¿Qué será de los jóvenes por haber nacido jóvenes?
Yo digo que, a pesar de todo, se oyen mensajes optimistas
Los jóvenes de hoy (nacidos en los noventa) sufren más temporalidad y tienen sueldos más bajos que los que nacieron una década antes, a pesar de estar más formados». No creo que nadie en su sano juicio se atreva a cuestionar estas líneas, tomadas de un trabajo de Luis Doncel, que lleva la juventud en el apellido.
Como suele suceder, muchos viejos no comulgan con los donceles de ahora, más que nada por su apariencia. No les gusta que usen pendientes, ni que luzcan tatuajes, solo porque en su tiempo estos eran cosa de marineros fornidos y se limitaban a reproducir un ancla. Amén de otros hábitos que me callo, para no echar más leña al fuego. Y porque, bien mirados, desajustes generacionales siempre los hubo y los habrá.
Quizás no deberíamos ser tan severos con la juventud, considerando que, sin comerlo ni beberlo, le ha tocado en desgracia unos tiempos aciagos. Estando, en general, más preparados que sus padres, su futuro es tan oscuro como aquel que cantaba Antonio Molina -¿y quién es ese Antonio Molina?, preguntarán ellos-, en su papel de minero. Esta es la cantinela o repalandoria que ahora mismo circula por esos mundos.
Empiezan, sin embargo, a alzarse voces más optimistas, como recoge el mismo señor Doncel. Y comoquiera que tengo nietas y nietos casi en edad de merecer, me apresuro a hacerles llegar estas nuevas, por si de verdad fuesen tan buenas. Existe un catedrático de Sociología, que responde por Luis Garrido, cuya tesis -nada que ver con las tan horribles de postgrado, de moda últimamente- trataré de resumir. «Hay dos factores (dice nuestro hombre) que colocan a los jóvenes de hoy en una situación mucho más favorable que la de sus predecesores». Vamos bien, ¿no?
-¡Vaya al grano, coño!
¡Joder con los jovencitos! Pues al grano voy, diciendo que esos dos factores son: la vuelta en masa a los estudios -sobre todo por parte de las chicas- que tuvo lugar tras el shock de la crisis y la menor competencia entre ellos (y ellas), por la caída demográfica a la que, más o menos impotentes, venimos asistiendo.
De nada, chavales. Y a mandar siempre.