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ANTONIO ARCO
Domingo, 28 de agosto 2022
Adela Martínez-Cachá (Lorca, 1969). Ingeniera agrónoma, exconsejera de Agricultura y Educación en gobiernos del PP. Un maremoto, y eso que asegura que se ha ... ido calmando con los años. Se le ve muy feliz.
–¿Qué niña fue?
–Una niña buena.
–¡Sí, claro!
–[Risas] En serio. Muy estudiosa y muy marcada por mi abuelo y por mi abuela Adela, con los que vivía.
–¿Cómo eran?
–Mi abuela era una mujer de familia bien de Lorca que se casó, en contra de lo que querían sus padres, con un médico de pueblo de Puerto Lumbreras que había estado en la cárcel por republicano. Tuvieron a mi padre, a mi tío y a una niña que perdieron. Eso la marcó y cuando llegó su primera nieta, que fui yo, pasé a serlo todo para ella. Entonces, mi padre tuvo la generosidad –que yo no sé si hubiese tenido– de darme, de entregarme a su madre, a la que adoraba, para que pudiera disfrutar de la hija que ella no tuvo.
–¿Su madre que dijo?
–Mi madre es la mujer más enamorada de su marido que yo he visto en mi vida. Aquello estaba pactado; fíjese hasta qué punto que mis hermanos –somos cuatro, yo soy la mayor– cuando yo iba fines de semana, o pasaba alguna temporada con ellos, o aparecía de repente, uno de ellos preguntaba: 'Pero, ¿Adela es nuestra prima o nuestra hermana?' [Sonríe]
–¿Nunca se rebeló ante esa decisión de sus padres?
–No. Cuando mi abuela murió –yo tenía 21 años– tuve que sufrir el desgarro de perder a una abuela madre, y eso fue bestial. Pero mi madre era para mí el modelo de mujer, porque me decía: 'Tu padre está por encima vuestro'. Yo soy una madre atípica, ella también lo ha sido. Mi hermana tiene locura con sus hijas, a las que adora. Yo a mis hijos [fruto de su primer matrimonio: Fernando, 23 años; y Adela, 13 años], también los adoro, pero mi vida profesional siempre la he puesto por delante, y se lo he explicado a ellos. Mi madre es una mujer feliz.
–¿Usted dice lo mismo que ella?
–Mi marido [Juan Marín, empresario agrícola, expresidente de Proexport] es hoy todo para mí. Mi marido me ha hecho mejor persona. ¿Mis hijos qué ven? Que soy mejor madre, que soy mejor hija, que soy mejor hermana... Yo soy tan feliz que me da hasta miedo; se lo juro. No soy nada ñoña, soy una tía fuerte marcada por mujeres fuertes y por un abuelo [materno] que era de izquierdas y que votaba al PSOE. No soy ñoña, pero con 47 años conozco a este hombre y.... ¡la hostia!
–¿Qué le pasó?
–Que me enamoré hasta las trancas. Lo admiro profesionalmente, lo admiro en muchísimas facetas y sabe llevarme, porque a mí hay que decirme a veces '¡frena!'. El padre de mis hijos, que es una excelente persona, muy buena gente, no sabía llevarme. Yo me como a los que me pongan por delante. Juan sabe decirme 'Cachá, hasta aquí'. Para los dramas también: 'Adela, ¡ya!'. Mi padre, que es un tío fundamental en mi vida, sabía también cuando tenía que pararme.
–¿Qué quiso ser?
–De pequeña quería ser actriz, me encantaba, pero luego no tuve valor para decírselo a mi padre, que quería tener una hija ingeniera industrial. Mi hermana se rebeló, porque es la más valiente de los cuatro, y fue médico en contra de lo que él quería. Pero lo único que yo me permití decirle fue: '¡Industrial no, de algo vivo!'. Y soy ingeniera agrónoma. Todos hemos querido siempre que él esté orgulloso de nosotros. Lo de ser actriz es algo que tengo pendiente.
–¿Gritó socorro?
