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Hágase plasticariano, que no lo perderá

Así se llaman quienes detestan el plástico indestructible

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Martes, 6 de noviembre 2018, 23:23

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Los señores académicos de la Real de la Lengua son puntillosos. Y hacen bien, mire usted lo que le digo. Si aun mostrándose exigentes (como en general se muestran) a la hora de admitir palabros que no nos hacen ninguna falta, se nos cuelan en el diccionario tantos anglicismos, ¿qué sería si levantaran la mano? Los británicos, sin embargo, al ser tan suyos, no admiten como inglesas expresiones como gachasmigas o paparajote. Y menos aún desde lo del 'Brexit'. Ellos se lo pierden.

Una vez aceptado que los académicos del lenguaje son personas serias, en lo que se refiere al término plasticariano, creo yo que tendrían que mostrarse con el ánimo abierto. Lo digo, no porque la palabreja me guste, sino por lo importante de su significación. Un plasticariano es alguien que reduce al mínimo su consumo de plásticos. Todo el mundo sabe de sobra que -no solo por tierra, sino que también por mar- este material (una buena parte del cual tarda siglos en degradarse y desaparecer) acabará llevándonos al huerto, si no ponemos coto a su acumulativa circulación.

Hay que reconocer que el plexiglás del bolso que apetecía Gilda...

-¿Mande?

¡Vaya! Cómo se nota que este lector no es de cuando Franco vivo, sino de cuando Franco muerto. Gilda le da título a una película que se estrenó en 1946. Estaba interpretada por Rita Hayworth y Glenn Ford. La chica (en realidad, una moza de toma pan y moja, con perdón) cantaba la de 'Amado mío'. Dice así: 'Love me forever / and let forever. / Begin tonight'. La versión española (me refiero a la del vulgo) era esta: 'Amado mío. / Te quiero tanto. / Cómprame un bolso de plexiglás'. Y mire usted lo que le digo: Con la coña esta del plexigás, empezó la difusión mundial de los jodidos plásticos. Que han sido muy útiles a la Humanidad, no lo voy a negar, pero que, como casi todo en este mundo, presenta dos caras: una buena y otra mala.

Por todo lo dicho, si resultara que, como mal menor, tuviera que aceptarse lo de plasticariano, actuemos como los valientes. Este sería uno de esos raros casos en los que el fin justifica los medios.

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