El cáncer no es un lazo rosa
Las tasas de supervivencia en el de mama superan el 90% en cinco años. Aun así, sigue siendo la primera causa de muerte por cáncer entre las españolas
Un año más, el 19 de octubre, se ha celebrado el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama, el tipo de cáncer más frecuente entre ... las mujeres. El color rosa, asociado a la concienciación sobre la devastadora enfermedad, se popularizó en los años 1990. No creo que les sorprenda si les digo que fue una ocurrencia americana. La fundación Susan G. Komen organizaba eventos deportivos para recoger fondos para investigación y actividades relacionadas con la prevención del cáncer de mama. En una de sus carreras, Race for the Cure, celebrada en Nueva York (1991), repartieron cintas rosas entre las participantes. El gesto fue imitado en otras campañas americanas y el color rosa pasó a convertirse en un símbolo mundial. Para entonces el rosa ya estaba ligado a todo lo femenino, al cuidado y la delicadeza. Es curioso, porque históricamente el rosa, una variante suave del rojo, era el color de la valentía y la fuerza. En el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, en el mercado americano, los colores comenzaron a adquirir nuevos significados vinculados a los roles de género que emergieron en el periodo de posguerra. Y entonces la industria, particularmente del textil, sentenció que el azul se asociara a los niños y el rosa a las niñas.
El rosa está asociado al cáncer de mama y tiñe todas las actividades que se realizan en octubre con el objeto de visibilizar esta enfermedad. Monumentos de nuestras ciudades se tiñen de rosa, también las calles con carreras solidarias o actos deportivos; y por supuesto, las redes sociales. Que sea una enfermedad tan mediática también ha provocado que emerja una cara ligera, casi frívola. Algunas empresas hacen un uso comercial de estas consignas para fomentar su popularidad y, sobre todo, sus ventas. Se realizan campañas con productos y diseños para atraer a consumidores que apoyen la causa. Ha sucedido que la contribución económica a la investigación, o a las organizaciones benéficas con las que colaboran, es poco transparente. También hay empresas que hacen gala de su lucha contra el cáncer de mama, pero sus productos contienen componentes químicos potencialmente relacionados con el cáncer. Como la conciencia social cada vez es mayor, cuando estos casos saltan a la prensa causan un daño reputacional importante que sirve de advertencia a las demás empresas.
La parte 'buena' del cáncer de mama es su visibilidad. Todos tenemos cerca a una mujer que ha sufrido, o sufre, cáncer de mama. Si no la conocemos, la conoceremos. Las mejoras en los tratamientos, la detección precoz y la concienciación han permitido que las tasas de supervivencia mejoren y que sean superiores al 90% en cinco años. Aun así, sigue siendo la primera causa de muerte por cáncer entre las mujeres españolas, con más de 6.500 víctimas anuales. Otras enfermedades específicamente femeninas no reciben tanta atención, y por tanto sus pacientes no se benefician ni de los fondos para la investigación, ni de la compresión social que rodea al cáncer de mama. Pervive todavía un importante sesgo en la investigación médica que tiene múltiples manifestaciones. Por un lado, la asignación siempre finita de recursos hizo que los responsables en esta decisión no dieran importancia a enfermedades que eran genuinamente femeninas. Esto afectaba, y afecta, fundamentalmente a enfermedades del aparato reproductor, o a otras enfermedades, como la fibromialgia o la depresión. Adicionalmente, los análisis clínicos y los estudios médicos se han realizado mayoritariamente con hombres, y ahora se sabe que no todos los tratamientos funcionan igual en unos y otras.
Este comportamiento –hoy muy denunciado y en jubiloso retroceso– ha provocado una brecha preocupante. Se conoce relativamente poco cómo algunas enfermedades graves se manifiestan en las mujeres. Un caso relevante son las enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte entre las mujeres. Un estudio de la prestigiosa revista 'Nature Communications' señalaba que las mujeres estaban infrarrepresentadas en los estudios cardiovasculares, lo que provocaba que se sabía menos de su sintomatología y del efecto de los fármacos a la hora de plantear su prevención y recuperación. El cáncer de mama, como dije, es una excepción notable, goza de un elevado grado de sensibilidad y visibilidad social. Está muy bien que se repartan lazos rosas, pero mucho mejor que se empleen fondos públicos y donen fondos privados a la investigación.
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