Borrar

OJOS LLENOS DE AMOR Y DE MISTERIO

Hombre bueno y generoso, volcado hacia los demás, solidario y firme en sus convicciones

JOSÉ BELMONTE SERRANO

Viernes, 24 de mayo 2019, 01:34

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Se ha marchado -por la sendica por donde se fue la alegría y vinieron las penas, como escribe nuestro Vicente Medina en su 'Cansera'- una de las mejores personas que yo haya conocido en toda mi vida. Su último libro, 'Cuaderno de Ibiza', lejos de ser una despedida trágica y lastimera sabiendo que ya estaba al borde del abismo, es una de las más bellas obras de exaltación serena del amor. Hasta el punto de que me ha recordado al mejor Pedro Salinas, quien logró vivir en los pronombres en 'La voz a ti debida'. En el poema número cuatro, Cantabella, mi querido amigo Jose -sin tilde, pronunciado a la llana- manifiesta: «Yo, sin ser adivino te adivinaba, era como estar delante de mí, esperándome, aguardándome, con los ojos llenos de amor y de misterio».

Confieso que tuve una intuición que solo he contado a unos pocos amigos. Había sobre mi mesa una docena de libros para reseñar. No quise esperar más tiempo. Ni un segundo más. Quería que Jose supiera lo que yo opinaba de su última obra, sin duda la más pulida, la más lúcida, la más fina y brillante de toda su producción, que no ha sido demasiado extensa.

Fue bueno y generoso. Un hombre volcado hacia los demás. Pudimos verlo en primera fila -como esa gente del cuadro de Giuseppe Pellizza, titulado 'El cuarto estado', que se conserva en el Museo del Novecento de Milán-, solidario, firme en sus convicciones, defendiendo a los trabajadores del Museo Ramón Gaya o pidiendo, en pleno verano, bajo un sol de justicia, que no cerraran los sábados la Biblioteca Regional. Jose Cantabella se marcha en primavera. En una primavera en viaje hacia el invierno, como reza en el título de un libro de nuestro común amigo García Montalvo. Fue, acaso, el personaje que, como interlocutor al que le gusta escuchar, siempre destilando inteligencia por sus ojos, le hubiera gustado tener a su lado el inolvidable Settembrini de 'La montaña mágica'. «Escribir bien -asegura la excéntrica figura creada por Thomas Mann- es casi pensar ya bien, y de esto no hay mucha distancia a obrar bien». Santa palabra.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios