No ha tenido Portmán una buena vida, y tampoco su futuro parece muy sonrosado. Como unionense, crecí en sus barbas, y para mí Portmán es ... una playa de arenas ennegrecidas, lavaderos destartalados y un puerto 'tamaño carné' que se obturaba y dejaba varados sus barcos. Nada de yates elefantiásicos, no, barcos humildes, como sus gentes, que siempre han esperado en esa hondonada que ya usaban los romanos, y donde un día cargaban mineral los buques, que silbaban esperando al final de las vías. Era una época de cafés cantantes, y el consumo de coñac era el mayor de España, según Asensio Sáez. Aquel esplendor dio paso a la época de minas abiertas y luego a la ignominia del tubo estercolando el agua. La ignominia acabó y empezó el tiempo de espera. Hasta hoy. Nadie entiende del todo el barullo judicial montado con Acciona y Marco-Ciomar, pero la regeneración no llega y eso sí lo ve la gente. Hoy, tantos años después, Portmán, como el Comala de Rulfo, sigue poblado de fantasmas. Ya no silba, sigue pobre y a la espera.
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