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Volando con el enemigo

Feliz, como Ulises tras el largo viaje, en Barajas me emocionó ver a la Policía Nacional pedirme el pasaporte en español

Sábado, 3 de mayo 2025, 08:18

Barrio Chino de Bangkok, lunes 21 de abril. Un poste de la luz acumula no menos de 3.000 cables que se dirigen a los ... cuatro puntos de la calle. La imagen es tan flipante que Carolina, Hugo, Martina y yo nos hacemos fotos ante la masa negra y anárquica preguntándonos qué pasaría si un cortocircuito hiciese arder uno. Hemos alquilado una casita en Thonburi, el viejo centro de la ciudad, una cabaña de madera blanca, recién restaurada, con celosías en la parte superior para que el aire corra y se mantenga fresca. Las lagartijas se comen a los mosquitos y por las noches bebemos cerveza Chang helada en la terraza que da al canal mirando a los lagartos monitor, grandes como cocodrilos, pescar entre barcas de colores. Casas bajas de gente humilde y buena. En unos pocos metros cuadrados está su casa, su tienda y su almacén y por la noche juegan con sus hijos en el suelo con las puertas abiertas al calor húmedo. Tienen gatos y uno de ellos pasó a ser temporalmente nuestro. Era gris, muy bonito y con unos testículos enormes. Como en casa reina la adolescencia, le pusimos de nombre 'Gatito Cojonazos'. Disfrutábamos nuestra lejana realidad cuando Hugo y Martina entraron gritando en nuestra habitación «se ha muerto el Papa, se ha muerto el Papa» y, sin querer, nos devolvieron a Europa.

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