Más mamografías no es necesariamente mejor
Sabemos que las campañas de información a la población sobre los programas tienden a inflar los beneficios y ocultar los riesgos
En los últimos años los médicos somos cada vez más conscientes de los daños que puede producir la medicina. Estos daños no solo proceden de ... los efectos secundarios de nuestras intervenciones, sino también de aquellas acciones que con una intención preventiva acaban generando más riesgos que beneficios. Si toda actuación médica debe ser analizada en términos de riesgo-beneficio, especialmente con las preventivas el análisis debe ser extremadamente cuidadoso, ya que se actúa sobre personas sanas. Una de las intervenciones de reducción de riesgos más conocidas son las mamografías que se realizan las mujeres periódicamente para el diagnóstico precoz de cáncer de mama. El sentido común nos dice que cuantas más mujeres se las hagan, mejor. Pero existen también riesgos: la radiación de las mamografías, los falsos positivos y, finalmente, el sobrediagnóstico.
¿Qué riesgo tiene la radiación de una mamografía? Muy pequeño, ciertamente, y más con las nuevas mamografías digitales. Se calcula que el riesgo de cáncer inducido por la radiación de la mamografía es 100 veces inferior al beneficio que producen. En todo caso, cuanto antes se inicien las mamografías más radiación acumulada se producirá y más aumentará este pequeño riesgo. Los falsos positivos también causan daño. Tras una mamografía con una lesión sospechosa se desencadenan situaciones estresantes –como ansiedad ante un potencial diagnóstico grave y la espera de las pruebas confirmatorias, en general, con síntomas moderados y poco prolongados– y, con menos frecuencia, también dolorosas, cuando se requiere llegar a una biopsia mediante punción. Se calcula que de 1.000 mujeres que se hayan realizado 10 mamografías entre los 50 y 69 años, 200 habrán tenido un falso positivo en alguna de ellas; 30 habrán necesitado una biopsia para salir de dudas. Los falsos positivos son más frecuentes en mujeres menores de 50 años debido a que las mamas son más densas. Por último, el sobrediagnóstico: detectar y tratar un cáncer de mama que no hubiera crecido o producido problemas si no se hubiera diagnosticado. Las cifras de sobrediagnóstico, normalmente vinculado a un tipo de cáncer denominado carcinoma ductal in situ, son muy variables. Se acepta que, de 1.000 mujeres mayores de 50 años que hayan estado durante 10 años en un programa de detección precoz mediante mamografía bianual, 5 serán diagnosticadas y tratadas de un cáncer de mama sin necesidad.
Hay consenso sobre que los beneficios del programa superan los riesgos en el rango de edad entre los 50 y 69 años, aunque con resultados más modestos en términos de mortalidad de lo que se suele pensar. Por cada 1.000 mujeres que participen en el programa durante 10 años se evitará 1 muerte extra, comparándolo con no llevar a cabo las mamografías y solo tratar los tumores detectables mediante palpación. Hay más dudas cuando el programa se aplica a mujeres menores de 50 y mayores de 70 años. En las mujeres menores de 50 años, con menos riesgo de cáncer de mama a priori, la mamografía es menos sensible y la detección precoz es menos útil ya que, lamentablemente, con más frecuencia, son tumores agresivos que se benefician escasamente de adelantar el diagnóstico. A pesar de que el programa es menos efectivo, el riesgo de falsos positivos no disminuye, sino que es mayor que en mujeres mayores de 50 años; tampoco disminuye la posibilidad de sobrediagnóstico, con lo que implica tratar a una mujer joven de un cáncer que no iba a hacerle daño. Por encima de los 70 años, buscar y tratar activamente cánceres de mama, que suelen crecer más lentamente, puede suponer más riesgo para la salud de mujeres ya debilitadas por otras enfermedades y la propia edad.
Desde luego hay aspectos positivos: debido a que la incidencia de cáncer de mama entre las mujeres menores de 50 años se está incrementando es posible que la ampliación del programa reduzca en mayor grado la mortalidad por esta enfermedad a la vez que permite tratamientos menos agresivos. Sabemos que las mujeres llegan cada vez con mejor salud a los 70 años y, probablemente, gracias a la búsqueda activa, se podrán beneficiar de tratamientos relativamente poco agresivos y mejorar su calidad de vida los últimos años. En todo caso, la incertidumbre existe, lo que ha condicionado una falta de consenso científico. De hecho, nuestra región ha decidido ampliar el programa en contra de las recomendaciones del Ministerio de Sanidad y de la propia OMS. Gracias a varios estudios, sabemos que las campañas de información a la población sobre los programas tienden a inflar los beneficios y ocultar los riesgos. Que la decisión se tome a un año de las elecciones no parece el mejor contexto para evitar triunfalismos y exageraciones. Por eso, ahora es especialmente importante que las autoridades garanticen que las mujeres tengan un conocimiento equilibrado y, así, puedan tomar una decisión sobre su participación lo más informada posible.
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