Ética, Política y Derecho
Así me parece ·
Un líder tiene siempre la responsabilidad política por haber elegido mal a sus colaboradores, y por no haber vigilado sus conductasEstudiando Filosofía del Derecho se aprende que el Derecho es el mínimo ético imprescindible para la vida social. La imagen es la de dos círculos ... concéntricos: el círculo más amplio es la Ética; el más pequeño, el Derecho. Se trata de dos órdenes normativos que regulan la conducta de los seres humanos. Se diferencian en que la norma jurídica es coactiva; su cumplimiento lo garantiza el poder del Estado. Por el contrario, la norma ética no la impone un poder coactivo. Es un imperativo individual, cuyo incumplimiento puede merecer el reproche social, pero que no se impone por la fuerza.
La Política, como actividad humana, está siempre sujeta a las normas jurídicas. Este fue el gran logro de la Revolución Francesa. Se acabó el poder absoluto ('solutus ab legibus') del Antiguo Régimen. La instauración del Estado de Derecho significó que todo poder tiene que ser necesariamente un poder jurídico, que deriva de la Ley y que ha de ejercerse cumpliendo la Ley. Si en el ejercicio del poder los políticos no respetasen la Ley, la reacción del Ordenamiento Jurídico es muy diversa: desde la anulación del acto a la exigencia de responsabilidades civiles o penales.
¿Y la Ética? ¿Obliga al político? Pero ¿qué Ética? En este punto, existe un amplio relativismo, sobre todo después de Nicolás de Maquiavelo. ¿El fin justifica los medios? La verdad es que hay opiniones para todos los gustos. Hasta el punto de que puede afirmarse que, en cada tiempo y en cada lugar, hay opiniones diferentes sobre lo que debe entenderse como Ética exigible a los políticos.
En mi opinión, en nuestro siglo XXI, y en una democracia occidental, la legitimidad ética de un comportamiento político depende de que suscite, o no, confianza social. Los ciudadanos exigen a sus políticos que su comportamiento merezca la confianza que les dieron cuando los votaron; si no fuese así, los políticos perderían su credibilidad, y, en consecuencia, disminuiría la confianza.
Y ¿en qué se basa esa confianza social? Fundamentalmente en que la conducta de los políticos cumpla ciertos estándares de honradez y de eficacia.
La honradez significa que el político nunca ha de anteponer sus intereses personales al interés general; ni amparar a los que lo hagan. Porque eso es precisamente lo que se define como corrupción. Si incurren en esta irregularidad, al margen de las posibles responsabilidades penales, el político, y el partido que lo encubra, habrán perdido mucha credibilidad social. Pero la honradez en política exige también coherencia del comportamiento con los principios que se defienden; y cumplimiento de sus promesas y compromisos; y no mentir nunca a los ciudadanos. Y yo añadiría, también, tener cierta dignidad personal y un respeto absoluto a la dignidad de las instituciones.
La eficacia significa que el político ha de ser apto y competente para el cargo; ha de tener la preparación y la inteligencia adecuadas para defender los intereses públicos. Y ha de ser valiente, aun a riesgo de enfadar a sus superiores y perjudicar su propia carrera política.
En el año 2023, Sánchez enfadó a muchos de los que le votaron. Dijo que no habría amnistía. Y después permitió que Puigdemont y su pandilla elaborasen el borrador de la Ley de Amnistía. Sánchez había mentido a los que le votaron. Y, por si fuera poco, también cedió ante las exigencias de los comunistas de Sumar, causando un profundo malestar entre los militantes y votantes del PSOE. Y todo por un puñado de votos que le permitieran conservar la presidencia del Gobierno.
En 2025 se ha sabido que su hombre de confianza, Ábalos, al que había nombrado ministro de Transportes, incurrió en presuntas irregularidades de corrupción. Y en 2025 se ha sabido también que sus dos hombres de confianza en el seno del PSOE, Ábalos y Cerdán, a los que nombró secretarios de Organización, presuntamente utilizaron su posición para enriquecerse. Pedro Sánchez los ha repudiado con rapidez, y los ha alejado del partido. Él no es responsable de las conductas supuestamente ilícitas de dos personas de su estricta confianza. Pero el conocimiento de estas conductas pone de manifiesto la incompetencia de Sánchez. Un líder tiene siempre la responsabilidad política por haber elegido mal a sus colaboradores, y por no haber vigilado sus conductas.
¿Ha infringido Sánchez alguna norma jurídica? En mi opinión, no. Por lo menos que por ahora se sepa. Pero la conducta de Sánchez no ha cumplido los estándares éticos exigibles en una democracia. Ha faltado a la honradez, porque mintió al electorado y a su propio partido. Y ha demostrado su incompetencia al elegir y mantener a Ábalos y a Cerdán.
¿Debe dimitir Sánchez como secretario general del partido y como presidente del Gobierno? ¿Es sostenible esta situación hasta 2027? En política todo es posible. Pero yo creo que prolongar la situación actual perjudicaría al propio Sánchez y, en mayor medida, a su partido. Quizás Sánchez deba convencerse de que su tiempo ha pasado, y de que es el momento de retirarse, de volver a su vida privada, y, posiblemente, de escribir sus memorias.
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