Cortinas de humo
Sacar ahora el asunto del concepto de la justicia social o el de ETA me parecen excusas para no debatir los verdaderos temas electorales
Las campañas electorales son la gran fiesta de la democracia. Pero, pese a la algarabía y la fanfarria, no deberíamos olvidarnos de su finalidad esencial. ... Es un periodo en el que los políticos han de rendir cuentas a los ciudadanos, explicarnos lo que han hecho, en qué han empleado el dinero público, qué parte de su programa electoral anterior han cumplido, y qué parte han dejado de cumplir y por qué. Y, en segundo lugar, la campaña debe servir para que todos los candidatos que piden nuestra confianza y nuestro voto nos expliquen para qué quieren el poder.
Los norteamericanos, que suelen ser muy exigentes con sus políticos, tienen una frase muy expresiva para indicar el derecho que les asiste a que les rindan cuentas y les concreten los proyectos de futuro. Dice cualquier americano medio: «Yo pago mis impuestos». España ya es una democracia madura. Y pagamos nuestros impuestos. Tenemos el mismo derecho que los norteamericanos.
Es verdad que en los programas electorales se suelen detallar las propuestas que cada formación política formula para cada uno de los problemas que aquejan a la sociedad. Sin embargo, los programas electorales los lee poca gente. Y lo que la mayoría pide es que en la campaña se debatan oralmente, y ante los medios de comunicación, los problemas concretos que puedan ser solucionados por esos candidatos que nos piden el voto. A este respecto, y por el contrario, observamos que las formaciones políticas son muy dadas a plantear en las campañas de las municipales y autonómicas cuestiones de ámbito nacional, o incluso generales y abstractas, que en nada afectan al ámbito de las competencias propio de los municipios y de las regiones. Resulta muy interesante detenerse en dilucidar qué ha de entenderse por justicia social; si es un concepto históricamente elaborado con importantes aportaciones de las encíclicas de los Papas, o si, por el contrario, no es más que un «invento de la izquierda», como ha dicho la insigne Isabel Díaz Ayuso. También resulta muy interesante debatir sobre las relaciones de ETA con los grandes partidos nacionales; recordar si es cierto, o no, que Aznar llamó a ETA «movimiento de liberación nacional vasco»; si el portavoz en el Senado del PP pactó, o no, con Bildu la alcaldía de Vitoria; si Pedro Sánchez reprueba, o no, que antiguos miembros de ETA condenados por crímenes de sangre figuren en las listas municipales de Bildu. Todo esto es muy interesante. Sobre el concepto de justicia social, que aprendimos en la Facultad de Derecho, podríamos escribir varias páginas. Y sobre las relaciones con ETA del PP y del PSOE podríamos escribir un libro. Pero todo esto no es un tema electoral que importe a los vecinos en unos comicios municipales, o a los ciudadanos en un proceso electoral autonómico.
Los partidos son muy dados a plantear en las campañas de las municipales y autonómicas temas de ámbito nacional
En el ámbito municipal lo que nos importa a los vecinos es que se nos diga con claridad si los candidatos van a revisar, o no, las bases imponibles del IBI. Que nos digan si se va a incrementar la presión fiscal. Es importante que nos aclaren los criterios que seguirían, si obtuvieran el poder, en relación a la ordenación del territorio municipal; y si esto va a suponer, o no, un incremento de las limitaciones al derecho de propiedad sobre los inmuebles. Nos interesa que se hable de vivienda; de si el ayuntamiento pretende construir en suelo de propiedad municipal viviendas sociales para ofertarlas en el mercado. Nos interesa conocer el plan de asistencia domiciliaria; el funcionamiento de los transportes municipales; los planes de movilidad... Y también la política de personal; queremos saber si se va a intentar acabar con la precarización de los empleos públicos municipales, a través de sistemas de selección y movilidad que respeten los principios de mérito, capacidad, igualdad y publicidad; si se va a acabar, o no, con el personal de confianza; y si se va a vetar, o no, el amiguismo y el enchufismo.
En el ámbito regional se deberían debatir públicamente cuestiones tan importantes como las infraestructuras. En esta región, hay que aclarar quién es el culpable de que el AVE no llegue a Murcia por el eje Hellín-Cieza; y de que los murcianos, para llegar a Madrid, tengamos que ir hasta Alicante. Y hablemos del Trasvase Tajo-Segura, y del «agua para todos». Y del Mar Menor. ¿Por qué cuando se ha tenido mayoría absoluta no se ha hecho lo que ahora se nos promete? Y luego están las materias claves, transferidas a la Comunidad Autónoma y que constituyen piezas fundamentales del Estado del Bienestar. Me refiero a la Sanidad y a la Educación. ¿Qué propone cada partido para mejorar estos dos servicios básicos? ¿Y cómo pretenden financiar esas mejoras?
En fin, cuestiones muy concretas, pero que afectan a la vida cotidiana de todos los ciudadanos. Con todo respeto, sacar ahora el asunto del concepto de la justicia social o el de ETA me parecen cortinas de humo y excusas para no debatir los verdaderos temas electorales.
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