Francia, el lado bueno de la barricada
Apuntes desde la Bastilla ·
El famoso elefante en la habitación ha sido ignorado tantas veces que ya no caben en la misma estancia el problema y la soluciónEn 1996, Mathieu Kassovitz firmó una película que estremeció la conciencia de toda Francia. Se trata de 'L'haine' (traducida en español como 'El odio'), ... en la que tres jóvenes de una banlieue parisina dedican sus días a perpetrar robos, a gamberrear por las calles asaltando a gente, colándose en el metro y ejerciendo la violencia como método de vida. Son chicos nacidos en la Francia multirracial, enfadados con el mundo, con ellos mismos, con problemas familiares, rechazados por una sociedad que los teme. Su supervivencia consiste en hacer de su barrio una patria contra el sistema. Lo que para ellos es un juego, acaba convirtiéndose en un problema social. Hasta que llegan las persecuciones policiales, los tiros. Las muertes.
Kassovitz no fue un visionario porque el problema que asola Francia no es nuevo. Lleva cultivándose décadas y, como es propio de la sociedades anestesiadas y hastiadas de privilegios, se silencia porque resulta incómodo formularlo en público. El famoso elefante en la habitación ha sido ignorado tantas veces que ya no caben en la misma estancia el problema y la solución. Kassovitz sí supo entender una herida que amenaza con colapsar, casi treinta años después, todo un sistema de valores de una de las naciones más antiguas de Europa.
Y las causas son múltiples, por supuesto, pero intentaré que el buenismo occidental no manche este artículo. Las 'banlieues' francesas arden por los cuatro costados en respuesta a la muerte de un joven delincuente en manos de un policía, un chico que se saltó un control policial y que contaba con antecedentes penales. Uno de esos delincuentes que retrató Kassovitz y que se multiplican cada año con el beneplácito de una sociedad que carga con la cruz de ser tildada de racista y que no alza la voz por miedo a ser etiquetada de fascista.
En qué momento se aceptó en Europa que estas insurrecciones populares, basadas en la venganza, en el odio, en la barbarie, al margen de la ley, sean tratadas como modelos de conducta. En qué parte de la historia queda que las ciudades francesas se levanten en armas contra el orden democrático y que desde diversos frentes se contemple con admiración, como si hubiese resucitado el mayo del 68, esta vez con palestinas y sin píldora anticonceptiva. Existe una romantización de la violencia, cuando es ejercida por la extrema izquierda, que amenaza con actuar de caballo de Troya de Occidente.
En Francia no ha explotado la rabia contra la pobreza, sino el odio a ser francés, a ser europeo
No es lícito que el asesinato de un chico a manos de la policía sea contestado con semanas de asaltos a supermercados, con palizas y quema de coches, porque existe un Estado de derecho y el imperio de la ley somete a todos. Es la diferencia entre vivir con el dictado de la ley del Talión y la democracia. Y el primer paso para una convivencia entre diferentes consiste en aceptar que en Europa rigen unas leyes fundamentales, y que todo aquel que forme parte de esta gran sociedad que ha costado siglos conformar, debe aceptarlas.
Porque no todo debe ser asumido, por más que la victimización de las 'banlieues' ocupe el foco de buena parte del argumentario. El fracaso del modelo multicultural francés, que ha aceptado cualquier idea y se ahoga en su tolerancia absoluta, es el resultado de una naufragio civilizatorio, como apuntó Amin Maalouf. Francia ha acogido de todo y ha abrazado a todos, desde el ayatolá Jomeini, en su retiro del Bois de Boulogne antes de convertir Irán en una teocracia, hasta asesinos de ETA, tratados como revolucionarios ilustrados, maquis que le hacían la guerra a Franco por más que el dictador llevase décadas muerto.
Se tiende a comparar la ira social actual con el mayo del 68, pero este llevaba impreso un idealismo que promulgaba un mundo mejor. La descarga de ira de estas semanas no desprende una sociedad más justa. Es pura rabia desbordada. Se trata de elevar la violencia como principal acto comunicativo. No hay reivindicación, sino destrucción. El objetivo es mermar la democracia, destrozar los valores occidentales, usurpar la tolerancia que permite el intercambio de ideas. Muchos de los jóvenes que asaltan casas lo hacen por diversión. Sonríen ante las cámaras. No creen en las leyes que nos rigen. No sienten que el país en el que viven sea suyo.
Ha sido Soto Ivars quien ha lanzado la pregunta medular sobre el tema. ¿Por qué no hubo disturbios cuando asesinaron a Samuel Paty, el profesor de filosofía degollado por enseñar una caricatura de Mahoma? Sospecho que todos conocemos la respuesta de antemano. Pero para enunciarla hay que tener valentía. En Francia no ha explotado la rabia contra la pobreza, sino el odio a ser francés, a ser europeo, con todo lo que implica. En Francia se han rebelado contra la libertad y han tomado al joven asesinado como chivo expiatorio. No tengo dudas en qué parte de la barricada quiero estar.
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