Inocencio Arias: «Ahora mismo estoy dando clases de español a cinco egipcios, incluso los llevo al Bernabéu»
Estío a la murciana ·
«En algún cóctel en Los Ángeles casi tenía que pedir perdón. Me lo preguntaron dos o tres veces: 'Pero, ¿está usted casado con la misma mujer?'»Alberto Alcázar
Domingo, 17 de agosto 2025, 07:39
Para los retiros rurales se recomienda dejar atrás el trabajo o todo lo que recuerde a ello. Quizá por la misma razón Inocencio Arias (Albox, ... Almería, 1940) se desprende, jubilado desde 2010, de la que probablemente sea la pajarita más viajera del mundo mientras se encuentra en su casa de Vélez-Blanco, donde pasa buena parte del agosto. En cambio, se enfunda en una camisa guayabera que lo sitúa en los «mejores años» del joven diplomático en América. Bolivia fue su primer destino y la falta de oxígeno que sufría a tanta altura el recién casado no lo frenaba para hacer «quince cosas a la vez con las que estaba defendiendo los intereses de una empresa que se llama España», evoca con ternura.
A ellos se ha dedicado, durante más de cuarenta años, tanto en el extranjero, donde alcanzó a ser cónsul en Los Ángeles, como en nuestro país. Entre 1988 y 1993 fue designado subsecretario y después secretario de Estado por Felipe González, una relación con el Partido Socialista de entonces que dista mucho de la actual: «El sanchismo es un peligro claro para el futuro y para la unidad de España, eso es de las cosas que más me cabrean a estas alturas. ¡Mucho más que el Real Madrid perdiera en el Mundial de Clubes», se exalta el que fuera director general del equipo durante las temporadas de 1993 a 1995.
La casa de Vélez-Blanco se encuentra en plena plaza del pueblo. Es un lugar apacible; detrás discurre el frondoso barranco de la Canastera por el que fluye el agua hasta las fuentes de los Caños de la Novia. Las paredes encaladas encierran todo lo necesario para que Chencho Arias -como lo llaman con cariño sus paisanos de la Comarca Los Vélez- se dedique a todo lo que le apasiona: tres sillones para acoger a amigos y a los «diez u once» familiares que llegan para pasar el verano; una biblioteca encajada en una esquina con títulos en inglés y español, ensayos de política internacional, novelas, carcasas de películas... En las estanterías, los tomos de sus memorias saltan a la vista, entre ellos, 'Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones' (Plaza y Janés, 2016).
-¿Por qué lo creía?
-La gente piensa que los diplomáticos son unos pedantes que solo están preocupados con vestir bien y alternar con marqueses. Pero el diplomático trabaja bastantes horas al día, a veces en condiciones inhóspitas y otras en magníficas. La vida del diplomático es un trasiego y a veces supone, por ejemplo, el desarraigo de los hijos.
-Pero ha sido un diplomático atípico.
-En mi caso he tenido muchísima suerte porque en la edad en que mis hijos tenían que escoger carreras yo estaba destinado en Madrid. En contra de la práctica de todos los diplomáticos, cuando llevaba nueve años, me hicieron director general de la Oficina de Información Diplomática [entre 1980 y 1997, con todos los partidos que han gobernado el país: UCD, PSOE y PP]. Entonces pasé diecisiete o dieciocho años seguidos en Madrid hasta el punto de que, como en la capital se ganaba poco, me quedé casi arruinado. El diplomático fuera está bien pagado, pero en la capital es un funcionario como cualquier otro y, a veces, con peores primas que en otros ministerios.
En tragos cortos
-
Un lugar al que volver. Por poco tiempo, Bolivia.
-
Una canción 'All the way', de Sinatra.
-
Un libro para el verano Suelo leer dos o tres a la vez. Ahora estoy con un recopilatorio de cuentos del estadounidense O. Henrry y 'Los extranjeros en los toros', de Mariano Tomás.
-
Sus principios. Ser honrado, solidario cuando se puede y comprensivo. Cuando eres viejo, eres más comprensivo.
-
Con quién no negociaría jamás. Negociar hay que negociar con todo el mundo.
-
¿Con quién le gustaría cenar? Con el nuevo Papa.
-
Lo que valora en una sociedad. La solidaridad.
-
Y en una persona. El sentido del humor.
-
¿Tiene enemigos? Si, muchos. Todo el que tenga un cargo público tiene enemigos.
-
Un verano que recuerde. Aquellos en los que organizaba campeonatos de fútbol en el pueblo, aunque me costara dinero.
-
Un amigo. Jorge Valdano.
-
Un epitafio. Mintió poco y fue amable.
-Y aun así, dice que tuvo suerte. ¿La suerte también se trabaja?
