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Existe un instante inaudito, digno de formar parte del imaginario nazareno murciano y ejemplo, uno más, de la dualidad que atesoran nuestras cosas. Porque siendo ... la Semana Santa en estas tierras algo festivo y de algarabía evidente, surca en la noche de Jueves Santo un cortejo que, llamándose del Silencio, atesora las más sonoras voces de la Pasión en la capital.
Desde el instante mismo en que el cofrade del Silencio viste su túnica morada y negra no pronunciará una palabra hasta que concluya su estación de penitencia por las calles de la ciudad. Silencio de recogimiento que desde el año 1942 ensalza por Murcia un Cristo anónimo del siglo XVI que, entre las diez en punto y la medianoche, culmina en la ciudad la Pasión más sobria. Pero ese silencio, casi de forma paradójica, es quebrado a cada esquina por los cánticos de destacadas formaciones musicales que honran al Señor de San Lorenzo.
La tuna, las capillas de canto, los auroros... Unos y otros acompañan el paso del Crucificado por calles cuajadas de fieles en la gran procesión del Refugio, que hace detenerse por unos instantes el trasiego de una tarde de Jueves Santo festiva.
Apagadas las luces de calles y plazas, avanza el sobrio cortejo hacia Belluga en un inmenso silencio, entre las filas de faroles o el retintín metálico de la campana, de mango de madera, que ordena a los estantes, más anderos, a proseguir la marcha.
Las voces de las corales vienen empedrando el suelo de un triste lamento cofrade, un rumor un tanto incierto que luego se aclara y se expande: ¡No buscad entre los vivos a quien hace rato que ha muerto! Auroros que con sus salves presagian el Santo Entierro que mañana recorrerá el mismo itinerario nazareno.
Apenas se permite esta institución licencia cofrade, salvo su espectacular entrada a la sede canónica cuando, después de cumplir la estación de penitencia, los hermanos del Refugio se arrodillan ante el templo para tributar el último homenaje a su Cristo muerto. Mientras retumban las notas finales del Orfeón Fernández, al otro lado de la ciudad comienza a levantarse cierto rumor de túnicas en la plaza de San Agustín.
Apenas restarán entonces unas horas para que el Señor de San Lorenzo vuelva a experimentar toda la Pasión murciana, en esta ocasión, en la mañana de Salzillo, la jornada 'morá' más bella de la ciudad.
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