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La pureza de las estrellas y de la rosa

ALGO QUE DECIR ·

La poesía de María Teresa Cervantes es atemporal o eterna, viene de muy lejos y tal vez perdure muchos años

Miércoles, 11 de marzo 2020, 03:09

Tuve el privilegio hace unos meses de participar en el último homenaje que el Real Casino de Murcia le dedicó a la escritora María Teresa Cervantes. Y el gusto de leer unas palabras en su honor y darle un abrazo para felicitarla por su octogésimo octavo cumpleaños.

Hace casi dos décadas que nos conocemos y nos apreciamos, que la leo y que me honra con su amistad y con su admiración. Reconozco mi inclinación por las mujeres guapas e inteligentes y no siempre en ese orden. María Teresa ha sido y es con creces lo uno y lo otro durante una vida larga y plena de sucesos y de emociones.

He leído buena parte de su obra, le he publicado alguno de sus libros en la ERM en los años en que anduve en ese tipo de tareas, y la recuerdo menuda, agradecida, valiente, con el desparpajo de una mujer que ha corrido mundo y, sin embargo, tuvo siempre muy claras sus raíces en un pequeño lugar del sur, entre el cielo, el mar y la arena: «¡Cuánta distancia, Dios mío,/ de ese cielo a mi ventana!/ Yo voy huyendo del mundo/ y lo llevo a mis espaldas».

La obligación de un escritor, y todavía más la de un poeta, es la de sorprender a los lectores con ese nuevo ámbito que ellos muestran con la sustancia mágica de sus palabras. Nadie escribe jamás como lo hacen ellos; por eso, uno sabe que Mª Teresa es una poeta desde el primer verso, desde la pureza, la sencillez y el sentimiento de los primeros poemas: «Que se desnuden las cosas,/ que quiero ver la pureza/ de las estrellas y de la rosa». En los versos de la poeta de Cartagena hay un son antiguo que traen las olas de muy lejos, una frescura irreverente de mujer aventurera y un fino erotismo pulsando sus palabras como una nota humana, demasiado humana: «Que no quiero más pan, /que tengo ya la frente muy sudada».

No creo que María Teresa tenga una edad concreta; al menos, yo no encuentro en sus libros rasgos definitorios de un tiempo determinado, sino más bien todo lo contrario; su poesía es atemporal o eterna, que viene de muy lejos y tal vez perdure durante muchos años.

Ha habido siempre en su obra una voluntaria búsqueda de la esencialidad, como si en ella se hallara el secreto de la vida, sin renunciar en ningún instante a la pasión por las horas.

Lo que un escritor muestra es tan solo la punta de un enorme iceberg sentimental, y Mª Teresa Cervantes ha usado el pudor, a pesar de su atrevimiento, como un rasgo inevitable de fina coquetería femenina, y, no obstante, ha sido capaz de defender a ultranza posiciones arriesgadas para una mujer de su época en un país como este, quizás, porque supo muy pronto que una escritora de su calibre se jugaba la libertad en cada libro, su libertad y su palabra: «Humanamente me despedí de Dios,/ le dije: 'No te puedo entender'».

Tengo sus libros, mientras escribo esto, muy cerca de mis manos y deletreo sus títulos con parsimonia y complacencia. Uno de ellos reza así: «El tiempo es todo mío. María Teresa es toda nuestra, como un poeta que ha entregado sus libros al destino después de un largo viaje con la convicción de que llegarán a buen puerto y de que ningún obstáculo los detendrá en el camino». Vaya mi enhorabuena por este nuevo homenaje y por un cumpleaños que deseo feliz. Y hasta el año que viene.

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