–Bastantes veces, y por eso me he psicoanalizado y he aprendido a gestionarme. Uno de esos momentos fue cuando me doy cuenta de que mi matrimonio puede continuar 'sine díe', pero que no soy feliz y no sé cómo afrontarlo. De hecho, tardo mucho tiempo en hacerlo, y pasé incluso una depresión diagnosticada y tratada; yo no era capaz de ponerle nombre a lo que me pasaba. Otro momento, muy terible, fue cuando pierdo el bebé, cuando tuve que parirlo muerto a los ocho meses de embarazo. Lloré día y noche durante mucho tiempo, el desgarro que sentía no se lo puedo ni explicar...; quise verle, y esa imagen se me ha quedado grabada y es raro el día en el que no me acuerdo de él. Yo llevo tatuadas tres estrellas, que son mis dos hijos y ese bebé.
–[...]
También, en plena pandemia, a mi madre le hicieron un trasplante de hígado. Antes, veíamos cómo se iba apagando. Entró en lista de trasplantes, y gracias a la generosidad que tenemos en ese sentido los murcianos, mi madre está viva y con la misma fuerza de antes. Fue como un milagro. El hígado era de una mujer de 41 años a la que vimos salir del quirófano... Qué generosidad la de ella y su familia. Aquella imagen....
–¿Qué no le gusta de usted?
–Cuando me disparo, que lo hago cada vez menos. Por muy exigente que yo sea conmigo misma, tengo que aceptar que todo el mundo no lo es y que tengo que contar hasta veinte... No tengo nada que ver con la Adela de los treinta años, con la que reconozco que podía ser complicado convivir.
–¿Quiere usted llevar siempre la razón?
–No siempre. Tengo muchos amigos que piensan distinto a mí y no tengo problema en que personas listas y capaz de argumentarme me hagan ver que puedo estar equivocada.
Un sitio para tomar una cerveza. La Viuda, en Murcia.
Una canción. 'Familia', de Funambulista.
Un libro para el verano. 'Aniquilación', de Michel Houellebecq.
¿Qué consejo daría? Si tienes el poder de hacer feliz a alguien, hazlo.
¿Cuál es su copa preferida? Un Godello muy frío.
¿Le gustaría ser invisible? A ratos.
Un héroe o heroína de ficción Jo March (de 'Mujercitas').
Un epitafio «Viví, amé, disfruté y reí mucho».
¿Qué le gustaría ser de mayor? Una abuela marchosa.
¿Tiene enemigos? No creo que a nadie le falten y a mí tampoco.
Un baño ideal. En Cabo Cope mirando a la Torre.
–¿Con qué goza?
–Con Juan; con mis hijos, a los que he recuperado desde que dejé la política; con mi hermana, con mis padres, con mis hermanos y con mis amigos de verdad, a los que también necesito.
–¿Haciendo qué?
–Pues, por ejemplo, haciendo lo que hemos hecho este verano: irnos a Formentera seis días –mi hijo, Juan, la hija de Juan, y mi hermano el pequeño que apareció por allí también unos días– en un catamarán donde hemos estado todos juntos en un espacio tan pequeño, en plan absolutamente 'hippie'. Ha sido una experiencia tan alucinante que, cuando ya íbamos camino del aeropuerto para regresar, me dio por llorar como una tonta. Seis días de felicidad absoluta.
–¿Qué ha aprendido?
–La suerte que tengo con mi gente. He aprendido a valorarla muchísimo. Yo, por ejemplo, decidí no tener baja de maternidad con ninguno de mis dos hijos, y ahora lo pienso y me digo '¿por qué lo hice?'. ¿Qué quería demostrar? Está claro que yo quería demostrar algo, lo que no sé es qué. A lo mejor pensaba que era imprescindible, y nadie lo es. Esos primeros meses de mis hijos no van a volver. Yo me sacaba la leche en el despacho [de las dependencias municipales] del [edificio] Moneo con el aparato. Algún pedáneo con los que hablaba por teléfono [fue concejala en Murcia con el alcalde Miguel Ángel Cámara] me llegó a decir: 'Adela, escucho un ruido'. Y yo: 'Ah, no sé qué será'. [Risas]
–¿Qué le dice a sus hijos?
