Borrar

El tiempo que se llevará todo

Puedo sentir las manos de mi madre lavándome el pelo en la playa, oír a mi hermano pedirme que hagamos un castillo y recordar el camino de vuelta con la colchoneta

Sábado, 18 de enero 2025, 08:07

Fue en la playa de la Estación, entre La Mata y Guardamar. Debía tener unos 10 años, yo no era más que fibra, pelo y ... sal. Un niño flaco como una lagartija con gafas de bucear de aquellas ovaladas que llevaba Cousteau. Conocía cada roca de la playa, las horas pasaban bajo el agua con el sol quemando mi espalda, que flotaba en un líquido amniótico que me alimentaba. Mi hermano Antonio era muy blanco, se quemaba con facilidad, pero iba siempre conmigo embadurnado de crema. Luego las dunas, que eran como un mundo en sí en el que nos disparábamos con ametralladoras de palo y rodábamos como los marines tiroteados en Guadalcanal. Mi madre nos llamaba a gritos desde alguna parte lejana a los pinos en los que nos escondíamos y corríamos quemándonos los pies en aquella arena fina, casi blanca. Llevaba el agua en un tarro de cristal y la bebíamos caliente como un demonio para pasar una mona que el panadero había llevado en su recorrido casa a casa en aquel pueblo de los 70 en el que aún no había edificios ni asfalto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad El tiempo que se llevará todo