Pequeños héroes de guerra
PARALELO 37 ·
Tristes historias que ojalá nunca hubiéramos tenido que contarSe llama Olena Zelenska, tiene 44 años, es la esposa del presidente de Ucrania y el objetivo número dos de Putin. Una carta abierta publicada ... hace unos días en su cuenta de Facebook rompió su silencio tras las primeras semanas de guerra en el país: «No hay ninguna operación especial, solo un asesinato en masa de civiles que tiene como foco más aterrador las bajas infantiles», sentenció. Save the Children estima que siete millones y medio de menores ucranianos están en grave riesgo de daño físico, estrés emocional severo y desplazamiento. Algunos han muerto ya. Otros están heridos.
Mientras en este lado de Europa andamos preocupados por el precio de la gasolina, el gas y el aceite de girasol, los ucranianos luchan por sobrevivir. También los niños y eso angustia mucho más. Imposible olvidar el llanto del pequeño que buscaba desesperado a su madre tras el cruel bombardeo del hospital de maternidad de Mariúpol o el dolor de todos los que han tenido que abandonar en pleno invierno sus hogares y parte de su familia sin rumbo fijo.
«Lo que sucedió hace poco más de una semana era imposible de creer. Nuestro país era pacífico; nuestras ciudades, pueblos y aldeas estaban llenos de vida», escribió en su carta la esposa de Zelenski. También de niños y muchos que no han podido escapar siguen atrapados bajo el estruendo de las bombas. Amelia es rubia, menuda y muy blanca de piel. Le gusta cantar y su 'Let it got' de la película 'Frozen', interpretado desde algún rincón del subsuelo de Kiev, ha conmovido al mundo. También a mí y a todos los que pasan las horas junto a ella y su familia en ese refugio antiaéreo mucho más frío e inhóspito que en el que se sospecha se esconde Putin en Siberia mientras dirige sin que le tiemble el pulso esta macabra pesadilla.
En Zaporiyia hay una central nuclear, la más grande de Europa, hoy tomada por los rusos, y una madre a la que no le quedó otra que subir a su hijo de 11 años en un tren nocturno para recorrer en solitario los 1.200 kilómetros hasta la frontera con Eslovaquia con el número de teléfono de unos familiares a donde llegar escrito en una de sus manos. «Soy viuda y no pude acompañarlo porque mi madre es una persona discapacitada. Estoy muy agradecida de que le hayan salvado la vida», escribió en las redes sociales cuando se enteró de que había llegado a su destino. Tristes historias de pequeños héroes que ojalá nunca hubiéramos tenido que contar, pero necesitamos hacerlo para no olvidar y evitar que esta guerra, si no acaba pronto, se convierta en costumbre.
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