Tres momentos del discurso del Rey
Fue un excelente discurso, uno de los mejores de los últimos años
El 3 de octubre de 2017, el Rey D. Felipe VI, a través de la televisión, pronunció un discurso valiente y de enorme trascendencia política. ... Los separatistas acababan de proclamar unilateralmente la independencia de la República de Cataluña. El Rey les reprochó duramente que hubieran roto el pacto constitucional para la convivencia. Aquel día creció el prestigio social de la Monarquía.
Además de ese discurso tan excepcional y tan necesario en esas circunstancias históricas, todos los años, con carácter ordinario, el Rey se dirige a los españoles en la Nochebuena. Para el análisis del discurso de este año, podemos distinguir tres momentos:
1.- La preparación. No sé quién lo ha escrito, pero se trata de un excelente discurso, uno de los mejores de los últimos años. Pienso que, aunque no se publiquen, habrá encuestas sobre el nivel de aceptación de la Monarquía entre los españoles. Los redactores del discurso deben conocer esas encuestas. Y saben que era necesario que el Rey se mostrase próximo, cercano, capaz de comprender los miedos y esperanzas de los ciudadanos. Y se redactó un discurso adecuado, que alguien ha calificado de propagandístico, de populismo monárquico, pero que ha dado resultado. Las palabras del Rey fueron de proximidad, de cercanía al pueblo. De ahí su referencia a la dana, su llamada a una coordinación de competencias, y a la necesidad de intentar alcanzar entre todos el bien común. También fueron próximas y cálidas la referencias al problema de la inmigración y a la necesidad de la vivienda asequible, sobre todo para los jóvenes. Sin duda D. Felipe VI tiene muy buenos asesores. El discurso que le prepararon fue excelente, a pesar de que los comunistas le reprochasen que no se refiriese para nada al cambio climático ni a la violencia de género. En un discurso de diez minutos no se puede decir todo.
Era necesario que el Rey se mostrase cercano, capaz de comprender los miedos y esperanzas de los ciudadanos
2.- La retransmisión de las palabras del Rey. En mi familia, cuando a las 21 horas de la Nochebuena suena solemnemente el himno nacional, se interrumpen los preparativos de la cena. Hasta los niños guardan silencio. Es como si intuyeran la importancia para la convivencia de las palabras del Rey.
Se eligió el escenario adecuado. El Palacio de Oriente es uno de los símbolos más importantes del Estado español. El Rey no es un simple padre de familia que, desde su cuarto de estar, con el belén, el árbol adornado y el fuego de la chimenea, nos felicita las Navidades. El rey representa la continuidad del Estado, la estabilidad política y la unidad de todos los españoles. Por eso entiendo que se ha acertado eligiendo por escenario el Palacio Real, tan cargado de Historia y de significación.
Todos los detalles estaban cuidados: la foto de los limpiadores de lodo, el impecable traje oscuro, la inmaculada camisa blanca y la discreta corbata azul. Y D. Felipe VI lo hizo bien. Pronunció el discurso vocalizando con claridad, con el ritmo y las pausas adecuadas. Puso énfasis cuando procedía. Y logró transmitir sinceridad y compromiso. Fue muy convincente. Mientras hablaba, en algunos pasajes de su discurso, alguien de mi familia dijo: «Este hombre tiene razón».
3.- Las reacciones de los partidos políticos. No ha habido ninguna sorpresa. A los nacionalistas y separatistas vascos y catalanes, tanto de derechas como de izquierdas, el discurso del Rey no les ha gustado. Ni el PNV, ni Bildu, ni ERC, ni Junts son muy monárquicos que digamos. Haga lo que haga el Rey, les parecerá mal. A los separatistas catalanes, además, les molestó la valentía de D. Felipe VI al pronunciar un discurso televisado el 3 de octubre de 2017.
A los comunistas de Sumar y de Podemos tampoco les gustó el discurso. El republicanismo forma parte de su identidad genética. Hay que entenderlos. Está ya casi olvidado el inteligente pragmatismo de Santiago Carrillo.
Por segundo año, Vox no ha dicho nada sobre el discurso del Rey. Lo que implica una crítica tácita. En mi opinión, Abascal se equivoca. La Monarquía forma parte del pacto constitucional de 1978. Vox tendría que aceptarlo, si quiere llegar algún día al Gobierno de la nación.
Y los dos partidos centrales de nuestro sistema, PP y PSOE, han aplaudido entusiasmados el discurso del Rey. Hubo pasajes en los que el Rey habló de la necesidad de acabar con la crispación política, con el ruido que impide oír el pulso de la sociedad. Como era de esperar, en su particular lógica sectaria, ni uno ni otro se dieron por aludidos. Ya lo dice el Evangelio: algunos sólo ven la paja en el ojo ajeno.
Sin embargo, aprovechando que el PP y el PSOE aplauden el discurso del Rey, quizás cabría hacer una sugerencia: si el dilema Monarquía o República es el miedo que frena la reforma de la Constitución, aparquemos este tema, no toquemos la institución de la Monarquía, y que los dos grandes partidos emprendan de consuno la reforma del Título VIII de la Constitución y del sistema electoral. Como diría el Rey, el bien común de España lo necesita.
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