-Un poco [se incorpora en el sofá y levanta el dedo de la mano donde lleva el pesado reloj]. Después de tener suerte, he trabajado lo que me han dado. Cuando volví después de estar diez años en el extranjero pedí ir voluntario a la Oficina de Información. Entonces, porque uno estaba enfermo, a otro se le había muerto el padre y al siguiente el ministro lo había vetado, fui a un viaje con Adolfo Suárez a Venezuela. En el avión había 35 periodistas y yo me ocupaba de la logística. Al llegar al aeropuerto de Caracas, me dicen dos de ellos que les faltaban sus maletas, así que me fui a la panza del avión y, en un rincón, ahí estaban. Cogí las maletas y salí corriendo por la pista con la suerte de que el autobús estaba enfrente y todos vieron al diplomático sudando la pajarita. Se quedaron pasmados los periodistas hasta el punto de que, en los siguientes viajes, preguntaban si iba Arias al viaje. Ese es el inicio de mi salto a la fama.
-Fama tiene su pajarita.
-La llevo, a lo mejor, por coquetería, por afán de distinguirme [hace un gesto de ajustársela en el cuello vacío]. Pero ahora soy un rehén de la pajarita, ya no puedo ir a un programa o a una cena sin ella.
-¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
-No tengo yo ambición por que me recuerden. Pero sí, al menos, como una persona con la que se puede charlar.
-¿De no haber sido diplomático, a qué se hubiera dedicado?
-No soy periodista porque mi madre no me dejó [abre los ojos y los brazos, como si no hubiera tenido remedio]. Me gusta muchísimo la profesión. Terminé el bachiller y si no hacía lo que decía mi madre, en aquella época... Cuando íbamos de viaje con presidentes pasaba más tiempo con los periodistas que con mis compañeros. Y he tenido grandes amigos periodistas, como Pepe Oneto.
-Pero tampoco hizo notarías, como quería su madre.
-A mi madre no le gustó nada que hiciera diplomacia. No porque fuese una persona anticuada, sino porque estaba obsesionada con que, al igual que mi padre había sido feliz como notario, pues que sus hijos también lo fueran. Mi hermano sí hizo notarías y yo empecé, durante tres o cuatro meses. No me disgustaba, pero yo veía que en aquella época un notario tenía que estar en un mismo pueblo mucho tiempo. Estar en un pueblo que conozco no me importa, pero irme a uno de Zamora... Dado que yo era un poco inquieto, me gustaba la política internacional y quería conocer mundo, era mejor diplomacia.
-¿Por qué veranea en Vélez-Blanco?
-Cuando teníamos menos de dos años nos fuimos a Huéscar [Granada]. Al morir mi padre cuando yo tenía nueve años nos trasladamos aquí. Mi madre pensó que, para estar en un pueblo, mejor en el suyo. Ahora bien, cuando yo estaba interno en el colegio de los jesuitas en Orihuela [Alicante] durante siete años solo pasaba aquí las vacaciones. Luego me fui a la Universidad de Murcia, con la que guardo muy buena relación, a estudiar. Suelo venir unos veinte días durante el verano, pero este año lo alargaré un poco más porque estoy encargado a final de mes del pregón de la Virgen del Saliente, que es el día 31 de agosto. Estaré por aquí un mes, lo cual me parece genial.
-¿Qué encuentra en este retiro?
-Este pueblo es muy tranquilo. No está invadido. Y el clima, dado los cambios bruscos que están ocurriendo en España y la subida de temperaturas, aquí es llevadero. Esta casa es bastante fresca en el verano. Es fantástico si tienes lectura atrasada, y es que ya no hago otra cosa: leer, pasear y charlar cuando tenemos a alguien en casa. Este mes, cuando se vaya mi familia, tendremos más visitas con gente que ha trabajado conmigo en el extranjero.
Amor sin fronteras
-Son una familia internacional, y no solo por su profesión.
-Mi mujer, Ludmila, es rusa, de padres rusos, criados con educación rusa, pero no ha vivido nunca en Rusia. Ni siquiera nació en Rusia, sino en Austria, cuando sus padres acababan de salir del país durante la Unión Soviética.
-¿Cómo se conocieron?
-Su familia se exilió a Venezuela. Ludmila aprendió español y le gustaba tanto la cultura que quiso hacer entonces un máster en nuestro país, y ahí la conocí. Estos días hago 55 años de casados. Nuestras bodas de plata fueron en Vélez-Blanco. Recuerdo cuando estábamos en Los Ángeles, que es un lugar en el que los matrimonios tienen una duración, digamos, no excesiva. En algún cóctel casi tenía que pedir perdón. Me lo preguntaron dos o tres veces: «Pero, ¿está casado con la misma?». Y yo: «Sí sí, con la misma».
