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El Viernes Santo lleva el apellido marrajo y el Sábado Santo no es para menos. La cofradía del tiburón apuró sus últimas horas de salir ... a deslumbrar por las calles cartageneras. Con la suerte de no haber tenido que lidiar con lluvia –muy a pesar a los californios–, este sábado sacaban a las calles sus dos últimos cortejos pasionales, el de la Vera Cruz y el de las Santas Mujeres. Un adiós perfecto a la Semana Mayor tras las multitudinarias procesiones dedicadas al centenario de La Piedad o el siempre tierno y conmovedor encuentro del Jesús y la Pequeñica frente al Palacio de Aguirre en la madrugada morada.
Apenas faltaban unos minutos para que las campanas dieran las seis de la tarde cuando el Brilliance of Seas llamaba a todos a regresar a bordo antes de zarpar y retomar su travesía por el Mediterráneo. La salida de los cruceristas, sin embargo, no dejó ni mucho menos vacías las calles de la ciudad. Gran cantidad de turistas nacionales se juntaron a los cartageneros. Todos con ganas de disfrutar el puente, llenaban ya las terrazas desde mucho antes para pasar el 'tardeo' en los bares; a la espera de que la rampa de Santa María de Gracia viera salir los primeros tronos.
Con poco viento y temperatura agradable, salieron del templo de la calle del Aire los guiones marrajos, seguidos del estandarte de la Cofradía y una nutrida escolta de 'judíos' y Granaderos Cadetes. Abrían paso a las dos reliquias más significativas: el sudario y el Santo Cáliz, agrupación esta última que, como se encargó el hermano mayor, Francisco Pagán, de recordar durante el Cabildo de las Yemas, celebra los 100 años de la adquisición de su imagen e incorporación a las procesiones marrajas.
La desfile de este sábado no era de los más populares o al menos de los que más salen en los folletos, pero sí es muy especial, no solo para los marrajos, sino también para los estudiantes. Algunos pocos, los más procesionistas, se acercaron a ver salir a las Santas Mujeres desde la sede del rectorado de la UPCT, en el antiguo edificio de La Milagrosa. «Cada vez viene más gente. Antes estábamos cuatro gatos», comentaba uno de los infalibles a esta cita.
La luz eléctrica dio entonces paso a la tenue iluminación de las velas de los hachotes. Nazarenos morados, a los que siguieron los capuces azules y el tercio femenino de la agrupación de estudiantes, fiel acompañamiento de las imágenes de la Virgen de la Soledad, María Magdalena y María de Cleofás, que aguardaban bajo carpa a la entrada del rectorado, donde tuvo lugar un breve acto para rezar y rogar amparo a la imagen más venerada de la universidad cartagenera.
Con el acompañamiento de la Unión Musical Carthagonova, que entonaba en sucesivas ocasiones el himno académico –el 'Gaudeamus igitur'–, llegaron a paso firme hasta el cruce entre las calles Duque y Caridad. Recién acababa de pasar el tercio del Santo Sudario –imitación del de Oviedo– cuando desfilaron por allí las 140 mujeres portapasos. Ataviadas con su beca, fueron aplaudidas y vitoreadas por el público en reconocimiento a su esfuerzo y sacrifico bajo andas.
Así, el trono de las Santas Mujeres quedó plenamente integrado en el cortejo para subir toda la Serreta y continuar su procesión por la calle del Parque, Santa Florentina y continuar hasta Puerta de Murcia, Cañón y Aire para regresar a Santa María.
Por la cola avanzó otro trono femenino, el del Santo Amor de San Juan, que si bien inició su andadura en la Semana Santa junto al Cristo yacente, finalmente se ha consolidado como uno de los protagonistas del sábado de pasión. Cerrando el cortejo y despedida marraja, estuvieron el tercio y trono de la Vera Cruz y el trono de la Santísima Virgen de la Soledad de los Pobres, consolada por su inseparable piquete de Granaderos.
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