El silencio de los corderos
Me pregunto qué pensarán los pocos alcaldes socialistas que quedan en la Región. No ante las cámaras, sino frente al espejo
Esta España ovina aún tiene imágenes que guardar para el recuerdo. Quisiera no ser demasiado duro en el pastoreo de este artículo, pero una escena ... me resultó inquietante. Sucedió la semana pasada, en el Congreso Federal del PSOE. Entre aplausos y muestras de devoción, un lego en la materia política pensaría que estaría ante la asunción de un mesías, nada menos que el elegido entre los hombres, pero no. Querría decirle a este inocente lector de periódicos que se trata del pan nuestro de cada día en la casa socialista, y que por más que se repita, mi asombro no mengua ni un ápice.
Es Ferraz un templo de los milagros, de convertidos a una religión exigente, de mártires indolentes, que sonríen con el rostro iluminado después de que los leones les hayan devorado ya el poco orgullo que les queda. Ahí tenemos a Pepe Vélez, por ejemplo, con su americana de los grandes eventos, salido del formol de su inactividad política para decir unas palabras ante las cámaras. Seguro que las ha ensayado dulcemente frente al espejo. No se deja ver mucho en los medios de comunicación. Hasta a un ciudadano de la Región le costaría reconocer su cara en la cola de un supermercado, imagínese un votante de Cantabria. ¿Quién será este tipo que habla con la fuerza de un comisario político ante un uniformado del politburó?
Dijo que el concierto fiscal catalán, el cuponazo con orquesta y coro que aún estamos digiriendo, le parecía un plan «perfecto y necesario». Después, se secó el sudor de su frente y volvió a la insignificancia en la que parece nadar como pez en el agua. El socialismo murciano tiene en Pepe Vélez un líder a la altura de sus resultados, por supuesto. Un tipo que no es de Murcia, ni del pueblo, ni de izquierdas incluso. Pepe Vélez es de Sánchez, y nada más. No se explica de ningún modo que un murciano defensor de la clase obrera (qué tiempos para el PSOE, ¿verdad?) despache el agravio económico de tal manera. Es un cordero amaestrado, que pone su voto al servicio de la causa sanchista, que es capaz de inmolar su dignidad con tal de ver a su amo un día más en La Moncloa.
Por eso mi malicia tiende a pensar que Pepe Vélez es un agente secreto, infiltrado. Un político triste pagado por el Partido Popular para destruir lo poco que queda de izquierda en esta Región. Desde que asumió el mando del primer partido la oposición, López Miras no ha tenido que mirar a la izquierda del tablero. El viento gélido no corre desde ese lado, sino desde el terreno opuesto. Es Vox quien puede quitar el sueño al presidente, y cada vez menos. Y eso dice tanto de Vélez como del partido que representa. El PSOE ha renunciado a gobernar Murcia. Incluso ha renunciado a responsabilizarse de lo que pasa en España. Le basta con pensar en la felicidad de su líder, de Sánchez. Todo lo demás sobra. Es prescindible.
En este desierto en el que se ha convertido el PSOE hay voces que aparecen en la lejanía, de vez en cuando, siempre después de una votación en el Congreso, nunca antes. Page adquiere el perfil de un caballero medieval que sale en soledad a deshacer entuertos. Ni hablar de utilizar los diputados castellano-manchegos para bloquear iniciativas a todas luces injustas, malsanas contra la igualdad de todos los españoles. No hay rastro de conciencia en esas mentes cuyo trabajo consiste en ejecutar la voluntad del líder supremo. Nunca antes un sueldo ha merecido tan poca reflexión.
Pienso en los diputados nacionales murcianos, en aquellos socialistas que se pasean por Madrid y que se saben responsables también del bienestar de los que vivimos en regiones menos desarrolladas. Lo veo aplaudiendo el concierto catalán, haciendo malabarismos dialécticos sobre las bondades de dar a los ricos más dinero y a los pobres menos. Resulta enternecedor explorar qué ideología y amor propio les obliga a no presentar jamás una objeción a sus deberes. Son de Sánchez, nada más. Ayer estaban en contra del concierto catalán y hoy a favor, al igual que con la amnistía, los indultos y tantos hechos que necesitaríamos un artículo nuevo para enumerarlos.
Me pregunto qué pensarán los pocos alcaldes socialistas que quedan en la Región. No ante las cámaras, sino frente al espejo, antes de que el bullicio de los ciudadanos apenas los roce, antes de que lean en los periódicos el aire que deberán respirar hoy para sobrevivir. Les cuestiono si no están cansados de ser corderos, de permanecer en silencio frente a unos actos que hace dos días repudiaban. Al final de esta escapada, cuando juren no haber estado, no haber sido, no haber consentido, me gustaría decirles: ¿mereció la pena?
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