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Las doradas alas que a todos los oriolanos acogen
La Gloriosa Enseña del Oriol abandona el Ayuntamiento para desfilar por las calles acompañada de una riada de alegres comparsistas
A veces parece que solo y cuando la Selección Española triunfa, se abre una ventana de oportunidad para presumir de pertenencia a tu país lejos de trifulcas político-ideológicas. En Orihuela ese problema, por suerte, no existe. Ese día de celebrar y presumir sin empacho de mostrarse orgullosamente oriolano tiene su cita puntual siempre, cada 17 de julio. El Día del Pájaro une y reúne a todos los oriolanos, sean del bando cristiano o del musulmán, piensen como piensen o hayan nacido donde lo hayan hecho. Todos quedan hermanados en torno a la figura de doradas alas. Como antaño la Gloriosa Enseña del Oriol llamaba a todos los pueblos de la Gobernación de la que era capital Orihuela a movilizarse para la batalla, en nuestros tiempos es símbolo de júbilo que arrastra con fervor a cientos de fieles a unirse a una fiesta singular que cuenta ya nada menos que medio siglo de historia.
El Ayuntamiento, este martes y al toque de campanas de las doce, ya era un bullir de emocionados comparsistas. Chelo Moñino, la quinta oriolana en tener en gran privilegio de portar la señera desde que el acceso al honorífico cargo se abriera a todo el pueblo, reivindicó en su discurso futuro para Orihuela y, en especial, para todos sus hijos que se ven obligados a despegarse de su querida tierra. Con ojeras fruto de las escasas horas de sueño, la Corporación municipal salía hoy a acompañar a su Síndica en la procesión cívica que más pasiones levanta de las fiestas de Moros y Cristianos más allá de los grandes fastos y exotismos de las espectaculares entradas mora y cristiana, que tendrán lugar este próximo viernes y sábado.
La señera estaba esta mañana en el balcón del Palacio del Marqués de Arneva, allí, en el privilegiado espacio donde la dejaron pasar la noche. Temprano, los ediles del Consistorio acudían para emprender la siempre delicada maniobra de descenderla. Sujetándola de las cuerdas carmesí estaban los ediles José Aix (Cs), Gonzalo Montoya (Vox), Carolina Gracia (PSOE), Víctor Valverde (PP) y Enrique Montero (Cambiemos). Abajo recibió la bandera gustoso, el alcalde, Pepe Vegara. Siempre en compañía del presidente de la Asociación de Moros y Cristianos, Manolo Ortuño, y los cargos festeros. La Armengola, Loli Sánchez, estrenó un vestido blanco con guiños al Oriol, mientras que especialmente llamativo fue el 'look' faraónico del embajador moro, José Francisco Rocamora (Negros Egipcios).
Antiguos Síndicos, cargos festeros y la Policía Local en traje marino de gala escoltaron junto a los maceros a la Corporación municipal para transitar de la mano los metros que separan la puerta del Palacio del Marqués de Arneva -hoy palacio consistorial- de la Catedral, a donde la comitiva acudió a recoger a esos dos luceros que alumbraron la toma del castillo de Orihuela por las huestes cristianas: las Santas Justa y Rufina. Ambas imágenes fueron devueltas de nuevo a su templo contiguo al propio Ayuntamiento.



El momento de inclinarse
Al paso del Oriol, la bancada del templo advocado a las dos santas alfareras lucía a rebosar. El ilustre prelado de la Diócesis de Orihuela, el donostiarra José Ignacio Munilla, oficiaba, como es costumbre, la misa de la Reconquista. Le acompañaron en el oficio el deán José Antonio Gea y el párroco José Antonio Martínez, entre otros destacados integrantes del clero diocesano. A pie de altar, se ubicaron las imágenes de las dos jóvenes mártires sevillanas, recién trasladadas desde la Catedral, y, en primerísima fila, la Gloriosa Enseña. A los costados sendas bancadas con las más altas autoridades. No acudieron, sin embargo, los ediles de PSOE y Cambiemos como muestra de rechazo a las sucesivas polémicas que el obispo protagoniza respecto de temas tan controvertidos como la homosexualidad o el aborto.
Concluidas las lecturas y demás prolegómenos de la eucaristía, la homilía de monseñor Munilla dio paso al mágico momento por el que todos vibran. La señera torcía su esbelta figura para inclinarse ante Dios en el momento mismo de la consagración y la dogmática transfiguración del pan ácimo en el cuerpo de Cristo.



Terminado el solemne oficio religioso, ya sí, los festeros tuvieron tiempo para danzar, gritar y festejar, vaso de cubata en mano, en el desfile que precede a la señera por las principales calles del casco histórico. Siempre con el ineludible acompañamiento musical de las bandas locales, a las que les tocó hacer de charanga. Los comparsistas, así, hicieron la tradicional vuelta a los puentes hasta regresar de nuevo al Consistorio. Muchos tuvieron en el camino la oportunidad de refrescarse. Ya fuera con pistolas de agua, metiéndose en las fuentes o bien porque algún apiadado vecino mitigó su sofocón con un buen barreño cargado hasta los topes. Todo y que, dicho sea de paso, este Día del Pájaro no ha sido de los más calurosos que se recuerdan, aunque siempre siempre es digno de mencionar que no haya ninguna insolación entre las autoridades a tenor de sus vestimentas, algo impropias para estar en plena canícula.
Camino del Rabaloche
Antes de regresar la señera al balcón, el Oriol desvió su trayectoria para recalar en el Rabaloche, antiguo 'Rabal Roig', casa de la Armengola y de los héroes Arún y Ruidoms, reducto de la mozarabía que, siempre según la leyenda, resistió en Orihuela a largos siglos de yugo sarraceno desde la muerte del godo Teodomiro. La encargada de encarnar estas fiestas a la histórica heroína, Loli Sánchez, y los embajadores moro y cristiano, Francisco López y José Francisco Rocamora, se plantaban frente al monumento a la Armengola que preside la plaza de Capuchinos. Allí depositaron la preceptiva corona de laureles timbrada con tres cintas teñidas con los colores de España, la Comunidad Valenciana y la Santa Sede.



En Capuchinos, con gran cantidad de gente siguiendo los actos desde los balcones de sus casas, hubo izado de la bandera y, de nuevo, el himno de la comunidad autonóma volvió a sonar como anoche antes de que ahora sí, la Gloriosa Enseña emprendiera de nuevo el camino de regreso al Consistorio, donde, bajo una lluvia de pétalos rojos, regresó a su lugar en la balconada y, como siempre, en recorrido estrictamente vertical. Allí permanecerá hasta las 00.00 horas, momento en el cual se dará por concluido el Día del Pájaro, no así los Moros y Cristianos. Queda mucho por festejar en adelante. ¡Arriba la fiesta!
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