La mentira como estrategia
Las guerras hoy no se libran en los campos de batalla, sino en naves repletas de redactores al teclado, mercenarios de nuevo cuño a los que, presumo, se les paga un euro por cada cien palabras, comandados por mentes diabólicas y sin escrúpulos que persiguen diferentes fines. Las factorías de noticias falsas y desinformación son un nuevo negocio que da suculentos dividendos a sus creadores (que no a sus peones).
Quizá las fábricas de 'fake news' nacieron con la intención de cambiar el sentido de la opinión pública. Lo consiguieron con el 'Brexit' y alumbraron esa posverdad que nos pesa una tonelada sobre los hombros. Aunque quizá les pese y pesará aún más a los británicos nativos y a los residentes de esas islas. El truco lo conocemos: fabricar textos que se adaptan a lo que conocemos como informativo, pero inventando bulos como montañas, vestidos con la apariencia de la verosimilitud.
Las 'fake' tienen otros objetivos más banales. Por ejemplo, conseguir que tú, sujeto inocente, te pases más tiempo frente a la pantalla. Te colocan un titular absurdo como cebo para que te tires media hora pasando páginas y páginas cargadas de publicidad hasta llegar a la supuesta noticia que venía en el encabezado, que luego ni era noticia ni nada.
La vigilancia ante la desinformación me parece vital, pero también la responsabilidad penal
Yo he leído cosas que jamás creeriáis. O sí. Falsedades como casas atribuidas a famosillos, políticos o presentadores de televisión.Buena parte del éxito del trumpismo se basa en las mentiras, en los bulos descarados que el público se traga sin rechistar y con convencimiento. Si carecemos de cultura general también carecemos de educación digital y criterios para separar la verdad de la burda mentira. Porque, eso sí, ya sabemos que eso de la verdad como tal siempre es muy discutible.
El analfabetismo tiene muchos grados y todos somos víctimas propiciatorias de todos estos rollos macabeos, como aquella ciudad que iban a construir en Arabia Saudí imitando a Murcia. Menos mal que siempre, o casi siempre, impera el sentido común. Con la pasta que tienen ¿Por qué iban a querer hacer una ciudad a imagen y semejanza de Murcia? ¿Por qué no mejor un París o una Venecia? Me lo pregunté yo, mi hijo y mi chico.
Personalmente, creo que ya he desarrollado cierta destreza para evitar que me la metan doblada y huelo los 'fake' a la legua, aunque me ha costado. No siempre es tan sencillo.
Los confinamientos son terreno abonado para este tipo de materia prima. Muchas horas por delante, mucho tiempo libre y el móvil siempre a mano. Por ahí llegan casi todos los bulos. Personalmente, la vigilancia ante la desinformación me parece vital, pero también la responsabilidad penal. Las mentiras no son inocentes y en ocasiones las consecuencias son desastrosas.
Utilizar la mentira como estrategia única para alcanzar las metas es una perversión de este sistema que banaliza los hechos, la vida de los sujetos y sus consecuencias. La mentira es un atentado a la libertad, para combatirla hemos de realizar el saludable ejercicio de pensar, reflexionar y dudar casi de todo.
¿Estáis dispuestos?