Blanca, una joya encantadora

En el corazón de Blanca, como un icono que señala su grandeza, se alza majestuoso el Castillo. Este imponente monumento, testigo silencioso de siglos de historia, tiene su trono sobre un cerro, como guardián eterno de las memorias que fluyen por las calles empedradas del pueblo. La piedra gastada por el tiempo nos habla de cuentos de hazañas y conquistas, mientras sus almenas nos recuerdan la fortaleza de quienes una vez lo defendieron con honor. Desde sus murallas, la vista se despliega como un tapiz que muestra la verde huerta y las sierras que abrazan el pueblo con su bella luminosidad.

El sinuoso curso del río Segura, serpenteando a través de la tierra blanqueña, es la arteria que fecunda y da vida a la esplendorosa huerta que se extiende a sus orillas. Las aguas, que fluyen como un regalo de la naturaleza, nutren los campos y riegan la tierra, creando un mosaico de colores y texturas que dan fe de la abundancia que caracteriza a esta región. Los naranjos, limoneros y huertos de hortalizas se alinean a orillas del río, manifestando la armoniosa coexistencia entre el hombre y la naturaleza que define la identidad agrícola de Blanca.

El paisaje de Blanca, abrazado por las sierras de la Solana, la de Ricote y la de la Navela, es un regalo visual que deja sin aliento a quienes tienen la fortuna de contemplarlo. Las montañas, vestidas en tonos verdes y ocres, se constituyen como guardianas silenciosas que vigilan la paz del valle. Los amaneceres y atardeceres pintan el cielo con una paleta de colores que cambian según las estaciones, creando un lienzo en constante evolución que refleja la magia que envuelve a Blanca.

El puente de hierro, una obra maestra con más de un siglo de existencia, es una estructura que conecta el pasado con el presente. Este monumento de ingeniería, además de ser una proeza técnica, se ha convertido en una obra de arte que embellece el paisaje fluvial. Con su estructura majestuosa y detalles ornamentales, el puente de hierro es un símbolo de la durabilidad y la distinción que definen a Blanca.

Cruzando nuestro magnífico puente, orgullo de Blanca, se alza, con porte y señorío, el barrio del Alto Palomo, al que, por su singular situación, parece como si todo el pueblo estuviese postrado ante él, rindiéndole pleitesía. Continuando en esta dirección, la serpenteante carretera que, atravesando el paraje de Buila, nos conduce a Ojós y Ricote, nos permite contemplar paisajes idílicos, verdaderos vergeles naturales, y el impresionante cañón del Solvente.

Desde el Mirador del Alto de Bayna, nuestra vista se recrea en el magnífico paisaje que se nos ofrece, y que no es otro que el mismísimo corazón del valle de Ricote. El horizonte visual abarca desde el bello y sereno Azud de Ojós, hasta el castillo, que, como permanente centinela, contempla imperturbable la vida de los blanqueños.

Los encierros de toros, otra de las atracciones de Blanca, transforman las calles en un escenario vibrante y lleno de emoción. Cada año, miles de mozos locales y forasteros se congregan para experimentar la adrenalina de este evento único, que deja una marca imborrable en el corazón de quienes participan. El ruido atronador de los cascos resuena en las estrechas callejuelas, mientras la multitud se agolpa para disfrutar de la tradición y el valor que caracteriza a los corredores. Este espectáculo ancestral vincula el presente con el pasado, enlazando generaciones a través de la pasión compartida por la fiesta y el arrojo de los mozos.

Los amantes de la naturaleza gozan de un especial aliciente, al poder disfrutar de un seductor descenso del río Segura, recorriendo en balsas apropiadas los aproximadamente 10 o 12 kilómetros que separan los municipios de Cieza y Blanca. A la vez que las balsas se deslizan suavemente por las calmosas aguas, cual si fuera una armoniosa danza, nuestros ojos se llenan de asombro y admiración al contemplar la belleza de los vírgenes parajes que se transitan, haciendo de ello un placentero descenso.

La Fundación Pedro Cano, un faro cultural en Blanca, ilumina el camino hacia la apreciación del arte y la creatividad. Este espacio, consagrado al renombrado pintor blanqueño, sirve como epicentro para actividades culturales que nutren el alma del pueblo. Las exposiciones, talleres y eventos organizados por la fundación dan vida a la riqueza artística de Blanca, promoviendo el mantenimiento de la tradición, a la vez que la novedad de la innovación. La Fundación Pedro Cano no solo preserva el legado del pintor, sino que también abre las puertas a otras expresiones artísticas que enriquecen el tejido cultural de Blanca.

En síntesis, Blanca, con su Castillo milenario, encierros de toros vibrantes, la Fundación Pedro Cano como faro cultural, el río Segura que nutre la fértil huerta, el impresionante paisaje custodiado por las sierras y el puente de hierro como testimonio del paso del tiempo, se constituye como un tesoro único. Este pueblo, con su rica historia y su compromiso con la preservación cultural y natural, invita a quienes lo descubren a sumergirse en un mundo donde la tradición y la modernidad se combinan armoniosamente. Blanca es más que un lugar en el mapa; es un testamento vivo de la conexión profunda entre la gente y la tierra.

Los integrantes del grupo de opinión Los Espectadores son Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. García de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortiz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora.