porque la gente que está en ese tipo de agrupaciones va por ocio, porque quiere, y ese amor por la música hace que cada día merezca la pena. De hecho, la mayoría de sus miembros no son músicos profesionales, sino que tienen otros trabajos y los ensayos con las bandas son su único contacto con el arte. Eso es muy bonito.
–¿Algún ritual antes de salir al escenario?
–Comerme un plátano. Si no lo hago, parece que el concierto no va a salir tan bien.
–Su sueño aún por cumplir.
–Dirigir la JONDE, la Joven Orquesta Nacional de España. Fui directora asistente residente durante varios años. Desde 2015 tengo conexión con ella. La JONDE tiene de especial que no le falta nada: tiene los mejores músicos del país y dan ejemplo a toda la sociedad de unión, ilusión y de trabajo duro.
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