Septiembre y la remontada
Uno arranca cada año el curso con cierta alegría amarga: con una lista, con una idea, con demasiados proyectos
Septiembre es el mes del movimiento y el movimiento es una moneda. Si sale cara tienes un reencuentro y si sale cruz, la despedida. Este, ... igual que todos los meses que marcan una frontera, juega a dos bandas. Y no lo hace con crueldad, pero sí con firmeza: él pinta su línea y tú acabas saltándola, no porque quieras, sino porque el calendario empuja y no se para a dar explicaciones.
Eso lo ha descubierto Messi, que el otro día hablaba sobre el tiempo como si acabara de encontrárselo al abrir una puerta y le hubiera caído encima. Después de marcar dos goles en el Argentina-Venezuela, de esa manera tan despreocupada suya, confesó que no sabía si acababa de decirle adiós para siempre a la camiseta de su país.
Hay despedidas tan grandes que no se ha inventado aún la forma de articularlas sin que parezcan torpes, como un encuentro que quieres saldar con dos besos y que, por descoordinado, acaba en choque. Algo parecido debió pasarle a Messi cuando le preguntaron por su posible participación en el Mundial de 2026 y soltó la bomba, puede que sin ser del todo consciente. «Lo más lógico es que no llegue», dijo. «Va pasando el tiempo. Dependo mucho de eso». De eso dependemos mucho todos.
No se espera demasiado de un futbolista cuando aparece ante los micrófonos, del mismo modo que no se podría tener mucha fe en nosotros en el punto de penalti, pero hay veces en que, entre titubeos y clichés, los deportistas nos regalan alguna frase de una sencillez encantadora. «Nueve meses pasan muy rápido, pero también son un montón», le escuché decir, cuando lo que intentaba explicar era que la pelota, por mucho que te quiera, no la pueden mover los mismos pies siempre, que querer a veces no basta, que toda próxima cita queda, según se mire, a un suspiro y a una eternidad.
Uno arranca cada año el curso con eso en mente y con cierta alegría amarga: con una lista, con una idea, con muchos proyectos, demasiados proyectos. Lo que no quita que se le acabe cogiendo cierto cariño a septiembre y, si me apuran, hasta al paso del tiempo. Las cicatrices tampoco le gustan a nadie al principio, pero llega un momento en que no puedes imaginarte sin ellas. Eso sí, siempre se les guarda algo de recelo a estos días, un tiempo en que parece sonar un silbato sin que nadie diga si eso significa que el partido ha terminado, que acaba de comenzar o que ha habido un gol y que podría haber sido en contra. Por eso empiezas a correr todos los años en septiembre, por si fuera esto una remontada y todavía no lo supieras.
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