Riesgos políticos
Después de los indultos, de la reforma del Código Penal, de la amnistía y del encubierto cupo catalán, será muy difícil que Sánchez vuelva a levantar cabeza
Todo puesto de trabajo tiene sus riesgos laborales. Las empresas están obligadas a identificarlos, y a adoptar las medidas necesarias para reducirlos o evitarlos. En ... los puestos políticos ¿hay también riesgos? ¿Deberían identificarse para que, en cada puesto, los políticos desarrollasen su actividad con cierto nivel de higiene y seguridad en el trabajo? Desde luego, un puesto político no puede ser equiparado exactamente a un puesto de trabajo. Cuando un político es cesado, no puede interponer demanda por despido improcedente. Teóricamente, la política no es todavía una profesión. Es una vocación y un servicio, que debería ser temporal. Ningún político debería reclamar un puesto fijo. O entrar en el juego de las puertas giratorias. Pero esto algunos no lo han entendido. Hay personas que, en el fondo de su alma, están tan convencidas de su valía, o de su posición social, que piensan que el puesto político no sólo es vitalicio, sino que debería también ser hereditario. Pero volvamos al tema: un puesto político no es equiparable a un puesto de trabajo. Sin embargo, el político también tiene sus riesgos. ¿Y cuáles son estos? Podríamos enumerar muchos, como la pérdida de la paciencia ante al adversario, o la pérdida de la serenidad que lleve a situaciones tensas, o violentas, con violencia verbal, o incluso física. Ha pasado en algunos plenos de ayuntamiento; y podría pasar en algunos parlamentos. A veces vemos en la televisión que en algún país remoto los parlamentarios llegan a las manos. El político también corre el riesgo de que lo abucheen los ciudadanos, y de que le hostiguen, y de que tenga que huir furtivamente de ciertos sitios. E, incluso, a veces se produce el escrache. Hay un riesgo, sin embargo, que es más generalizable y que suele darse con frecuencia: en todos los puestos públicos, el político corre siempre el riesgo de deteriorar su fama y su prestigio, de quemarse, de achicharrarse vivo, hasta convertirse en cenizas, o quizás, en términos menos dramáticos, en un cadáver político, según el argot de los círculos de poder; en alguien que está vivo físicamente, pero completamente invalidado para la política, sin futuro, obsoleto, totalmente amortizado.
¿Y quién corre más riesgos de 'quemarse'? ¿El que está en el Gobierno, o el que está en la oposición? Cuando yo era diputado en Cortes, mi compañero de escaño, Alfonso Osorio García, me dijo una vez, esbozando una sonrisa irónica: «el poder deteriora siempre... a quien no lo tiene». De ahí las prisas de algunos para que haya pronto elecciones generales, para echar a Pedro Sánchez y llegar a La Moncloa. Porque, según Osorio, se achicharraría antes el que está en la oposición que el que está en el Gobierno.
Yo no estoy seguro de que Osorio acertase con esta máxima. Pero me preocupa que tuviera razón. En la situación actual ¿Quién corre más riesgos de quemarse? ¿Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo? En mi opinión, Pedro Sánchez ya es un cadáver político. Y no ha muerto «de éxito», como diría Felipe González, sino por sus propios errores, que han sido muchos y graves. Después de los indultos a los separatistas condenados, de la reforma del Código Penal, de la amnistía y del encubierto cupo catalán, será muy difícil que Pedro Sánchez vuelva a levantar cabeza. Ni siquiera aplicando su 'Manual de resistencia'.
Ni Tellado es el ángel exterminador, ni Cuca Gamarra ha rasgado el séptimo sello
Sin embargo, los riesgos de quemarse a que se ve sometido Feijóo también son muy elevados. No sé si de tanta gravedad como los que soporta Pedro Sánchez. Pero por el estilo. Y esto, realmente, es preocupante. Porque se trata de riesgos perfectamente identificables, y que, con cierta inteligencia, se podrían evitar. Voy a referirme sólo a algunos de ellos:
1. El primer riesgo es tener prisa. Las prisas queman. ¿Va a ser corta esta legislatura? No lo sabemos. El Gobierno asegura que durará tres años más. Y está negociando para aprobar unos Presupuestos Generales. En cualquier caso, la oposición no puede vivir en permanente apocalipsis, como si no hubiese un mañana. Ni Tellado es el ángel exterminador, ni Cuca Gamarra ha rasgado el séptimo sello. Esta tensión no se puede mantener mucho tiempo. El 'márchese señor Sánchez' no se puede repetir todos los días. Al final, ese aquelarre de insultos lo terminará oyendo la gente como el que oye llover. Habría que cambiar. Habría que pensar en llegar a pactos de Estado, en mirar hacia horizontes temporales más amplios.
2. El segundo riesgo, lo señalaba hace años Pío Cabanillas: no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo. ¿Qué es Feijóo? ¿Moderado o radical? ¿qué votos quiere? ¿los de la moderación o los de Vox? Su ambigüedad calculada le puede llevar a quemarse políticamente, y a quedarse sin los votos de la derecha y del centro.
3. Y el tercer riesgo de Nuñez Feijóo tiene nombre y apellidos: Isabel Díaz Ayuso. Las águilas bicéfalas no existen. Si Feijóo oyese mis consejos, le diría: contrate usted a Miguel Ángel Rodríguez para que trabaje para usted en Génova 13.
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