El pillaje más crudo
La muerte de 95 personas en Tlahuelilpan al explotar un oleoducto 'pinchado' recuerda que la industria petrolera se apoya en la corrupción, la desigualdad y la miseria
GERARDO ELORRIAGA
Martes, 29 de enero 2019, 13:29
Un halo de misterio envuelve a los oleoductos mexicanos, y es que no existen respuestas convincentes para explicar sucesos como el que tuvo lugar en Tlahuelilpan, en el Estado mexicano de Puebla, el pasado viernes, cuando la ruptura de una tubería atrajo a numerosos individuos provistos de todo tipo de recipientes y dispuestos a llevarse su ración de oro negro. Los soldados que custodiaban el tramo dañado no evitaron el saqueo y decenas de personas se surtían de combustible con absoluta impunidad cuando el dispositivo se incendió. 95 personas han perecido en este incidente, uno más de los muchos que se producen como consecuencia de una práctica extremadamente peligrosa, y no solo en México.
Este expolio se ha convertido en un negocio lucrativo a lo largo del planeta, allí donde los yacimientos han generado una industria extractiva relevante. Los accidentes dramáticos son frecuentes, aunque ninguno se asemeja, hasta ahora, al que tuvo lugar en la aldea nigeriana de Jesse la noche del 18 de octubre de 1998. Nadie sabe realmente cómo se desencadenó el apocalipsis. Algunos testigos hablan de un oleoducto perforado por delincuentes del que comenzó a manar petróleo, decenas de personas que intentaban recuperar el fluido derramado y una chispa fatal que escapó de un soplete, mientras que otros apuntan que la instalación se hallaba en mal estado de conservación, que la ruptura fue fortuita y que atrajo a muchos nativos, incluso a varios inconscientes que intentaron recoger el líquido mientras fumaban.
El estallido es la única certeza que comparten todos los que se hallaban allí y pudieron contarlo. La enorme deflagración se extendió por todo el lugar, arrasó la aldea donde muchos vecinos dormían y se convirtió en una lengua de fuego que quemó cultivos y se propagó por las poblaciones aledañas. Los medios de información locales apuntaron que el primer día murieron casi instantáneamente 250 personas, que muchas más fallecieron posteriormente y que el balance final alcanzó las 1.100 víctimas mortales. Las llamaradas se expandieron sin control y no fue hasta cinco días después cuando bomberos llegados desde Estados Unidos consiguieron extinguirlas gracias al empleo de una espuma rica en nitrógeno.
Los beneficios de las petroleras contrastan con la miseria y la degradación de las zonas de extracción
El peligro inherente a esta rapiña no impide la proliferación de los ataques. Tan sólo una semana antes del accidente en el país norteamericano, se produjo un hecho similar en Nigeria. Un camión cisterna volcado llenó un foso con el carburante derramado y los sesenta lugareños que se afanaban en su recogida resultaron atrapados en el incendio del lago artificial. No hay estadísticas precisas porque muchos de los afectados, incluso con quemaduras graves, prefieren morir en sus casas antes que ser arrestados en los hospitales.
Un negocio a gran escala
Pero el tráfico ilícito vinculado al petróleo y sus derivados no se limita a las 'tomas calientes' o perforaciones imprevistas, sino que también incluye desviaciones permanentes a depósitos clandestinos. El robo de hidrocarburos es un fenómeno de grandes dimensiones en todo el mundo y se halla vinculado tanto a bandas locales como a grandes organizaciones. El negocio posee múltiples variantes. A menudo, quienes pretenden beneficiarse de algún oleoducto dañado han de pagar una tasa a grupos de delincuentes que controlan el acceso.
El 'huachicoleo', como es denominado el robo de gasolina en México, da lugar a un comercio al menudeo. El botín se ofrece en pequeños cobertizos junto a la carretera, enmascarados bajo carteles que anuncian la venta de café y fruta o la reparación de llantas. Ahora bien, aquellos que adquieren a buen precio el combustible corren el riesgo de dañar su motor por una gasolina generalmente adulterada.
La escala del robo varía en función de los actores implicados. Por un lado, están los ciudadanos de a pie en un país donde la mitad de la población sobrevive en la pobreza, y por otro, los grandes traficantes. Las operaciones más ambiciosas implican a Pemex, la gran empresa nacional del petróleo, los carteles de la droga y cadenas de gasolineras que distribuyen los recursos desviados. Los Zetas extraen el crudo directamente de los pozos petrolíferos y lo embarcan rumbo a Estados Unidos. Las estimaciones hablan de que por cada cargamento legal tienen lugar uno o dos ilegales. Pero los delitos no se limitan a la mera sustracción. Las plataformas situadas mar adentro se han convertido en objetivo de piratas, que las abordan para robar sus equipos electrónicos.
