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La Virgen que hizo brotar el agua en un manantial, la Fuente Santa, es venerada en el monte de El Hondoyuelo desde tiempos inmemorables. Allí, ... desde el siglo XV (1429 y 1522), la Morenica descansa en una ermita con su advocación. Durante la Guerra Civil, el 2 de agosto de 1936, las imágenes de nuestra Patrona y del Niño fueron salvadas, con riesgo de sus vidas, gracias a la diligencia de Antón Almansa 'el Labrador', que las retiró y las enterró, y de los primos, Fernando Monerri Córcoles y Antonio Córcoles Romero, quienes, envolviéndolas en mantas, las trasladaron a sus domicilios de la Plaza Fontes y de la calle Trapería.
La Virgen de la Fuensanta es venerada en Murcia por sus acciones milagrosas portando agua de lluvia. Bien fuera el día de San Antón (17 de enero) o el día de la Candelaria (2 febrero) de 1694, los murcianos «ahogados» por una indomable sequía, bajaron la Virgen en procesión, por el camino de Algezares, hasta el convento de los Capuchinos. La Virgen oyó sus plegarias y, no solo llovió, sino que hasta nevó. 37 años más tarde, en 1731, la Virgen de la Fuensanta fue investida patrona de Murcia y de su huerta. Y, en 1808, durante la invasión francesa, fue nombrada Generala del Reino.
En 2024 celebramos 330 años de descensos de la Virgen de la Fuensanta. Procesionada desde su camarín hasta la Catedral de Murcia, son cinco kilómetros, cinco horas de marcha, en los que la Virgen es custodiada por sus caballeros (antiguos voluntarios a caballo), que, junto a los anderos, dirigidos por el cabo de andas, don Joaquín Vidal Coy, y agentes de la Guardia Civil (Benemérita, desde 1929), se turnan portando el trono, cuyas vigas descansan sobre sus hombros.
Aunque en otras procesiones, para cambiar los turnos de portadores los pasos se apoyan en el suelo con zancos u horquillas, en el descenso de nuestra patrona es don Pedro Nicolás quien durante el recorrido, delante del paso, avisa a las familias devotas, que previamente han preparado mesas adornadas con relucientes manteles blancos artesanales, bordados con motivos huertanos de gran belleza. La Virgen desciende de mesa en mesa mientras le presentan bebés (hijos y nietos) y le ofrecen coloridos ramos de flores engalanando el paso de manera creciente. Cuando se pasa por una parroquia, las campanas doblan de júbilo y, en cada parada, a nuestra Madre se le canta sonando bandurrias y castañuelas. Gentes de toda edad y condición derrochan alegría que desborda los corazones.
Se atraviesa el barrio del Progreso, Santiago el Mayor y el barrio del Carmen. Y cuando el cortejo, por Torre del Romo, se aproxima al jardín de Floridablanca, le aguardan damas y caballeros de la Virgen del Carmen. En la puerta de la iglesia pacientemente esperan el presidente de la Comunidad, don Fernando López Miras, y el alcalde de Murcia, don José Ballesta, rodeados de autoridades civiles y militares y de una multitud enfervorecida, mientras en el interior del templo, el Sr. obispo, don José Manuel Lorca Planes, la camarera y la presidenta de la corte de damas de la Virgen anhelan su apacible llegada.
Durante el descenso, el presidente de la Real Hermandad de los Caballeros, don Manuel Ramón García-Garre, y su junta de gobierno, con los herederos de don Fernando Monerri, controlan el bienestar de la Virgen y el ritmo del tranco. Junto a ellos, las damas de la corte de la Virgen promueven el culto a nuestra Patrona. Doña María José Mateos, con exquisita amabilidad y eficiencia, impone a las damas la cadencia de paso ligero. Y, dejando atrás El Carmen, la Virgen con su cortejo llega al Puente Viejo. Junto al templete de la Virgen de los Peligros, donde el 24 de abril de 1927 fue coronada, la campana de la edícula, sin respiro, gira y tañe con alborozo. De ahí, pasando por la puerta del Ayuntamiento, la plaza del Cardenal Belluga y el Palacio Episcopal, se dirige a la Plaza de la Cruz, donde entra triunfante a la Catedral, abarrotada de fieles.
330 años de tradición mariana murciana transmitida de generación en generación. Y que, a tenor de los jóvenes, niños y niñas, que a lo largo del recorrido expresan su devoción a nuestra Patrona, auguran buena salud y un devenir halagüeño para futuras visitas y romerías.
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