Alberto Aguirre de Cárcer
Demostrar en cada caso insobornable independencia y pluralidad ha sido divisa suya. Era tejido delicado, pero él ha sido respetado por tirios y troyanos
La jubilación a comienzo de este mes de Alberto Aguirre de Cárcer, tras treinta y ocho años de trabajo en el periodismo, es motivo para ... varias reflexiones y gratitudes. Hay que comenzar por estas, pues es mucho lo que la sociedad murciana debe a su gran hacer. A la gratitud personal iré luego. Vino a Murcia después de haber tenido cargos directivos en el 'ABC', cabecera madrileña del grupo de Vocento, y periódico que comparte con LA VERDAD ser más que centenario. Ni el 'ABC' ni LA VERDAD son cualquier cosa en el periodismo nacional y regional, respectivamente. Y tampoco son cualquier cosa para el mundo de la Cultura, que es el que más directamente me liga a ellos. Subrayo, sin embargo, un elemento que tampoco puede pasar desapercibido. Mucho debían saber los directivos de Vocento del valor de Alberto Aguirre, lo había probado ya en 'ABC', para encargarle dirigir uno de los periódicos de referencia del grupo, con sede en Murcia desde su fundación, hace dieciséis años, cuando se le encarga a él dirigirlo, con edición alicantina. LA VERDAD era, por así decirlo, junto a 'El Correo' vasco, y 'El Norte de Castilla', una de las tres joyas de la corona del grupo.
Murcia es hospitalaria. Proverbialmente se ha distinguido por ello, pero es una sociedad compleja, y muy complejo era salir vivo, y podría decirse mucho más, salir a hombros (como Alberto sale) de un empeño semejante. La complejidad de Murcia era sobre todo política, en su sentido amplio. Como casi todos se conocen en la burguesía, nutriente principal de los lectores, todos saben de qué pie cojea cada uno, y en un mundo no grande donde no más allá de un millar de personas proporcionaba el sustrato de la inteligencia, hacer social y económico, era muy difícil dirigir un periódico. Para cuando llegó Alberto a Murcia el diario LA VERDAD era lo que leían en su desayuno cada uno de esos mil habitantes con poder de la Región de Murcia, y luego en bares suscriptores los demás murcianos. Quiero evitar hablar de política, pero me imagino lo que Alberto Aguirre habrá sufrido, en forma de presiones o de quejas de parte de los diferentes políticos, pues en LA VERDAD, al suministrar no únicamente lectores sino también ser el foco del que otros medios tomaban la actualidad, la dirección editorial era un telar delicado, a punto de romperse por parte de todos los otros cada tanto. Demostrar en cada caso insobornable independencia y pluralidad ha sido divisa suya. Era tejido delicado, pero nunca se rompía, ni esperaba nadie que lo hiciera por Alberto Aguirre, respetado finalmente por tirios y troyanos, porque la independencia no es algo que uno tiene, es algo que se gana cada día en cada decisión difícil y cada editorial. Escándalos, refriegas, operaciones, tragedias naturales, decisiones no siempre fáciles habían de ser objeto no solo de información, sino también de posición editorial.
Tuve el privilegio, por iniciativa suya, de formar parte del Consejo Asesor de LA VERDAD, junto a otros profesionales murcianos. Teníamos reuniones cada tanto, en que Alberto indagaba nuestro parecer sobre la línea del periódico, y se abría a críticas que pocas veces había oportunidad de hacerle, pero que sabíamos él quería que le hiciéramos. En esa etapa breve pero intensa en la que aprendí más que ofrecí, pude asomarme a la complejidad de dirigir un periódico como LA VERDAD. Complejidad unida a responsabilidad.
Aunque sea al final no quiero dejar de decir que Alberto Aguirre sabía lo que la cultura era para LA VERDAD desde sus orígenes, y cuidó esa impronta hasta desarrollarla. Tenía un gran equipo, sí, uno de ellos le sucede como director, pero saber sacar a un equipo lo mejor de sí mismo, también a la sociedad a la que te diriges y sirves, no saben hacerlo todos. Como algo de ello probé, lo sé bien y no quiero dejar de agradecérselo en el momento de su adiós, que es un hasta siempre.
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