Los abusos y delitos en torno al petróleo también tienen lugar en Venezuela y a muy diferentes dimensiones. Una red de funcionarios cercanos al régimen sustrajo 1.000 millones de euros durante 2014 y 2015 de la firma petrolera nacional Petróleos de Venezuela S.A., mientras que, a diario, decenas de vendedores colombianos o 'pimpineros' venden la gasolina subsidiada en la república vecina y contrabandeada a través de la frontera por bandas de paramilitares. Las garrafas de 20 litros o 'pimpinas' aparecen desplegadas en las aceras junto a montículos de mangos y otras frutas tropicales.
En Ecuador, la diferencia entre el volumen de crudo que parte de las estaciones de bombeo en el Amazonas y los registros de los embarques en la costa de Esmeraldas también evidencia que las sustracciones son habituales. En este caso, los asaltos se producen con la impunidad que ofrece el amparo institucional. Las acusaciones en el país andino apuntan a técnicos de Petroindustrial, capaces de implantar el correspondiente 'bypass' para desviar el flujo hacia sus propios contenedores.
Trágico goteo de robos
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México Las autoridades del país norteamericano contabilizan en cerca de 15.000 los ataques sufridos por su red de oleoductos el pasado año. Tan sólo en Tlahuelilpan, donde el pasado viernes murieron un centenar de personas en un incendio, se contabilizaron 23 'pinchazos'. Detrás de muchos de estos ataques grupos de narcotraficantes.
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Venezuela El embargo internacional al petróleo venezolano ha impulsado su venta fraudulenta. El contrabando de gasolina entre Venezuela y Colombia se cobra 100.000 barriles diarios. Se calcula que durante 2014 y 2015 una red de funcionarios corruptos vinculados al régimen sustrajo cerca de mil millones de euros en petróleo robado.
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Nigeria El tráfico ilícito genera en Nigeria pérdidas cercanas a los 1.300 millones de euros mensuales, a los que se suma una riada de muertes por incendios fortuitos de las redes 'pinchadas'. En el accidente más grave, ocurrido en 1998, 250 personas murieron en un primer momento y cerca de 1.100 en total al explotar una conducción.
El petróleo también puede dar cuenta de los problemas de un país. El delta del río Níger, la zona de extracción en Nigeria, ha sufrido las consecuencias de una explotación salvaje, carente de cualquier respeto medioambiental. Las comunidades locales demandaron a la compañía Shell por los vertidos en un ecosistema excepcional, pero los conflictos se han desbordado en actos de violencia que han llegado a paralizar la industria en la primera potencia africana. Con relativa frecuencia, bandas delincuenciales y organizaciones armadas de tendencia separatista secuestran buques cisterna en esta zona, situada al sureste del país.
El 'mal holandés'
Los pinchazos a oleoductos suelen provocar periódicamente tragedias de gran magnitud. Además del drama de Jesse, destaca otra explosión que devastó en 2006 un suburbio de Lagos, una de las metrópolis africanas. La deflagración carbonizó a más de doscientas personas que recogían el combustible que manaba de un camión, pero la bola de fuego se propagó más allá, incendiando todo el barrio.
La permeabilidad de ciertas fronteras, la supresión de aduanas y el intenso atractivo de los precios subsidiados se hallan detrás de otras rutas clandestinas. El desierto que separa Marruecos y Argelia ha favorecido el contrabando de combustible argelino, las mafias centroasiáticas trafican con el crudo extraído en Azerbaiyán y las asiáticas desvían combustible procedente de Malasia, donde su precio, controlado a la baja por la Administración, incentivó su contrabando hacia Thailandia o Camboya, donde no hay regulación estatal.
El petróleo ha cambiado, súbitamente, el perfil económico de los estados productores, pero, a menudo, también ha agudizado sus abismos sociales. El 'mal holandés' es un término económico que hace referencia al impacto de la llegada masiva de divisas asociado a ese enriquecimiento rápido, pero no hay un síndrome que denomine la falta de escrúpulos ligada a la gestión de enormes ingresos, o a la depauperada condición de poblaciones desplazadas o empobrecidas por la ruina ecológica generada por las explotaciones. Los pinchazos en los oleoductos, a menudo, reflejan ese dramático trasfondo de miseria y corrupción.