Borrar
Los Reyes saludan a Juan Pablo I en el Vaticano. Abajo, con quien sería su sucesor, el cardenal Wojtyla. Ala derecha, tras ser elegido papa. EFE
Juan Pablo I pierde el misterio

Juan Pablo I pierde el misterio

40 años después de la muerte del 'Papa de la sonrisa', protagonista de uno de los pontificados más breves, 33 días, se desvanecen las teorías sobre su posible asesinato

DARÍO MENOR

Lunes, 1 de octubre 2018, 10:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Era la tarde del 27 de septiembre de 1978. Albino Luciani, que se había convertido 32 días antes en obispo de Roma con el nombre de Juan Pablo I, estaba rezando en la capilla del apartamento pontificio del Palacio Apostólico cuando empezó a sentirse mal por un dolor en el pecho. Le acompañaban sus secretarios personales, el italiano Diego Lorenzi y el irlandés John Magee, que había ejercido esta misma responsabilidad con Pablo VI y luego la continuaría con Juan Pablo II.

Luciani no le dio demasiada importancia a la indisposición, que se le pasó pronto. La achacó a un dolor reumático y pidió a Magee y a Lorenzi que no avisaran a los médicos. Tal vez no quería molestarles, pues le habían visitado ya tres veces en un mes sin encontrar ningún problema particular de salud en este hombre de 65 años que estaba llamado a protagonizar uno de los pontificados más breves de la historia de la Iglesia.

Concluida la oración con Magee y Lorenzi, Luciani cenó con normalidad y atendió una llamada telefónica del entonces arzobispo de Milán, el cardenal Giovanni Colombo. Tenían que tratar el nombramiento del nuevo pastor de una importante archidiócesis italiana. Antes de irse a dormir, Juan Pablo I pasó por la cocina para dar las buenas noches y agradecer la cena a las cuatro monjas que atendían el apartamento pontificio y con las que hablaba en el dialecto italiano propio del Véneto, ya que provenían de su misma región. Con la más joven de ellas, Sor Margherita Marin, que tenía entonces 37 años, había estado charlando por la tarde cuando la vio planchándole las camisas. Le pidió disculpas por hacerle trabajar tanto y le dijo que solo le planchara los puños y los cuellos, las únicas partes que quedaban a la vista. Tras despedirse de Sor Margherita y de las otras tres religiosas, Luciani se retiró a su habitación a dormir y ya nunca más le vio nadie con vida. Acabó con él un infarto de miocardio que había dado un aviso con el dolor en el pecho de unas horas antes al que nadie dio importancia.

Los papados

  • 31 años permaneció de Papa Pío IX (11.560 días de 1846 a 1878). Fue el papado más largo de la historia, seguido del de Juan Pablo II, con 26 años y medio, de 1978 a 2005.

El hallazgo al día siguiente del cadáver de Juan Pablo I solo 33 días después de su elección provocó tanta conmoción en los católicos como sorpresa en todo el mundo. Nadie podía explicarse cómo murió tan pronto y de manera tan imprevista, por lo que las especulaciones y las teorías de la conspiración no tardaron en surgir. Aunque en los 40 años pasados desde el fallecimiento han salido a la luz documentos y testimonios suficientes que esclarecen lo sucedido, para algunos el deceso del llamado 'Papa de la sonrisa' sigue rodeado de misterio. «Fue una muerte imprevista y esta, por definición, es siempre natural», puede leerse en el informe del médico pontificio que examinó el cadáver, Renato Buzzonetti, para quien la causa del fallecimiento fue una «cardiopatía isquémica», de la que «el infarto de miocardio es su más grave expresión». El testimonio de Buzzonetti salió a la luz en noviembre del año pasado en el libro 'Papa Luciani. Crónica de una muerte', escrito por Stefania Falasca, vicepostuladora de la causa de beatificación y canonización del predecesor de Karol Wojtyla.

«Entiendo que la literatura de misterio da dinero y resulta atractiva, pero la verdad ha salido a la luz. Todas las preguntas relacionadas con el fallecimiento de Juan Pablo I ya han sido respondidas, aunque haya algunos que sigan empeñados cuarenta años después en decir que fue una muerte violenta», explica Falasca, que además de vicepostuladora es periodista de 'Avvenire', diario propiedad de la Conferencia Episcopal Italiana, y que ha estudiado a fondo la vida de Luciani.

