Shejina, una historia de comunidad
Sin ningún tipo de ayuda pública, esta asociación ha atendido a más de 250 jóvenes que se enfrentaban a adicción a drogas, depresión y conflictos familiares
Son las pequeñas historias las que cambian el mundo. El Jueves Santo celebramos en los países de tradición cristiana una revelación, pero también una conmemoración. ... Un grupo de personas, amigas, se reúne en torno a una mesa para celebrar sus creencias e iniciar un recordatorio de unión por siempre: la instauración de la eucaristía. La comunión, la común unión, lo que nos une en común con nuestros semejantes de entonces, de ahora y del futuro. En este siglo XXI tan convulso y desnortado, quizás hemos perdido en nuestro horizonte vital ese sentimiento de común unidad con nuestros hermanos y hermanas los habitantes de este planeta errante al que llamamos Tierra.
Una comunidad se construye cuando se comparten creencias y hábitos, cuando uno atiende más a la humanidad que a todos nos une que a las pequeñas diferencias que nos separan. Y para atender a lo común, tenemos que escapar de nosotros mismos y aceptar que la felicidad es estar contento con lo que se tiene, no con lo que se desea. Nuestro deseo muchas veces no atiende a las necesidades de los demás; cuando uno decide aceptar contento lo que le espera (aunque no sea lo deseado) ha logrado escapar de la trampa del deseo individual y entrar en otra dimensión más trascendente y perdurable. Permítasenos a un laico entender así la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, otro hecho que se conmemora el Jueves Santo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya». Es duro para cualquiera aceptar que ni el mundo ni la vida es como uno quisiera, pero cuando lo aceptas es cuando puedes cambiarlo tú y cambiarlo en común unidad con los demás.
Vamos a hablar de una historia de comunidad, una historia que, como todas, comienza por la decisión de una persona. La historia empezó en América Latina: Pedro conoció a un sacerdote que convivía con jóvenes con adicciones, donde el orden y el servicio eran las herramientas para sanarlos. De vuelta a España, con la ayuda de su devoción a la Virgen de Fátima, continuó su labor en las parroquias que le encomendó el obispo en Cieza, Mula y en el barrio del Espíritu Santo en Espinardo.
Pedro sabe que cada acción cuenta, por pequeña que parezca, de modo que si todos hacemos la parte que nos toca –y le recordamos a los demás su parte– podemos ser agentes de cambio, como en la famosa 'parábola del colibrí': yo hago lo que me toca, ¿y tú? Eso es lo que hace todos y cada uno de sus días el padre Pedro González Najas, un joven sacerdote orientado al servicio de los más necesitados a través de la Shejina, una asociación que se constituyó en 2023 con la ayuda de algunos colaboradores. Sin ningún tipo de ayuda pública esta asociación ha atendido a más de 250 jóvenes que se enfrentaban a la adicción a las drogas, la ansiedad, la depresión y los conflictos familiares.
Pero Pedro, con ayuda o sin ayuda, está dispuesto a seguir desarrollando lo que le toca o que él cree que le toca: «Esta Asociación no pretende ser un centro de desintoxicación. Entendemos que tiene que haber momentos para todo y que los jóvenes no deben sentirse encerrados. Es una casa, un hogar donde los chicos pueden sentirse queridos, escuchados y libres».
El compromiso y el ejemplo de Pedro y de los más de 40 voluntarios que le ayudan sugiere que el dinero no es lo más importante en la vida, pero ayuda. Sus únicos miedos son posibles injerencias en sus convicciones religiosas que son las que le mueven a hacer el bien social, y es que vivimos en el mundo, y por desgracia, no siempre todos entienden qué es hacer el bien social. Para nosotros, bien social es bien común, y el cristianismo es buen ejemplo de cómo las convicciones religiosas no se pueden entender si no ayudan a transformar el mundo desde el Amor. En una Semana Santa que muchos han convertido en meras vacaciones primaverales y de turismo de procesión, es esencial para los que aún consideramos importante nuestro legado cristiano entender que las creencias religiosas siempre se han de confirmar en el mundo, una actualización que nuestros últimos Papas han adoptado según los tiempos: desde el Concilio Vaticano II de Juan XXIII y Pablo VI, al «No tengáis miedo» frente a los totalitarismos de Juan Pablo II, la ejemplaridad en saber cómo y cuándo renunciar a los poderes de este mundo de Benedicto XVI, o el acercamiento del actual Papa Francisco a los problemas ambientales, sociales y de desigualdad que caracterizan nuestro mundo. Cada enfoque es personal siendo iguales las creencias: sólo renunciando a uno mismo somos capaces de unirnos a los demás para resolver los problemas comunes.
Shejina 'la Divina Presencia' es un buen ejemplo para reflexionar esta Semana Santa y especialmente hoy en el silencio de nuestra procesión del Jueves Santo por la noche.
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