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Me refiero en este artículo a la creciente agresividad 'medioambiental' que, cual banco de peces piraña, se desplaza bajo las aguas con la boca presta ... a devorar. No tienen los dientes de las pirañas, pero sí que muerden. Muerden y hacen daño al ánimo y a la pacífica convivencia. Les llaman redes sociales.º
Cuando hace un cuarto de siglo la tarea periodística me llevó a colaborar –muy modestamente– en el desarrollo de la edición digital de este periódico, las redes sociales eran un territorio virgen, un espacio de libertad para la comunicación y entretenimiento, pero no tardaron en convertirse en otra cosa, en una enorme, infinita plaza pública donde la libertad de expresión tantísimas veces trocó en libertad de insulto.
Hace un año justo (casualidad) en este mismo rincón comentaba el dato de que, según la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, «existe una mayor tendencia a decir expresiones de violencia (...) El caldo de cultivo que genera la política provoca que, a la hora de imponer un criterio o una opinión, vaya acompañada de un tono de exigencia, agresividad e impulsividad». Y no es cosa de los políticos –que también, por el mal ejemplo que dan en sus debates–, lo que provoca este comentario es el dato de que el insulto a través de las redes está creciendo exponencialmente entre adolescentes y jóvenes. Sí, hay otra vida, otra comunicación social y otra ignorancia o desentendimiento de realidades que desembocan en manifestaciones de odio, pero el odio en este caso no es la causa sino la consecuencia, la cosecha de lo antes plantado.
¿Cómo explicarlo a mis nietos?
Cuando un sector de espectadores del campo del Getafe gritó a coro «Ceballos, muérete», causa por la que el árbitro paró el partido y activó el protocolo antiviolencia, el futbolista del Real Madrid destinatario del macabro deseo estaba 'pagando' las culpas de una frase que dedicó al Getafe hace 9 años. La deleznable memoria del rencor. Y fue entonces cuando pensé que, en una sociedad tan fragmentada, por intereses o sentimientos que se culpan recíprocamente de todos sus males, viene a colación la famosa frase de Ortega y Gasset («Yo soy yo y mi circunstancia») y la circunstancia de cada uno es lo que tiene alrededor.
El alrededor que no vemos son las redes sociales y si en ellas no se moderan los contenidos y se permiten los discursos de odio, terminaremos creyendo que el insulto es lo normal.
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