Milagro al otro lado del Atlántico

Albino Luciani va camino de los altares. El Papa Francisco firmó el 8 de noviembre de 2017 el decreto que proclama las virtudes heroicas de Juan Pablo I, por lo que desde entonces la Iglesia católica lo considera 'venerable', el escalón hacia la santidad previo a la beatificación. «Ya se ha identificado un posible milagro gracias a su intercesión y ahora lo tiene que examinar la comisión médica, la comisión teológica, los cardenales y después el Pontífice», explica Stefania Falasca, vicepostuladora de la causa de beatificación. «La presunta curación milagrosa tiene como protagonista a una niña de un país de América Latina que ya es adulta», dice sin poder dar más detalles.

Las 'zonas oscuras' que surgieron en torno a este caso estuvieron motivadas en un primer momento por la actitud de los secretarios personales, que actuaron con un evidente exceso de celo. «Hubo un error en la gestión de la muerte por parte de la maquinaria vaticana», asegura el vaticanista Andrea Tornielli y autor de 'Juan Pablo I, el párroco del mundo'.

«El cadáver se lo encontró Vincenza Taffarel, religiosa que llevaba con Luciani desde los tiempos en que era obispo de la diócesis de Vittorio Veneto y que además era enfermera. Solía llevarle cada mañana el café a su dormitorio. Junto a ella estaba Margherita Marin. En un primer momento no se quiso decir que una mujer, aunque fuera una monja, entraba en la habitación del Papa, porque les parecía que podía resultar escandaloso», explica Tornielli. El comunicado vaticano inicial omite que habían sido las religiosas quienes hallaron al Pontífice y dice en cambio que había sido Magee el primero en verlo muerto. La mentira, descubierta poco después, impulsó la teoría del misterio que ya había encontrado un filón en el hecho de que el fallecimiento llegara de manera tan repentina y en la negativa de los cardenales a que se le practicara una autopsia al cadáver.

«No tenía sentido hacérsela porque el Papa había comido lo mismo que el resto de personas que vivían en el apartamento pontificio», sostiene Tornielli.

«Parecía estar durmiendo»

Quienes quisieron ver un asesinato tras la muerte de Luciani utilizaron además la información que circulaba aquellos días en la Santa Sede acerca de las reformas que el nuevo obispo de Roma quería hacer en el Instituto para las Obras de Religión (IOR, la banca vaticana) y la poca sintonía que tenía con su entonces presidente, el cardenal estadounidense Paul Marcinkus. El 'banquero de Dios', como se conocía a este poderoso purpurado, se vería años después salpicado por el escándalo financiero del Banco Ambrosiano. «Juan Pablo I tenía la idea de llevar a cabo una profunda reforma», asegura Tornielli. «Quería abrir una gran ventana para que entrara aire fresco en la Iglesia católica».

El misterio que rodeó a la muerte de Luciani se explica también porque el Vaticano pidió a las monjas que le asistían en el apartamento pontificio que mantuvieran silencio sobre lo acontecido. «Cuando se abrió el proceso de beatificación vimos que faltaban testimonios clave y pedimos interrogar a Margherita Marin. Nos ofreció una declaración de gran valor jurídico y alta credibilidad, pues ella no tiene interés alguno de hacer carrera», explica Falasca. La religiosa, que conserva intacta la memoria y lleva una vida muy activa, pues incluso sigue conduciendo, describió con estas palabras cómo ella y Sor Vincenza encontraron el cadáver del 'Papa de la sonrisa' alrededor de las 5.30 horas del 28 de septiembre de 1978: «Estaba en su cama, con la luz sobre el cabecero para leer encendida. Tenía dos cojines detrás de la espalda que lo mantenían un poco levantado. Las piernas las tenía extendidas y los brazos sobre las sábanas. Estaba en pijama y entre las manos agarraba algunos folios escritos a mano. La cabeza estaba girada un poco hacia la derecha con una ligera sonrisa. Tenía las gafas apoyadas sobre la nariz y los ojos medio cerrados. Parecía que estuviera durmiendo».

Aquellos folios también generaron controversia. En un primer momento se dijo que Juan Pablo I estaba leyendo un ejemplar de 'Imitación de Cristo', todo un clásico de la literatura mística, aunque Sor Margherita aclaró que se trataban de unos apuntes para, probablemente, prepararse el Ángelus del domingo siguiente o la próxima audiencia general de los miércoles.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios