Coches eléctricos, ¿a quién creer?
Un examen de las posiciones de los distintos actores del sector podría contribuir a reducir los niveles de confusión existentes
En varias ocasiones, y desde estas páginas, me he referido a las alternativas a los vehículos de combustión, sin que hasta la fecha mis apreciaciones ... hayan sido cuestionadas por la realidad, lo que me anima a seguir opinando sobre los cambios que afectan al sector del automóvil, al que he estado vinculado profesionalmente durante muchos años.
En nuestro país, que sigue siendo el segundo productor de automóviles de Europa, se estima que las ventas del presente ejercicio crecerán en torno al 6%, aunque con una cifra inferior a la de 1.250.000 unidades de antes de la pandemia y a la de 1,5 millones de antes de la crisis de 2008. Además, el mercado de vehículos eléctricos, híbridos y enchufables no crece y se aleja notablemente respecto a las previsiones, algo parecido al resto de países europeos.
Posiblemente, un examen de las posiciones de los distintos actores del sector podría contribuir a reducir los niveles de confusión existentes.
En primer lugar, está la posición de los fabricantes, no en su totalidad uniforme en su estrategia, que sostienen haber cumplido sus compromisos respecto a los coches eléctricos, acometiendo inversiones millonarias que no se han visto correspondidas ni con la ejecución de las infraestructuras necesarias ni con el crecimiento de la demanda, considerando, además, que se han forzado demasiado los plazos de la electrificación, en contraste con las sensibilidades medioambientales de China y Estados Unidos.
En estos momentos en donde la oferta supera claramente la demanda, el actual portavoz de los fabricantes europeos, Luca Di Meo, máximo dirigente del grupo Renault y persona altamente cualificada y respetada en todos los ámbitos, plantea dos opciones: o los plazos establecidos por Bruselas para la limitación de las emisiones de CO2 se amplían por dos años más, o las producciones de las factorías deberán reducirse notablemente, con pérdidas económicas difícilmente asumibles y una drástica reducción del empleo. Personalmente, considero que cabrían otras alternativas, pero en todo caso costosas.
En segundo lugar, la postura de nuestro Gobierno tiene una doble vertiente, ya que junto a las decisiones que adopte en nuestro país (puntos de recarga rápida, ayudas efectivas en el momento de la compra, fiscalidad, etc) conforma, junto al resto de los países, la posición comunitaria.
El excesivo protagonismo durante los últimos años de la ministra Teresa Ribera desdibujó el papel de la titular de Industria, Reyes Maroto, y actualmente Jordi Hereu parece resignado a seguir el mismo camino. Mientras tanto, el presidente Sánchez, en su reciente viaje a China, abogó unilateralmente por reconsiderar los aranceles al coche eléctrico chino que Bruselas estableció por cuatro meses, y sobre los que deberá volver a pronunciarse el próximo noviembre. El otro tema, el de la entrevista con el fabricante chino Chery para fabricar vehículos en la antigua factoría de Nissan, en la Zona Franca de Barcelona, fue en realidad un relleno publicitario en la agenda presidencial, ya que el acuerdo estaba ultimado desde hace semanas.
Si nos referimos a Bruselas, la posición final sobre la normativa CAFE respecto a las emisiones no estará exenta de enfrentamientos y discusiones, aun cuando los cambios de opinión no sean tampoco allí extraños. Después de que Teresa Ribera, cuando era ministra en España, atacase airadamente la opinión de que la energía nuclear podía considerarse energía verde, oírla ahora, en su nueva responsabilidad como comisaría de la Competencia, en una posición mucho más comprensiva y moderada respecto a dicha cuestión, produce la natural inquietud.
Por último, están los concesionarios y los clientes. Respecto a los primeros, hay que destacar la reducción significativa de su número, fruto básicamente de las concentraciones habidas, que se han traducido en una mayor profesionalidad. La misma que les permite afrontar la nueva regulación de su actividad y dependencia respecto al fabricante de turno, en ese tránsito de los contratos de Concesión a los de Agencia, genuina y no genuina.
Sin duda alguna, aunque los concesionarios no tengan todas las claves del cambio, tienen el suficiente conocimiento y el interés y la obligación de orientar y aconsejar debidamente a sus clientes. Pueden ayudar, y diariamente lo hacen, a que el factor moda o el esnobismo no presidan las decisiones de compra e imperen, sobre todo, la racionalidad, y no solo sobre la tipología del vehículo (combustión, eléctrico, híbrido, enchufable, etc) sino, también, sobre las fórmulas alternativas a la compra, que puedan limitar en el tiempo un posible error en la decisión adoptada abogando porque la mejor guía sea la evolución real de la tecnología.
Al final, en todos los temas complejos, y este lo es, cabe una simplificación inspirada en el sentido común. Mis premisas, que no han variado, parten de que el cambio es profundo e irreversible, y aunque en todos los proyectos de envergadura es preciso que se establezcan plazos, estos podrían ser alterados cuando concurran razones de peso.
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