Murcia, ciudad de pequeños comercios: historia y futuro
Es notorio que una buena parte de la esencia de Murcia la constituyen sus pequeños comercios, una red de negocios que, durante décadas, ha tejido ... una parte esencial de la identidad de la ciudad. El centro histórico y sus alrededores son testigos de la actividad comercial que define a Murcia como una ciudad cercana, acogedora y repleta de rincones donde se respira tradición. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y con ellos, las dinámicas de consumo. El auge de los grandes centros comerciales en la periferia, y el cambio en los hábitos de compra, han puesto en jaque la supervivencia de estos pequeños negocios, muchos de ellos con una historia y un legado difícil de igualar.
Pasear por el centro de Murcia es adentrarse en un espacio donde los comercios de proximidad son protagonistas. Desde las calles Trapería y Platería hasta la Gran Vía, Jabonerías o Alejandro Seiquer, el visitante puede encontrar zapaterías, joyerías, tiendas de tejidos, librerías, pastelerías artesanales y pequeños negocios familiares que han pasado de generación en generación. Son locales que, más allá de ofrecer productos, cuentan historias: del esfuerzo de familias que han dedicado su vida al negocio, de clientes fieles que prefieren la calidad y el trato cercano, y de un tejido económico que ha dado empleo a miles de murcianos a lo largo de los años.
Algunos de estos negocios son auténticos referentes. ¿Quién no recuerda las antiguas confiterías o las sastrerías donde generaciones de murcianos se han vestido para las grandes ocasiones? Muchos de estos establecimientos han sobrevivido adaptándose a las exigencias del cliente actual, diversificando su oferta o especializándose en nichos concretos. Pero otros no han corrido la misma suerte.
En las últimas dos décadas, el paisaje comercial de Murcia ha cambiado drásticamente. La proliferación de grandes centros comerciales en la periferia ha revolucionado el consumo, atrayendo a una clientela que busca comodidad, accesibilidad y una oferta concentrada en un solo lugar. Centros como Nueva Condomina, Thader o El Tiro han pasado a ser puntos neurálgicos del comercio, ofreciendo no solo tiendas de marcas internacionales, sino también ocio, restauración y eventos.
Esta tendencia ha tenido consecuencias negativas para el pequeño comercio del centro de la ciudad. La clientela, antes fiel a los comercios de proximidad, ha optado por estas nuevas alternativas, dejando vacíos muchos escaparates que antaño eran referencia. La falta de aparcamiento, el tráfico y la peatonalización de ciertas zonas, aunque beneficiosa en términos de sostenibilidad y calidad de vida, también han alejado a ciertos consumidores.
La pandemia de la covid-19 fue otro golpe devastador. Durante meses, los pequeños negocios lucharon por sobrevivir en un contexto de restricciones y miedo al consumo presencial. Algunos lograron adaptarse al comercio online, pero no todos tuvieron los recursos para hacerlo.
Uno de los aspectos más tristes de esta transformación es la desaparición de comercios con solera. Cada cierre representa no solo una pérdida económica, sino también cultural. Cuando una librería cierra sus puertas o una mercería de toda la vida baja la persiana, se pierden también recuerdos, historias y un estilo de vida que no tiene cabida en los grandes centros comerciales. Son negocios donde el dependiente conoce al cliente por su nombre, donde el consejo personalizado marca la diferencia, y donde la calidad del producto prima sobre la producción en masa.
A pesar de todo, algunos negocios han conseguido resistir. Su estrategia ha sido encontrar un nicho de mercado y especializarse. Ejemplo de ello son las tiendas gourmet, los pequeños talleres de artesanía o los locales que combinan tradición y modernidad, como pastelerías que reinventan dulces típicos murcianos o librerías que han apostado por eventos culturales para atraer a nuevos públicos.
El futuro de los pequeños comercios en Murcia no está asegurado, pero no todo está perdido. Existen iniciativas que buscan revitalizar el comercio local, como ferias, promociones o campañas de sensibilización sobre la importancia de comprar en negocios de proximidad. Además, los consumidores juegan un papel clave. Cada euro gastado en un pequeño comercio contribuye a mantener vivos no solo los negocios, sino también el alma de la ciudad.
Por otro lado, la digitalización se presenta como un desafío y una oportunidad. Aunque muchos pequeños comerciantes todavía tienen dificultades para adaptarse al comercio electrónico, cada vez más negocios locales están apostando por plataformas digitales que les permitan ampliar su alcance. Esto, unido al auge del turismo en Murcia, especialmente gracias al atractivo de su gastronomía y su patrimonio, puede ser un balón de oxígeno para el sector.
Preservar el pequeño comercio en Murcia no es solo una cuestión económica, sino también cultural. La riqueza de una ciudad no se mide únicamente por su PIB, sino por la calidad de vida de sus habitantes, por sus tradiciones y por el sentido de comunidad. Los pequeños comercios son parte esencial de esa ecuación, y su desaparición dejaría un vacío difícil de llenar.
Es responsabilidad de todos, desde las administraciones hasta los consumidores, apostar por un modelo de ciudad que valore y apoye a estos negocios. Facilitar el acceso al centro, promover el comercio local y educar sobre la importancia de consumir en negocios de proximidad son pasos esenciales para garantizar que Murcia siga siendo esa ciudad vibrante, cercana y llena de vida que sus habitantes conocen y aman.
En definitiva, Murcia es, y debe seguir siendo, una ciudad de pequeños comercios. Cada uno de ellos es un testimonio de esfuerzo, tradición y comunidad que merece ser preservado. Dejemos que sigan escribiendo la historia de la ciudad, una persiana abierta al futuro.
Los integrantes del Grupo de Opinión 'Los Espectadores' son:
Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. Garcia de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortíz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora.
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