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La Síndica Portadora, Chelo Moñino (a la derecha), durante su discurso con motivo de la exposición de la Gloriosa Enseña del Oriol.

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La Síndica Portadora, Chelo Moñino (a la derecha), durante su discurso con motivo de la exposición de la Gloriosa Enseña del Oriol. Eva Moya
Día del Pájaro

La Síndica reivindica un futuro para los jóvenes en Orihuela y una mayor integración de la costa y las pedanías

Chelo Moñino también llamó a los oriolanos a transmitir la pasión por las tradiciones de la ciudad y animó a la Asociación de Moros y Cristianos a no desfallecer hasta lograr el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Internacional

Miércoles, 17 de julio 2024, 03:14

Orihuela ya camina bajo las alas de su Gloriosa Enseña. Con la ciudad llamada a desfilar tras su pendón de batalla, los oriolanos celebraban con júbilo el toque de campanas desde lo alto de la gótica torre de Santa Justa y Rufina en el día en el que se conmemora la efeméride de la Reconquista del castillo por los cristianos. En el interior, el Salón de Plenos quedó en absoluta penumbra y el Pájaro abandonaba la sala que lleva su nombre camino del balcón. Los nervios se palpaban al otro lado de los ventanales del Palacio del Marqués de Arneva. Aquel que el público no ve. Recién acababan de llegar la Armengola, Loli Sánchez, y los embajadores moro y cristiano, Francisco Ruiz y José Francisco Rocamora, escoltados por el presidente de la Asociación de Moros y Cristianos, Manolo Ortuño. Salían de encabezar el desfile infantil y aterrizaban en el Palacio Consistorial para encontrarse con el alcalde, Pepe Vegara. «Solo os voy a dar un consejo. Disfrutad mucho. Y una cosa. El himno no se baila», les decía entre risas el primer edil con los galones que le preceden tantas noches mágicas de exposición de la bandera de todos los oriolanos. Seis de ellas subido al balcón como máxima autoridad festera.

Listos y en fila, la gente no podía esperar más para ver asomar el dorado emblema. Los luces en el exterior se hicieron y la Gloriosa Enseña ocupó ante los aplausos y vítores del pueblo el lugar central que le aguardaba en mitad de la balconada. A la diestra de la enseña, la Síndica Portadora del Oriol, Chelo Moñino, atentamente seguida por su familia desde dentro. A la siniestra, el alcalde tomaba posesión del atril para dirigir las preceptivas a los oriolanos. Bajo, aguardaban atentos la alocución del primer edil una nutrida representación institucional. En primera fila, frente a la entrada principal del Ayuntamiento, se ubicaron el diputado de Cultura de la Diputación, Juan de Dios Navarro, el alcalde de Elche, Pablo Ruz y la delegada del Consell en Alicante, Agustina Esteve. No acudió por segundo año el president de la Generalitat. Tras ellos, la mayor parte de los ediles de la Corporación vieron los discursos a pie de calle, en un rincón vallado y acondicionado para ellos y demás invitados.

«Una Orihuela en paz»

Las palabras de Pepe Vegara fueron de llamada a la concordia y a la unidad de la ciudad ante los retos que afronta. Pero también de reivindicación de su proyecto político como el encaminado, describió, a «conseguir una Orihuela en la que convivamos en paz, en la que nos encontremos cómodos, en la que podamos conseguir nuestras metas, en la que nuestros anhelos se vean satisfechos y nuestras aspiraciones se cumplan».

El que fuera presidente de la Asociación de Moros y Cristianos se detuvo especialmente en el 50 cumpleaños de las fiestas, al menos tal y como hoy se conocen. Algo que tildó de «un logro colectivo» que, dijo, ha transformado «un período prácticamente inhábil en unas jornadas dinámicas y atractivas para las visitas turísticas, ha potenciado el asociacionismo, ha favorecido la cultura, ha enaltecido las tradiciones y ha favorecido la economía oriolana».

El espíritu del Oriol

Pepe Vegara, asimismo, tuvo halagos y buenas palabras para los cargos festeros y concluyó insistiendo en ese mensaje de unidad, y al mismo tiempo, según se desprendía de sus palabras, de confianza. «Poco a poco los proyectos van tomando forma y sin prisas, pero sin pausa los iremos viendo convertirse en realidades. Son muchas las dificultades, pero mayor es la voluntad de vencerlas y, sin duda, con la ayuda de todos, lo haremos. Esperamos que el espíritu del Oriol inspire nuestros pasos para que nos lleven a esa Orihuela mejor para todos», expresó.

Acabadas las palabras de Vegara, le tomó el relevo Chelo Moñino. La Síndica, por su parte, hizo un relato de su vida como una trayectoria siempre ligada tanto a los Moros y Cristianos como a la Semana Santa. En este sentido y siendo consecuente con lo que ha venido defendiendo toda su vida, instó a los oriolanos a no eludir «el deber de conservar nuestras fiestas y tradiciones y entregar ese aval a las futuras generaciones que tendrán la misión de conservarlas y engrandecerlas». El futuro de dichas tradiciones, dijo, «pasa por saber transmitir esas vivencias, esos recuerdos que quedan en el corazón, ese amor que todo ello genera a nuestros niños y jóvenes, y garantizar así un futuro anclado en nuestras raíces más profundas».