–A Fernando, en el que me veo muy reflejada, intento avisarle de algunas cosas; y a Adela, que es un amor como su padre, intento decirle que no sea tan buena, que le van a dar hasta en el carné de identidad.
–¿Un trasto para qué es?
–Para la cocina soy imposible. Juan ya ha desistido, y mi hijo, el pobre, me dice de vez en cuando: 'Mamá, ¿me vas a hacer tus macarrones, que me encantan?'. ¡El pobre [risas]!
–¿Qué tendría que hacer?
–Con 52 años, tendría que hacer más deporte.
–¿Un lince para qué?
–Detecto a los mediocres con bastante facilidad, y también a la gente que tiene mala energía; creo mucho en la energía, y la intuyo claramente. A mí me ha pasado, estando en el despacho, que ha entrado alguien e incluso me he mareado al notar sus malas vibraciones.
–¿Qué reconoce ser?
–Adicta al trabajo.
–El espejo.
–Me gusta lo que veo, porque lo que veo es a una persona feliz, y a mí me ha costado serlo, no ha sido fácil el camino. Me miro al espejo y veo a una Adela feliz y plena.
–¿Dejó usted la política?
–La política me dejó a mí [ríe].
–¿Se esperaba que el presidente Fernando López Miras no siguiera contando con usted tras las últimas elecciones?
–No me lo esperaba, no.
–¿Qué pasó?
–Eso lo sabe él, tendría sus razones y hay que respetarlas. Yo, por mi parte, cerré una etapa. Fue duro, claro, pero he sabido reinventarme.
–¿Le hubiera gustado seguir de consejera?
–En aquel momento sí, a mí la política me encanta, y en efecto es como una droga con la que también hay que llevar cuidado. Pero, ahora, mirado con perspectiva, está bien que esa etapa acabara.
–Se dice que Ana Martínez Vidal, de Ciudadanos –en fin...– 'impuso' a López Miras que usted no estuviese en el mismo Gobierno que ella.
–Eso dicen, sí. Yo lo que sé es que mi contacto con ella ha sido mínimo; fue compañera de trabajo en un momento de mi vida [ambas como concejalas de Cámara], y punto final.
–¿Hubiera tenido algún problema en sentarse con ella en el Consejo de Gobierno?
–En absoluto.
–¿A usted le gustaría volver a la política?
–Mis aspiraciones en política local y regional están más que cubiertas, lo que yo quiero es que esta empresa [BIA3 Consultores] a la que le he puesto tantas ganas siga creciendo. Somos 17 trabajando, y empezamos dos.
–Alberto Núñez Feijóo.
–Yo me considero de centro, y por eso ahora estoy feliz con Feijóo, que es un líder moderado. Creo en un partido en el que quepamos todos: yo con mi manera de pensar, y mi padre que está más a la derecha que yo. Con Feijóo vuelvo a sentir que quepo en el PP y que estamos en muy buenas manos. Siempre quise que él fuese el líder del partido.
–¿Por qué tiene relación con él?
–Mi padre, al que llama 'el pediatra', y él se llevan muy bien desde hace mucho tiempo.
–Pablo Casado.
–Una decepción. No ha sabido gestionar su tiempo.
–Teodoro García Egea.
–Teodoro y yo no hemos tenido un 'feeling' especial nunca.
–Isabel Díaz Ayuso.
–¡Alberto Núñez Feijóo!
–¿Un Más Allá hay?
–Estoy segura. Hay gente muy querida que ya no está aquí con la que me volveré a encontrar.
–¿Usted es pija?
–[Risas] ¡No! A lo máximo que podría llegar es a 'hippie-pija'.
–¿Qué no hará nunca?
–Depender de nadie. Me lo aconsejó mi abuela.
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