La laguna del Mar Menor, el edén del Sureste
Limpiar sus aguas, restaurar sus fondos y proteger su frágil ecosistema son tareas urgentes que no admiten demora
En el rincón más luminoso del sureste español, donde el sol acaricia la tierra con una ternura infinita y el cielo se viste de un ... azul tan puro que parece recién pintado, se alza, sereno y majestuoso, el Mar Menor. Una laguna única en Europa, un prodigio de la naturaleza que parece haber sido diseñado por la mano de un artista divino. Aquí, donde el Mediterráneo y el Mar Menor se besan en Veneziola, se teje un paisaje de ensueño, un lugar donde la vida palpita con una fuerza que contagia el alma y donde la belleza se manifiesta en cada ola, en cada grano de arena, en cada atardecer que incendia el horizonte.
El Mar Menor es un milagro geográfico, un espejo de aguas tranquilas que refleja la luz del sol como si fuera un diamante líquido. Rodeada por La Manga, esa lengua de tierra que se adentra en el mar como un abrazo protector, la laguna se convierte en un refugio de paz, un remanso donde el tiempo parece detenerse. Sus aguas, cálidas y salobres, son un regalo para el cuerpo y el espíritu. Dicen que bañarse en ellas es como sumergirse en un elixir de vida, en un líquido mágico que cura las heridas del alma y rejuvenece el corazón. Y es que la laguna del Mar Menor no es solo un lugar, es una experiencia, un viaje sensorial que despierta todos los sentidos.
El clima de este rincón de Murcia es otro de sus dones. Aquí, el sol brilla con una generosidad envidiable, regalando infinitas horas de luz, que tiñen todo de dorado. El aire, cargado de sal y de brisas suaves, acaricia la piel y llena los pulmones de una energía revitalizante. Es un clima que invita a vivir al aire libre, a pasear por sus playas, a navegar por sus aguas tranquilas, a perderse en la contemplación de un cielo que parece no tener fin. Y bajo ese cielo, la laguna bulle de vida. En sus fondos, multitud de especies marinas encuentran su hogar: doradas, lubinas, mújoles, langostinos... criaturas que no solo enriquecen el ecosistema, sino que también son el alma de la gastronomía murciana, una cocina que sabe a mar, a tradición y a pasión.
Pero el Mar Menor no es solo naturaleza, es también humanidad. Sus gentes, influenciadas quizás por este clima benigno, por este sol que calienta el corazón, son la encarnación de la hospitalidad más auténtica. Aquí, el forastero no tarda en sentirse como en casa, acogido por una sonrisa, por una palabra amable, por un gesto de generosidad que brota de manera espontánea. Es una tierra que abraza, que contagia su alegría y su sencillez, que te hace sentir parte de algo grande, de algo hermoso.
Y en este paraíso, donde el Mar Menor y el Mar Mayor se unen en la frontera de Veneziola, hay una lección que nos llega al alma. Es el beso de dos mares, un abrazo fraternal que nos recuerda que la unidad es posible, que las diferencias pueden fundirse en algo más grande, en algo bello. Mientras los humanos luchamos por encontrar la concordia, estos dos mares nos muestran que la armonía no es un sueño, sino una realidad que se puede alcanzar.
Las playas del Mar Menor son el escenario perfecto para las familias. Aquí, padres e hijos se reúnen para disfrutar de las bondades de este pequeño gran mar murciano. Niños que corren descalzos por la orilla, construyen castillos de arena, se sumergen en aguas que son como una piscina natural, mientras los adultos se dejan llevar por la tranquilidad, por el placer de no hacer nada más que existir, de sentir la vida en su estado más puro. Es un lugar donde los recuerdos emergen con la luz del sol y el sonido de las olas, donde cada instante se convierte en un tesoro.
La laguna del Mar Menor es el orgullo de los murcianos, un tesoro que nos ha sido legado por la naturaleza y que debemos preservar con el mismo amor y dedicación con que una buena madre cuida a su hijito. Lo primero es administrarle los 'antibióticos' necesarios para sanar sus heridas, para devolverle la salud que le ha sido arrebatada por la contaminación y el descuido. Limpiar sus aguas, restaurar sus fondos marinos y proteger su frágil ecosistema son tareas urgentes que no admiten demora. Y después, una vez recuperado, vendrá el momento de nutrirlo con 'vitaminas', con acciones sostenibles y responsables que aseguren su bienestar a largo plazo. Solo así, con esfuerzo y cariño, podremos garantizar que el Mar Menor siga brillando con el esplendor que le es natural, que siga siendo ese paraíso único que enamora a quienes lo visitan.
El Mar Menor es, en definitiva, un regalo de la naturaleza, un lugar donde la belleza y la bondad se dan la mano. Es un refugio para el cuerpo y el alma, un rincón del mundo que nos recuerda lo afortunados que somos de poder contemplar tanta maravilla. Aquí, entre dos mares, bajo un cielo infinito, encontramos no solo un paisaje, sino un pedazo de paraíso en la tierra. Y es que, como dijo el poeta, «el mar no es solo agua; es el espejo del cielo, el refugio del alma y la cuna de los sueños». En el Mar Menor, esos sueños se hacen realidad.
Los integrantes del grupo de opinión Los Espectadores son: Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. García de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortiz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora.
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