El casco histórico, un infalible

La oportunidad que brinda ostentar el cargo, si cabe, más simbólico y antiguo que otorga el Ayuntamiento junto al de Caballero Cubierto es siempre terreno abonado a las reivindicaciones y Moñino no dejó escapar ese tren. Para la posteridad quedaron las palabras de su predecesor en el cargo, Baldomero Giménez. «Despertad, Orihuela agoniza», decía el empresario. Aquel baño de realidad fue, de alguna manera, atemperado por Moñino, que, sin esquivar el asunto, prefirió ser más propositiva. «Solicito a esta corporación que nos ayude a mantener y promocionar mucho mejor lo que ya tenemos, los museos que posee nuestra ciudad y que a veces no somos conscientes del gran patrimonio que poseemos. Una mayor señalización que oriente al viajero a visitar nuestro patrimonio cultural, nuestras preciosas calles y hermosos monumentos. A veces es necesario que vengan de fuera para que nos lo hagan ver», valoraba.

Ahora, por lo que más mostró preocupación la vigente Síndica fue por el difícil futuro de la juventud. Con muchos oriolanos que se ven obligados a abandonar su ciudad en busca de un futuro más próspero en otras ciudades, incluso del extranjero, Moñino pidió a las instituciones, asociaciones y empresas «que tengáis la sensibilidad necesaria, el interés y la visión de futuro para posibilitar que nuestros jóvenes puedan demostrar su talento en su ciudad, en su comarca, sin necesidad de poner esos talentos al servicio de otras comunidades. Facilitemos su desarrollo profesional entre nosotros brindándoles la oportunidad de ser profetas en su tierra. Así como facilitar el acceso a la vivienda».

Integrar a la costa y las pedanías

La Síndica también apeló al Ayuntamiento a la siempre complicada tarea de integrar un municipio tan grande, complejo y diverso como el oriolano. Chelo Moñino, en este sentido, reclamó hacer partícipes a todos los oriolanos de las fiestas, desde Barbarroja hasta Mil Palmeras. «Reivindico desde aquí que se haga un esfuerzo por integrar nuestro municipio, por generar un sentimiento oriolano, y porque ningún residente en el término municipal pueda sentir que no es tenido en cuenta».

Asimismo, Moñino, tras este emocionante cincuentenario de los Moros y Cristianos, trazó el siguiente objetivo. «Quiero dedicar el más emocionado recuerdo a aquellos que iniciaron esta fiesta hace ahora 50 años. Gracias a ellos estamos hoy aquí. Gracias a ese trabajo falta muy poco para conseguir la Declaración de Interés Turístico Internacional. Lo vamos a conseguir. Ojalá sea este año el que figure como primero de la internacionalidad», deseó.

Donaciones de órganos

La Síndica no quiso despedirse sin acordarse de Carmen, la mamá enferma de leucemia que hoy lucha por su vida y que ha levantado toda una campaña en redes para encontrar un donante de médula compatible. «Yo personalmente añado también la donación de órganos. Es de vital importancia la colaboración ciudadana. Sean conscientes de la gran labor que se puede hacer con un pequeño gesto desinteresado. Miles de personas necesitan un trasplante para seguir viviendo o mejorar su calidad de vida», terminó la Síndica, no sin antes gritar un enérgico «Arriba la fiesta».

Fiesta con el himno y las marchas

«Para ofrendar nuevas glorias a España», fue enseguida lo que sonó por los altavoces. La estrofa, como no podía ser de otra forma, fue inmediatamente seguida por el gentío congregado, el cual llegaba casi hasta la calle del Ángel. No hubo ningún oriolano que no entonase -o si acaso tarareara- con emoción el himno valenciano y, como es tradición en Orihuela, siempre en castellano. En el balcón, todos quedaron quietos en muestra de respeto hasta que la letra culminase con ese «Viva Valencia». No se dejaron llevar por todos esos festeros que balanceaban de un lado al otro, tal y como les instó Vegara. Justo al contrario que cuando, acto seguido, animaron con sus aspavientos y se desgañitaron a gusto en mitad del jolgorio de ambos bandos, entregados a la inconfundible marcha mora y a ese clásico de toda buena kábila que se precie: Paquito el Chocolatero.

La fiesta y convite se desarrolló después, ya intramuros del Palacio del Marqués de Arneva. El tiempo y las horas, en cualquier caso, recomendaban a las autoridades recogerse pronto porque, como novedad, este año el Pájaro descenderá del balcón -sin inclinarse, por supuesto- bien temprano. A las 9.30 horas, la enseña espera acudir puntual a la tradicional Misa de la Reconquista y, después, desfilar por las calles en muestra de oriolana fraternidad.

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