Fran Serrano cabalga de nuevo
Es un hombre cabal tomado por la enfermedad de los libros para hacernos felices a los escritores y a los lectores
La imagen que Fran Serrano me transmitió desde el comienzo de nuestro trato personal y profesional fue la de una buena persona, eficaz y entusiasmado ... por la literatura, un hombre noble y trabajador que apostaba su dinero (nunca supe sus cuentas como editor) para sacar adelante un proyecto editorial que le ilusionaba y que a algunos nos pareció desde siempre un tanto frágil, porque editar en este país y en esta región no ha sido nunca un negocio floreciente. Pero el misterio estaba ahí, el proyecto editorial puro de apostar su dinero para publicar nuestros libros, en una aventura apasionante que incluía la participación en las diversas ferias con el consiguiente trasiego de libros, la camaradería, la experiencia y la pasión por el libro que no ha parado de contagiar nunca. Porque Fran Serrano es un hombre cabal tomado por la enfermedad de los libros para hacernos felices a los escritores y a los lectores, y esta es solo la tarea de un mago y de un hombre bueno, aunque no sea una tarea duradera, porque los milagros, si alguna vez se producen no perduran mucho, aunque en mi caso la relación con Fran y con Murcialibro se haya extendido hasta la publicación de dos obras, una recopilación de entrevistas y una novela. Aunque se haya quedado otra novela en puertas de ser editada, esta es al fin y al cabo la incierta aventura del escritor, aunque no por esto podría dejar de agradecerle su dedicación, su buen gusto literario y su empresa quijotesca que lo ha traído hasta aquí y con la que ha escrito una página decisiva en el libro de la edición para lo que es necesario valor y conocimiento y a él le sobraba de todo esto y le sobra. Aunque en estos momentos se halle cerrando el negocio y en horas bajas, la verdad es que muchos le debemos su labor abnegada y heroica.
Pero yo creo que en estos días estará haciendo balance y casi estoy seguro de que esbozará una sonrisa bonachona y convendrá que ha merecido la pena, que, a pesar de no haber ganado la guerra, ha luchado con valor, se ha defendido como un jabato y está seguro, como don Quijote, de que los molinos son gigantes y las ovejas un ejército temible. Aunque en su fuero interno nadie lo va a despojar de su grandeza ni lo vas a convencer de que los galeotes son inocentes, las mujeres del partido, damas y su dulcinea del Toboso la emperatriz de la Mancha, porque el mundo real no merece la pena, la imaginación lo es todo y un editor que no disponga de ella, no es un editor verdadero.
Fran lo ha sido durante un corto espacio de tiempo, pero lo ha sido de verdad, con todas sus consecuencias, y ahora ha llegado el tiempo de rendir cuentas y apechugar con lo que hay. Por eso está llamando a sus caballos, a su gente, para informarles de lo que se avecina, aunque siempre con una nota optimista, pues no pierde nunca la esperanza en un futuro y tampoco tira la toalla de una forma definitiva, como no la tiró nunca el insigne hidalgo. Ambos se parecen en la necesidad de vivir en un sueño y en la generosidad de compartirlo con nosotros, y por esto mismo están hechos de un material diferente a nosotros, de la materia de los sueños que escribiría Shakespeare.
En este caso me parece que no ha fracasado un editor, con la pujanza y el deseo de los grandes, de los que han estado dispuestos a luchar siempre y lo han hecho en cada momento porque han creído en una idea fija, sino que el fracaso ha sido producto de esa confabulación de monstruos y endriagos que lo han trastocado todo y han convertido una editorial en un deseo postergado y a un hombre entregado a su pasión en un caballero andante que no cejará nunca en su empeño.
Y que volverá a nosotros alguna vez. Lo esperamos.
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