Secciones
Servicios
Destacamos
En 2008, yo tenía un coche pequeño de color granate. Sonaba 'Kids' de MGMT y Rafa Nadal era un crío con cintas en el pelo. ... Aquel verano pasó de todo. Por ejemplo, que el tenista mallorquín ganó Wimbledon en la final más larga del torneo hasta entonces. Unas semanas antes, la selección española de fútbol se había llevado la Eurocopa siguiendo el mapa trazado por Luis Aragonés. El PSOE estaba en el Gobierno central, como ahora, y daba igual cuándo miraras el precio, que un piso valía siempre menos que al día siguiente. Como ahora. Eso sí, ya empezaban a dejar de ser susurros las advertencias sobre el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, sin que pudiéramos ver que la olita de junio sería un tsunami en septiembre.
Con tanta casualidad, el domingo seguro que alguno sintió la tentación de revisar el calendario en curso. Todos habíamos leído sobre la coincidencia, a todas luces imposible, que podía suponer que Carlos Alcaraz ganara su quinto Grand Slam en el mismo momento exacto de su vida que Rafa Nadal: con 22 años, un mes y tres días. Luego el partido arrancó y nos convencimos de que eso no sucedería.
Podríamos ordenar ahora la increíble combinación de movimientos y gestos que demostraron, unas horas después, que todo el mundo se equivoca; relatar la secuencia de dejadas y puntos contrarios a la lógica con que el murciano edificó una victoria de leyenda en la final más larga de la historia del torneo. Pero eso sería como intentar explicar un incendio nombrando los procesos químicos que lo hicieron posible. Allí lo importante fue el fuego.
De las llamas salió otro de esos logros de Alcaraz que desmontan los argumentos con que intenta distanciarse, en defensa propia, de la sombra del tenista español más grande de todos los tiempos. 'No soy Rafa', titularon el segundo capítulo del documental sobre su figura estrenado en Netflix. Pero lo que Alcaraz dice con la boca, lo va poniendo en duda su raqueta.
Casi no hubo tiempo para asimilar la gesta, porque el final del torneo y su celebración coincidió con el arranque de la final de la Liga de las Naciones en el fútbol. Y si Alcaraz parecía Nadal, a Pedri le habíamos empezado a ver ya toda la cara de Iniesta.
Aprovechando los primeros compases del partido, abrí algunos periódicos para curiosear los titulares y di, para sumar fuerza al 'déjà vu', con un reportaje sobre el riesgo de burbuja inmobiliaria actual. Más tarde, cuando la selección llegó a los penaltis, Morata terminó con los paralelismos. Su tiro blando y al portero fue un jarro de agua fría, pero al menos me ahorró vestirme y bajar al garaje a asegurarme de que no estuviera allí, otra vez aparcado como si nada, el viejo coche granate.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.