El niño arrojado al fuego
Apuntes desde la Bastilla ·
Me gusta ver a López Miras disfrutar de su Semana Santa y participar de ella. Pero la hemeroteca es traicioneraFernando López Miras se ha quitado la corbata y ha bajado a la arena. Quienes somos de Lorca sabemos lo que eso significa. Durante esta ... semana de pasión, el presidente de la Comunidad ha sido emperador romano y un hebreo de andar por casa, de esos que alabaron a Jesús el Domingo de Ramos entre palmas y hosannas, a pocos metros de la borrica. El Jueves Santo se llenó de contrición portando con sus hombros el Cristo del Rescate. Avanzaban las horas de forma tan vertiginosa que algunos ya lo esperaban el Viernes Santo vestido de sayón, uno de los doce discípulos de la Última Cena, un José de Arimatea dispuesto a ofrecer el sepulcro, o incluso uno de los tres niños arrojados al fuego, en la carroza de Nabucodonosor II, mientras las llamas ardían y su túnica no prendía.
Entiendo que López Miras procesione a los mandos de una cuadriga. Como lorquino que es y procesionista, habrá soñado desde su más tierna niñez con manejar las riendas de cuatro caballos al galope, viendo a Vespasiano, Tito, Domiciano y Flavia Domicia derrapar en su entrada en el Óvalo. Nuestra infancia son recuerdos de una carrera por donde transcurren las civilizaciones y brilla la seda. Eso lo tenemos en común. Y eso ha pretendido hacer nuestro presidente esta Semana Santa. Actuar de blanco antes que de político. Y yo feliz de que por fin cruce ese Rubicón.
La cuestión de los políticos en la Semana Santa es peliaguda. Le temo a los años electorales porque los actos de las cofradías se suelen llenar de hombres y mujeres que acuden por primera vez a su encuentro con la fama, cuando en realidad se debería estar rindiendo culto a una imagen venerada durante todo el año. Desfilan por los templos personalidades ilustres y no tan ilustres, consejeros y concejales de baja estofa, directores generales y jefes de todos los protocolos que suelen llegar tarde, pero adelantan la cola para posicionarse justo a la diestra del Dios padre, en el mejor encuadre fotográfico. Se mueven como patos mareados, sin encontrar su sitio. Destino de todas las miradas, de los cuchicheos, prefieren el sonrojo a la ausencia. Eso es la política actual. 'Click' hecho y a otra cosa, que las elecciones no se ganan solas.
Claro que en esos actos no hay sinceridad. ¡No ya devoción! A estas alturas, la Semana Santa cada uno la vive como puede y quiere. Me refiero a algo más sutil. El utilizar el altavoz mediático de los pasos para alcanzar notoriedad. Pasar por encima de los propios cofrades en sus celebraciones íntimas, preparadas con tanto mimo durante todo el año, con tal de hacer acto de presencia. Y claro, resulta difícil combinar la corbata, las velas, con el traje del emperador. Pareciera que, según la demoscopia, los políticos eligen su traje procesional a la medida. Tal vez López Miras no piense en volver a presentarse. O sabe que los españoles olvidan pronto y que quedan tres años para los siguientes comicios. Todo está calculado con la frialdad electoral. Años atrás, el presidente salía con la vela en la Salve de la cofradía rival. Este año emula a Vespasiano en el día de la Dolorosa. Hay una distancia electoral de diferencia.
No quisiera yo pensar que lo de López Miras ha sido oportunismo. No me refiero a este año, sino a los otros. Le habrá costado al hombre ausentarse de todos y cada uno de los actos a los que ha sido invitado por parte de la Hermandad de Labradores. Ni misas, ni salve ni nada de nada. Este año tocaba baño de masas en la arena. Así salió el Domingo de Ramos, lanzando besos a diestro y siniestro, en un mar de palmas, tan distinto al viernes. De la toga imperial a la humildad del algodón.
En Lorca han salido políticos de todos los colores por la carrera. Consejeras azules, toreros de renombre, cardiólogos ilustres, así hasta completar un paseo de la fama que en la ciudad del sol no suele gustar demasiado. La ironía de este artículo no se tiñe de forofismo. Me gusta ver a López Miras disfrutar de su Semana Santa y participar de ella. Pero la hemeroteca es traicionera. Lleva tantos años eligiendo la corbata, el decoro, la exquisita equidistancia de quien pica una misa aquí y un acto allá, que verlo liberado de las cadenas del protocolo disgusta por el oportunismo. Muchos azules juran que no lo votarán más y que es una ofensa que el Viernes de Dolores se lance al galope mientras una sagrada imagen espera a presidir su noche. Tal vez no era el día. Yo no juzgo eso porque entiendo su posición. Pero no me gustaría verlo en el futuro en uno de los muchos actos azules. No querría que un azul de cuota mensual y devoción humilde deba dejar su sitio a alguien que prefiere ser emperador durante una hora a presidente de todos durante el resto de su vida.
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