Si salimos de esta

Cuando no lo padeces

A pedir ayuda se llega siempre con pudor, después de haber pensado que nunca serías tú el que la necesitara

Martes, 30 de septiembre 2025, 01:14

Me duele el hombro izquierdo. No de una forma insoportable, es más como un grifo mal cerrado o una obra en la calle a la ... hora la siesta. Molesta, pero a ratos puedes ignorarlo.

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Durante muchos meses –hay quien dice que fueron años– fingí que el dolor no existía. Salía a la calle y acomodaba mi hombro doliente debajo del abrigo esperando que nadie lo notara, ni siquiera yo. Pero siempre había algún gesto, al vestirme o agarrar un vaso, donde reclamaba mi atención. Hubo un momento en que empezó a ser como varios grifos mal cerrados, o como la obra de unos Juegos Olímpicos en tu barrio. Así que acabé pasando por el médico, que me habló sobre inflamaciones y tejidos y me envió a rehabilitación, un lugar al que se llega siempre con pudor, después de haber pensado que nunca serías tú el que estuviera dentro. Allí he descubierto que compartir sala con más gente que se duele no elimina la molestia, pero te hace sentir parte de algo.

En una clínica de rehabilitación todo el mundo se retuerce de la misma manera, todos nos lamentamos parecido, todos tememos un movimiento concreto, cada uno el suyo. Unos llegan con la rodilla atenazada, otros no pueden doblar la espalda. El dolor hace allí, sin darse importancia, lo que la democracia promete: nos iguala.

Esta semana, en la presentación del simposio europeo sobre Aporofobia, que organizó en Murcia la Red de Lucha contra la Pobreza, diversos expertos recordaron que la desgracia acostumbra a tratar a todos por igual. El relator especial de las Naciones Unidas sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Olivier De Schutter, subrayó que, si hay algo que se repite en todas las personas que caen en la miseria, es el rechazo social que las aísla. Defendió además que existe una «estrecha relación» entre el desprecio que experimentan los pobres y la no utilización de los servicios sociales. «Hay personas que tienen derecho al Ingreso Mínimo Vital y no lo solicitan porque sienten vergüenza y discriminación cuando se dirigen a las administraciones públicas», dijo.

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Solo unos días después, el PP estaba anunciando en Murcia sus nuevas líneas en materia de inmigración cuando apuntó precisamente a esta prestación como responsable de un «efecto llamada». Los datos del Ministerio señalan que el 83% de los beneficiarios son españoles. Muchos de ellos seguramente se vieran envueltos en una de las espirales que genera la miseria. La pobreza es una lesión del bolsillo que no solo no se cura, sino que se hereda. Lo saben quienes la sufren. Los que corremos el riesgo de olvidarlo somos los que tenemos la suerte de no padecerla.

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