Ansiedad
La presión sufrida por las empresarias, que las lleva a asumir más responsabilidades y largas jornadas, tiene un alto precio emocional
Ansiedad de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor». Así empieza una bella melodía compuesta por el venezolano Chelique Sarabia e inmortalizada por Nat ... King Cole, quien la grabó en español en 1958, y la convirtió en un éxito internacional. La letra, para quienes no la estén tarareando en ese momento, expresa el anhelo por estar con la persona amada, teñido de deseo y melancolía.
La ansiedad suele ser menos poética de lo que nos contaba la bella voz aterciopelada del cantante de Alabama, porque cuando se presenta de forma excesiva, o persiste en situaciones cotidianas, puede ocasionar un problema de salud mental. Este malestar emocional suele presentar síntomas diferentes en hombres y mujeres, y también les afecta de manera desigual. Según la Encuesta Nacional de Salud (2023), los trastornos de la ansiedad afectan al 10% de la población española. Si la cifra se desagrega por sexos, la incidencia en mujeres es el doble que en hombres (14% frente a 7%). El impacto de este trastorno en la vida cotidiana es importante: aumenta el riesgo de desarrollar otros trastornos mentales, como la depresión; problemas físicos, como el insomnio o la hipertensión. Derivado de lo anterior, la ansiedad puede influir negativamente en la actividad económica de las personas, así como en sus relaciones sociales. Y aunque suene muy prosaico, esto se traduce en un coste económico, una pérdida de productividad y, por lo tanto, de generación de renta e ingresos.
Entre los diferentes grupos sociales, el empresarial está más expuesto a experiencias vitales estresantes y circunstancias psicológicas que provocan niveles mayores de ansiedad, debido a las características de su actividad, y los expone a niveles más altos de presión en la toma de decisiones, incertidumbre, y carga laboral. En una investigación en curso, Manuel Ruiz-Adame (profesor de la Universidad de Granada, psicólogo y economista de la salud) y yo, analizamos –entre otros elementos de salud mental– los niveles de ansiedad en mujeres empresarias y directivas. El análisis era para una región concreta de España, Galicia, si bien estamos ampliando la muestra al resto del país. Los resultados iniciales mostraban que los niveles de ansiedad eran altos entre las mujeres en puestos de responsabilidad: exhibían un valor medio de 6,23 puntos sobre una escala de 9 puntos. Más del 75% de todas las mujeres encuestadas en la investigación (casi 200) reportaban varios de los cuatro signos principales de ansiedad (dificultades para relajarse, excitación, preocupación, irritación).
Pese a esta circunstancia, las mujeres empresarias declaraban una alta satisfacción con su trabajo. Muy pocas deseaban dejar su empresa, o su cargo de responsabilidad. ¿Contradictorio? No, es un fenómeno también constatado en estudios internacionales y que evidencia el alto nivel de resiliencia de las mujeres en puestos de responsabilidad, porque han desarrollado habilidades de gestión para afrontar dificultades y alto estrés. Sin embargo, la satisfacción y la propia independencia que ofrece una posición de autonomía, como ser empresaria, no va exenta de un precio.
La presión sufrida por las empresarias, que las lleva a asumir más responsabilidades y largas jornadas de trabajo, sí tiene un impacto negativo en su rendimiento laboral y un alto precio emocional. Ante una reunión con un potencial cliente, una entrega que realizar, un acuerdo que cerrar, lo primero que se recorta es el autocuidado, cancelar actividades con quienes más queremos, delegar en terceros el cuidado de niños y mayores. Sensación de incapacidad, de desbordamiento, unido al sentimiento de culpa son frecuentes.
Además de la necesidad de tomar conciencia de estas situaciones y de visibilizarlas, es importante que desde el sector empresarial y la administración pública se reconozca la importancia de la salud mental y adopten más medidas proactivas, fomentando un ambiente de trabajo saludable. También es importante que una, en la medida de sus posibilidades, ejerza el difícil ejercicio de decir que no a un encargo fuera de plazo, a una reunión después del horario laboral, a una llamada importante tras la jornada profesional ya cerrada. El trabajo ocupará todo el espacio que le demos. Esto lo describió muy bien el historiador Cyril Northcote Parkinson, y se lo contaré otro día. Por hoy, si he logrado que se despegue de su tarea para escuchar 'Ansiedad', por Nat King Cole, me doy por satisfecha.
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