La identidad socialista
Ni la economía, ni las reformas sociales, ni la supuesta y temporal pacificación de los separatistas servirán para enmascarar la mala situación del partido
Este fin de semana, se está celebrando en Sevilla el Congreso Federal del PSOE. Los congresos son los órganos más importantes de los partidos democráticos. ... En ellos se suelen reafirmar las identidades ideológicas y los planteamientos estratégicos, y se renuevan o se confirman los cuadros dirigentes y los liderazgos. La experiencia democrática nos ha enseñado que los congresos de los partidos pueden ser de tres clases: o pacíficos y triunfalistas, en los que no hay casi nada que discutir, porque el partido va bien, sus dirigentes están actuando correctamente en el Gobierno, o en la oposición, y los militantes están satisfechos de esta gestión. Hay otra clase de congresos menos pacíficos, aunque se guarden las formas. Son congresos revueltos, con muchas cosas por discutir, porque el partido no va bien y porque acaba de perder elecciones recientes. Entre las filas de los militantes se extiende la necesidad de que se abran debates a fondo, para reafirmar la ideología, o para redefinir las estrategias, o para renovar los liderazgos; o para todo esto a la vez. Y los más tristes democráticamente son esos otros congresos en los que, pese a que las cosas van francamente mal, nadie se atreve a rechistar, por miedo al aparato, por el fundado temor de no salir en la foto y perder su puesto político remunerado.
En mi opinión, los socialistas españoles tienen actualmente muchas cosas que debatir. Pedro Sánchez está en La Moncloa, pero el PSOE perdió las elecciones generales. Se impidió el Gobierno de Feijóo con Abascal, pero en mayo de 2023 los socialistas españoles sufrieron uno de los mayores descalabros de su historia: perdieron una gran parte de su poder en los ayuntamientos, provincias y regiones. Esta tremenda realidad es muy difícil de maquillar. Ni los buenos datos de la economía, ni las reformas sociales, ni el reconocimiento de la Unión Europea, ni la supuesta y temporal pacificación de los separatistas catalanes servirán para enmascarar la mala situación que está atravesando el partido. No deberían, pues, intentar convencernos de que el Congreso Federal está siendo un congreso pacífico y triunfalista, porque el PSOE no tiene nada que celebrar. Todo lo contrario: deberían debatir por qué el PSOE ha perdido el apoyo mayoritario de la sociedad española.
En esta reflexión, hay un punto de partida básico. Los partidos han de presentarse con una delimitación clara y precisa de su identidad ideológica. Porque los partidos no son más que asociaciones de personas cuyo vínculo de cohesión más sólido es la afinidad de ideas. Un pensamiento político común, una misma visión del mundo y de la vida constituyen la esencia de la identidad de los partidos. Los dirigentes tienen que ser conscientes de que, si no respetan esa identidad, si no son coherentes con las ideas y principios de ese partido, entre las filas de sus militantes cundirá, primero, el desconcierto; después, la decepción, el desánimo, y la falta de incentivos para dar la cara por ese partido en su pueblo o en su barrio.
El problema de la coherencia identitaria es el que se debería haber debatido en Sevilla
Los grandes partidos, como el PSOE, tienen perfectamente definida su identidad ideológica. Más aún, suele ocurrir que, a lo largo de su historia, haya habido grandes debates que han afectado a esa identidad. Cuando, al principio de la Transición, Felipe González planteó que el PSOE debía de abandonar el Marxismo, se produjo un fuerte debate interno. Ganó González, y desde entonces el PSOE ha definido su identidad como un partido socialdemócrata moderno, de propuestas moderadas, y claramente defensor de la solidaridad, la unidad y la igualdad de todos los españoles. También se define el PSOE como un partido español, que nunca hasta ahora se había dejado engatusar por los separatistas
Comprendo que la dedicación política exige a veces fuertes dosis de pragmatismo. En ciertas ocasiones hay que adaptarse para alcanzar o para conservar el poder. Sin embargo, en mi opinión, Pedro Sánchez se ha dejado llevar excesivamente por el pragmatismo, y ha incurrido en graves incoherencias identitarias. En muchos asuntos de política social y económica ha cedido demasiado ante las exigencias de los comunistas de Sumar o de Podemos. Se han adoptado por el Gobierno medidas de un intervencionismo excesivo, incompatible con el respeto a las leyes de una economía de mercado. Y esto, que los comunistas ven con naturalidad, hace chirriar las estructuras ideológicas de los socialistas. Y mayores han sido las incoherencias identitarias de Pedro Sánchez en sus negociaciones con los separatistas. Los indultos, la reforma a la carta del Código Penal, la amnistía, y ahora el encubierto régimen de cupo para Cataluña, han caído como un jarro de agua fría en las conciencias de los socialistas de base. De ahí el desánimo, el desaliento, el desapego, la apatía y la pérdida de toda energía para luchar por las siglas de su partido. Muchos seguirán votando al partido al que han votado toda la vida, pero ya no están dispuestos a dar la cara por un partido que ha traicionado sus ideas.
Sinceramente, creo que el problema de la coherencia identitaria es el que se debería haber debatido en Sevilla.
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