«No he admitido papeles de extra en las películas en las que actué»
-¿Algún hijo ha seguido sus mismos pasos?
-A mi hijo le ocurrió igual que a mí con notarías. Estuvo cuatro meses preparando diplomático y lo dejó. Ahora es abogado. Mis otras hijas son las dos psicólogas. Una se ha dedicado al baile clásico y la otra ahora da clases a norteamericanos. No me hicieron mucho caso, la verdad.
-¿Lo mejor que le ha dado la jubilación?
-Que soy dueño de mi tiempo.
-También libertad para hablar de lo que quiera. ¿Le queda algo por decir?
-Algunas cosas de las que no pueda hablar. Trato de decirlo todo de de forma educada, pero hace quince años no podía decir lo que digo de los políticos en general ni que no he conocido otro con menos escrúpulos que Sánchez.
-¿Cómo vivió los sucesos de Torre Pacheco?
-Si a un hombre le ataca un musulmán o uno de cualquier sitio, hay que encontrar a quien lo ha atacado y meterle un puro. Estoy seguro de que la mayoría de musulmanes de Torre Pacheco tienen una conducta correcta. Sin embargo, dejarlo pasar como si no tuviera importancia, no. Creo que el gobierno tiene la política funesta de acoger a todo el mundo. No, no hay que acoger a todos. Soy partidario de que, a los inmigrantes que tenemos aquí legalizados, hay que ayudarlos al máximo. Cuando el Papa Francisco dijo que era un pecado mortal cerrarle la puerta a los inmigrantes, yo digo que el Papa está tocando el violón. A cualquier persona que llegue en barca hay que acogerla, vestirla y darle de comer, pero después, si se puede, mandarlo a su país. Ahora mismo les estoy dando clases de español a cinco egipcios, incluso los llevo al Bernabéu.
-¿Cómo los conoció?
-He sido muy consciente del tema de los refugiados. Llegué a tener uno ucraniano. Hay que acoger a una persona a la que le van a pegar un tiro, a una chica de catorce años que la quieren casar con uno de setenta o a otro que lo persiguen por ser católico. Entonces, un compañero mío que primero fue diplomático y ahora es sacerdote me habló de estos chicos, que son egipcios cristianos, y estaban desorientados porque no sabían el idioma. Y llevaba casi un año con ellos hasta que me los han desparramado por centros del país.
«Lo del palco del Madrid es un infundio, ¿en el del Barça suena una música que dice «amaos los unos a los otros?»
-Se especula sobre un posible encuentro entre Trump y Putin para acabar con la guerra de Ucrania.
-Es posible que Putin le tome el pelo otra vez. Trump quiere salvar la cara, porque es un ególatra. Pero el ruso hasta ahora tiene posturas maximalistas e imperialista basada en una idea muy clara: piensa que Ucrania sigue siendo parte de Rusia.
-¿Corre peligro nuestra relación con Estados Unidos?
-No estamos en nuestro mejor momento. Los pesimistas dicen que se van a marchar las bases a Marruecos, pero es un paso costoso para Estados Unidos. Aunque no lo descarto, porque tenemos un gobierno que, por tapar ciertas vergüenzas, crea cortinas de humo, o por satisfacer a sus propios aliados, hace una política que no es precisamente proamericana. El contrato con Huawei o desvincularse de la compra de los aviones de combate no es que moleste a Trump, sino a cualquier presidente norteamericano, y eso es lo que los dirigentes españoles de izquierdas no entienden.
De fútbol y cine
-¿Se deciden más asuntos en los pasillos de la ONU o en el palco del Real Madrid?
-Lo del palco del Madrid es un infundio. Y voy a decir más, no tengo duda de que en el palco del Madrid se han hecho negocios turbios. Ahora, ¿por qué no en el del Almería o en el del Atlético de Madrid? ¿Qué pasa, que los sinvergüenzas van todos al palco del Madrid y al del Barcelona no? ¿En el palco del Barcelona suena una música celestial que dice «amaos los unos a los otros?». Es una idiotez, pero lo ha dicho gente muy seria.
-Hay muchas películas esparcidas por la casa.
-Sí, me encanta el cine y hablar de cine, en el programa de radio 'Cowboys de medianoche' con José Luis Garci y el exfiscal general Eduardo Torres-Dulce. Incluso he hecho 13 películas, no he protagonizado ninguna porque no tengo las cualidades, pero no admito papeles de extra, tengo que decir algo.
-¿Qué deberíamos saber como sociedad?
-Que hay más gente honrada que deshonesta, pero hay más deshonestos de los que pensamos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión