Estancados
La rampa ·
El grave problema de que sean los partidos quienes deben acometer unas reformas que no deseanSoy uno de los aproximadamente siete millones de españoles que hace 45 años votamos a favor de la Constitución. Algo bueno tendrá cuando, hoy, según ... las encuestas, más de dos de cada tres se muestran satisfechos con ella, aunque, también lo dicen las encuestas, un porcentaje parecido opina que debieran introducirle algunas reformas, una manita de barniz.
Puedo asegurar y aseguro –como 'prometía' Adolfo Suárez por aquellos años– que en el envidiable consenso que se logró influyeron el miedo y el hastío. Miedo a que volviéramos a la inseguridad jurídica que conlleva todo régimen autoritario, y cansancio de soportarla. España no tenía por qué ser diferente, como difundía el eslogan turístico oficial, porque los españoles no lo éramos ni lo somos. Tenemos nuestras peculiaridades, claro. Una de ellas es el empecinamiento en no llevarnos bien, incluso en fechas tan señaladas como la del aniversario de la Constitución en la que, para conmemorar el consenso se emplea el disenso.
Un pasaje de la Biblia exhorta a que se proclame la palabra de Dios «con ocasión y sin ella», algo que nuestros actuales políticos profesionales practican, pero no con la palabra del Dios que nos invitó a que nos amemos sino 'su' palabra reprobatoria. No salen del laberinto del agravio y el vituperio en el que andan como pollo sin cabeza. No dan argumentos sino consignas políticas aferradas a lo que llaman 'hoja de ruta', no razonan, sino que publicitan. Un día sí y otro también, erre que erre, olvidando que la crítica y la reprobación continuas devienen en irritación y desconfianza.
La pregunta es si con estas actitudes, generalizadas a derecha e izquierda, tenemos los 'pintores' adecuados para dar el barniz que –siempre según las encuestas– necesitan algunos aspectos de la Constitución. Parece ser que no. No lo permite la partidocracia que ha ocupado los ámbitos de gobierno, de oposición y, como pretenden poco a poco, de la sociedad entera. Aquí es donde radica el grave problema, porque precisamente los partidos políticos, ellos, que no hacen autocrítica y que sacan de la foto a quien se mueva, son los encargados de hacer los retoques que necesita nuestro sistema democrático.
No veo otra solución que ciudadanos válidos, hoy silentes, capaces e instruidos, pero no sumisos, renueven la militancia de los partidos hasta convertirlos en un reflejo de la realidad social: pluralista y liberal.
Difícil.
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