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Un palacete en París

Apuntes desde la Bastilla ·

Los nacionalismos ya deben buscar en uno de estos servidores de inteligencia artificial qué pedir al Gobierno para aprobar el penúltimo decreto de turno

Domingo, 2 de febrero 2025, 07:21

Me bastaba caminar cinco minutos entre los tilos de la Place des États-Unis y recorrer la rue George Bizet, con sus restaurantes caros (tan ... caros que nunca me pude permitir una cena), para llegar al 11 de la Avenue Marceau. En aquel tiempo constituía la sede de la Biblioteca Octavio Paz, adscrita al Instituto Cervantes de París. Lo recuerdo como un rincón para exiliados de todo tipo, nostálgicos de España que acudían allí cada mañana a leer los periódicos como si estuviesen en la Puerta del Sol. Charlábamos bajo el retrato que pintó Zuloaga de Manuel de Falla y nos curábamos el mal de la lejanía con un compendio extraordinario de libros clásicos y novedades. Aquella biblioteca era una república independiente, una España anclada en una época indeterminada. Existía y a la vez significaba una ilusión. El país que pensó Marañón, que pintó Picasso, que escribió Semprún, en el que se refugió Isabel II, a un paso de la irrealidad, del sueño, de la pena y la esperanza, donde todas las ideologías tenían cabida, desde hijos de exiliados republicanos hasta descendientes de Alfonso XIII, ya sin patrimonio, sin apenas apellido. Salía siempre de sus salas pensando que ojalá mi país se pareciese a aquel palacete parisino, con la sonrisa cálida de Mari, la recepcionista, que quitó el hambre a muchos jóvenes como yo y nos dio un motivo más para vivir y sentir la ciudad como una parte de nuestro cuerpo.

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