Las delicias de la vida privada
Así me parece ·
Sería un grave error que Pedro Sánchez dimitiese por el sufrimiento moral que padece al ver a su esposa injustamente injuriada y afrentadaHasta que uno se deja definitivamente la política, no aprende a saborear las delicias de la vida privada. Lo digo por propia experiencia. Una vez, ... Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón me dijo: «La política me gusta más que la vida familiar, y que la vida profesional, y que la vida cultural. Pero estas tres cosas juntas, la vida familiar, la profesional y la cultural, me gustan más que la política». Cuando Aznar López dejó tirado a Miguel Herrero, estoy seguro de que el antiguo portavoz del Grupo Popular empezó a disfrutar de la vida. Porque tiene una familia encantadora, es letrado del Consejo de Estado, escribe libros y su formación cultural es amplísima y profunda.
En la historia política de España ha habido dimisiones sonadas y de gran trascendencia. En la I República española, allá por el año 1873, D. Francisco Pi y Margall, después de comprobar el embrollo creado por sus teorías federalistas, dimitió diciendo: «Que Dios me perdone y la Historia me olvide». Y otro presidente de la I República, D. Estanislao Figueras, reunió a su Consejo de Ministros y les dijo: «Sabed que estoy hasta los cojones de todos nosotros». Y esa noche cogió el tren para París.
Más recientemente, ha habido también dimisiones muy sonadas: La abdicación de Don Juan Carlos I seguramente era necesaria para preservar el prestigio de la monarquía. A Pablo Casado, presidente nacional del PP, le 'dimitieron' sus propios compañeros de partido. No le quedó más remedio que irse, cinco minutos antes de que Isabel Díaz Ayuso le fusilara políticamente al amanecer.
Sí acumula sobrados y fundados motivos para dimitir, pero por motivos políticos, y no de índole personal
El miércoles pasado, Pedro Sánchez nos anunció que se tomaba unos días para reflexionar si merecía la pena, o no, continuar en la Presidencia del Gobierno. El dilema que Sánchez se ha planteado a sí mismo es tremendo: o resistir o tirar la toalla y mandarnos a todos a hacer puñetas. No sería la primera vez que Pedro Sánchez dimite. Ya lo hizo en 2015, cuando como secretario general del PSOE se negó a apoyar la investidura de Rajoy. Entonces la motivación era estrictamente política. El 'no es no' significaba que Sánchez no transigía con la corrupción que en ese momento angustiaba al PP, con el caso Bárcenas en plena virulencia. Sin embargo, ahora, las razones para dimitir como presidente del Gobierno no serían políticas, sino de índole estrictamente personal. El que un juez de Madrid haya admitido a trámite una denuncia contra la esposa de Pedro Sánchez, por supuestas irregularidades, ha sido la gota de agua que ha colmado el vaso. Durante todos estos años, prácticamente desde 2018, Sánchez ha tenido que soportar una cruel, y en muchos casos injusta e infundada, operación de acoso y derribo por parte de la derecha política y de algunos medios de comunicación. Es comprensible que Pedro Sánchez esté harto, y se plantee seriamente si merece la pena seguir. Cualquier persona que quiera a su familia haría lo mismo.
Sin embargo, yo creo que sería un grave error que Pedro Sánchez dimitiese por el sufrimiento moral que padece al ver a su esposa injustamente injuriada y afrentada. A este respecto, como presidente del Gobierno y como hombre, lo que tendría que hacer Pedro Sánchez es coger el toro por los cuernos y plantarle cara a los difamadores y calumniadores que pululan en la vida pública española. Para defender a Begoña Gómez, lo procedente sería interponer cada día por lo menos una querella contra los que injurian, vejan y calumnian, acusando sin ningún fundamento y sin ninguna prueba. Y, además, también tendría Pedro Sánchez que destinar a un par de personas de su confianza a proteger diariamente a Begoña Gómez, aconsejándole prudencia en todos sus movimientos, y destacándole la improcedencia de firmar determinado tipo de cartas de recomendación. En suma, actuar con mucha más cautela.
Ahora bien, también opino que actualmente Pedro Sánchez acumula sobrados y fundados motivos para dimitir. Pero se trata de motivos de importancia política, y no de índole personal. El presidente del Gobierno ha cometido graves e importantes errores, al ceder tanto ante los comunistas y ante los separatistas. Y estos errores los está pagando el PSOE, habiendo perdido ya casi todo su poder territorial en las elecciones del 28 de mayo de 2023. Estos errores sí que justificarían su dimisión como presidente del Gobierno. El innegable sufrimiento moral de Doña Begoña Gómez, no.
Hay, en fin, otra cuestión importante sobre la que debería meditar Pedro Sánchez: la dimisión como presidente de Gobierno es un camino sin retorno. Es el final de su vida pública. Ya no podrá coger el Peugeot para convencer a las bases. Políticamente, habría muerto ya del todo.
No quiero animar a Pedro Sánchez, ni mucho menos. Pero decía Camilo José Cela que «resistir es vencer». Si Pedro Sánchez rompe con los separatistas después de las catalanas; si retira la proposición de ley de la amnistía; y si, después de las europeas, convocase elecciones generales, Pedro Sánchez habría resistido; y ¿quién sabe? quizás hasta podría llegar a vencer de nuevo.
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